TERRITORIO NEGRO| JULIA EN LA ONDA

Territorio Negro: Las alcantarillas y la guerra sucia en el caso de Luis Bárcenas

El ex tesorero del Partido Popular Luis Bárcenas ha pasado hoy por la Audiencia Nacional. Es el peor momento para este personaje desde que una docena de policías, dos mujeres fiscales y un juez, Baltasar Garzón, lo vincularon en febrero de 2009, hace ahora cuatro años, con la trama Gürtel. Todas esas personas han hecho posible descubrir el enorme engaño de quien llamaban Luis el Cabrón. Algunos de esos investigadores se quedaron por el camino y otros siguen recibiendo enormes presiones para levantar el pie y frenar las pesquisas. De maniobras subterráneas, guerra sucia y lo que ha ocurrido y sigue ocurriendo fuera de los focos en el caso Bárcenas va este post.

ondacero.es

Madrid | 25.02.2013 19:16

Empezamos por el final. El ex tesorero del PP ha declarado ante el juez Pablo Ruz. Luis Bárcenas está acusado de tres delitos: blanqueo de dinero, cohecho y delito fiscal.

Por delitos fiscales casi nadie va en prisión en España. Parece claro que Bárcenas ha defraudado a Hacienda bastante más dinero que los 120.000 euros por ejercicio que hacen falta para que se cometa un delito fiscal. Los delitos fiscales prescribían a los cinco años y Bárcenas empezó a cometerlos hace veinte. Podría ser condenado, en el peor de los casos a un par de años de prisión que no cumpliría al ser su primer delito.

Más complicado es el asunto del blanqueo de dinero, es decir, si ocultó dinero que procedía de delitos –comisiones, sobornos a cambio de obras, tráfico de influencias, corrupción en definitiva–. El Código Penal lo castiga con penas de seis meses a seis años de cárcel y una multa del triple del dinero blanqueado. Y el cohecho, es decir aceptar dinero para hacer algo ilegal o dejar de hacer algo legal, está castigado con entre dos y seis años más de prisión. En si existen esos dos delitos está la clave del caso Bárcenas, de todo lo que ha ocurrido en los últimos cuatro años y también lo que ha pasado esta semana digamos que entre bambalinas.

Sí, porque las dos fiscales anticorrupción encargadas del caso, Myriam Segura y Concepción Sabadell, amenazaron con dimitir si se las obligaba a acusar a Bárcenas solo de delitos con Hacienda. O sea, de no pedir delitos con penas de cárcel para él.Eso es. Lo que nosotros hemos sabido es que las dos fiscales recibieron la sugerencia de que el cohecho solo se aplica a funcionarios (y Bárcenas no lo es) y el blanqueo de dinero no está demostrado. Así que mejor si lo dejaban en delitos fiscales. Ellas lo han rechazado e incluso amenazaron con dimitir si sus jefes las obligaban a defender esa tesis. Los fiscales son un cuerpo muy jerárquico y dependen de su superior, casi como si fueran tenientes de la guardia civil ante un coronel.

Pero también contáis que el fiscal general del Estado, Eduardo Torres Dulce, las ha respaldado. Y eso habla bien de su independencia respecto al ministro de Justicia, Ruiz Gallardón, del mismo partido que el señor Bárcenas, no lo olvidemos.De momento, las fiscales han ganado ese pulso y Bárcenas responde hoy por esos tres supuestos delitos. En cuanto al blanqueo de dinero, la policía sigue sosteniendo que el ex tesorero empezó su fortuna con corrupción pura y dura. No sólo el millón trescientos mil euros que habría cobrado de la trama Gürtel, sino que creen que digamos sus primeros catorce millones de euros tienen un origen corrupto, que proceden de comisiones, de sobornos… y no de venta de pisos y obras de arte, como sostiene él.


“Sus primeros catorce millones”, qué barbaridad. Porque no se sabe cuántos millones de euros tiene el señor Bárcenas. Sigamos con el mundo subterráneo, el juego sucio en este tema. No es la primera vez que se aprieta a las fiscales para tratar de apartarlas del caso. Exacto. Con ellas se intentó el método Garzón. Y lo hizo el mismo letrado, Ignacio Peláez, que acusó y logró la condena y expulsión del juez por ordenar escuchas a algunos abogados cuando se entrevistaban en prisión con sus clientes. El abogado Peláez denunció también a las fiscales porque no se opusieron a esa medida de Garzón y pidió que se las procesara, pero el Tribunal Supremo lo rechazó: no tenían tantos cadáveres en el armario como Garzón.
Son dos mujeres muy jóvenes. Una de ellas, incluso, debuta en la fiscalía anticorrupción con el caso Gürtel. Vaya bautizo…Sí. Concepción Sabadell llegó en 2008 a ese destino y cuatro semanas después le tocó atender la denuncia de José Luis Peñas, el concejal del PP que había grabado a Correa. Su compañera, Myriam Segura, llevaba ya un par de años allí. No las conocemos, pero todos los que han trabajado con ellas en la trama Gürtel admiten que han sido imprescindibles para que esto no haya sido enterrado.

Porque ha habido durante estos cuatro años muchas maniobras orquestales u orquestadas en la oscuridad. Y esas dos fiscales son casi las únicas supervivientes de los responsables policiales y judiciales. Por el camino no sólo se ha quedado el juez Garzón. El juez Garzón fue quien primero acusó a Bárcenas y se desató la tempestad contra él. El entorno del tesorero cuenta que Garzón le ofreció acusarle solo de un delito fiscal si hablaba, si tiraba de la manta. Pero al ser Bárcenas senador y haber otros políticos acusados, el caso pasó al Tribunal Superior de Justicia de Madrid.
Cayó Garzón, pero también cayó el jefe policial que empezó todo, el comisario Juan Antonio González.

En cuanto ganó el PP las elecciones, González fue destituido como comisario general de policía judicial. Y es curioso porque es un policía, además de íntegro, lo conocemos hace muchos años, que nunca había investigado temas de corrupción. Lo suyo eran los crímenes. El comisario González fue injuriado, se le acusó de enriquecerse, fue investigado por Asuntos Internos durante casi dos años (obviamente no se le pudo acusar de nada) y hoy está haciendo pasillos a la espera de la jubilación. Su número dos, el comisario Olivera, también tuvo que dejar la UDEF, la unidad que investiga todavía hoy la delincuencia económica y, entre otros, el caso Gürtel.

Qué pensarán esos policías, que fueron acusados de fabricar pruebas, de trabajar para el PSOE, ahora, cuando toda España sabe al menos parte de la verdad sobre Luis Bárcenas. Fue –aun está siendo– una investigación llena de minas. Recordemos que no se pudo pinchar el teléfono de Luis Bárcenas ni siquiera registrar su casa. Los policías pasaron momentos muy amargos y de muchas presiones. A la cabeza del sector político estuvieron Trillo, Álvarez Cascos y otros. Recuerdo que alguna vez nos decían: “solo quieren que persigamos a chorizos que roban carteras, esto no interesa”. Y otro día, después de algún gin tonic, uno nos espetó: “si vuelve a venir el concejal ese aquí con las cintas, le damos una patada en el culo y lo echamos”. Lo decían en broma, claro, pero era señal de su amargura.

Se refieren al concejal Peñas, del PP de Majadahonda, que fue quien primero denunció los hechos. Porque los hechos son tozudos. Y, con otros jefes de la policía, incluso con un director nombrado por el ala dura del PP, como Ignacio Cosidó, siguen las investigaciones.Claro, no puede ser de otra manera. Y a Cosidó le está pasando factura también la Gurtel. Hay personas que están pidiendo ya su destitución por no “controlar a la udef”, especialmente después de los últimos datos conocidos sobre Ana Mato, amiga y seguidora de Javier Arenas, otro de los históricos defensores en el PP de Luis Bárcenas.

Hemos visto cómo cayó el juez Garzón, cómo cayeron también los jefes de la policía, cómo las fiscales reciben presiones. ¿Cómo ha vivido ese juego subterráneo el protagonista principal, Luis Bárcenas? A Bárcenas, cuando fue acusado en 2009, le prometieron que todo quedaría en nada. El mejor dibujo de cómo ha ido viviendo todo esto son sus charlas con la gestora de su fortuna en Suiza, Agata Stimoli, que luego hacía un resumen de aquellos encuentros para sus jefes. Tras una reunión con Bárcenas en Madrid, la ejecutiva del banco suizo escribe: “el cliente evita aparecer en público. Está muy sensibilizado por las acusaciones contra él y lleva muy mal esta situación. Continúa afirmando que las acusaciones son infundadas”. Poco después, anuncia que Bárcenas va a denunciar al juez Garzón. En marzo de 2010, con Garzón ya en desgracia, la banquera se encuentra de nuevo con Bárcenas, que parece otro: “el cliente me informa que el affaire del PP está difuminado. Está aliviado”.

Bárcenas y los suyos han logrado entonces una primera victoria, pero el tesorero no parece conforme del todo.No lo está. Le duele mucho que se acuse a su esposa, Rosalía Iglesias, de un delito fiscal y se queja amargamente de que Federico Trillo, el jefe jurídico del PP, se ocupa más de Camps y de los trajes que de su asunto, que, dice Bárcenas, es mucho más grave. Poco después, curiosamente, aparece en el diario El País una información que asegura que Trillo y el despacho de abogados donde trabaja su hijo están facturando mucho dinero al partido por el tema de los 62 militares fallecidos en el Yakolev 42 y el caso Gürtel.

No sabemos si fue Bárcenas quien filtró eso como un aviso a navegantes, ya en 2010. Pero sí es cierto que Bárcenas mantiene ya entonces reuniones con distintas personas, algunos de ellos periodistas, en hoteles de cinco estrellas de Madrid. Acude con una carpeta llena de papeles y habla, por ejemplo, del tema Trillo y de otros. Entonces llega a la causa otro personaje, amigo íntimo de Bárcenas y ex diputado del PP.
Habláis de Jorge Trías Sagnier, abogado y amigo también, del juez Baltasar Garzón. Y amigo del juez Antonio Pedreira también, al que pasó la instrucción. Trías media para que la mujer de Bárcenas quede fuera del caso. Y lo consigue a finales de 2010. Luego, pasa una factura de 53.000 euros al PP por sus trabajos en el tema Gürtel. El PP decide no pagar. Son tiempos muy turbulentos porque Dolores de Cospedal ha decidido también que el partido ya no pague ni al abogado de Bárcenas, el bufete de Miguel Bajo, ni al abogado de Jesús Sepúlveda y Ana Mato, el bufete Gómez Acebo-Pombo. Pero el caso es que en septiembre de 2011, el juez Pedreira, en un informe que dejó de piedra a fiscales y policías, deja fuera del caso a Luis Bárcenas, que vuelve a ser un hombre libre e intachable.

Y supongo que en ese momento, en septiembre de 2011, llega la calma y las maniobras terminan.Se aplazan. En noviembre el PP arrasa en las elecciones. Suiza no envía la respuesta a la comisión rogatoria que España mandó en 2010. Todo está en calma. Pero en marzo de 2012 la Audiencia Nacional reabre el caso y le pega un rapapolvo tremendo al juez Pedreira. Bárcenas y su esposa vuelven a estar acusados. Y, pese a que él sigue cobrando y trabajando en el PP, con una sala a su disposición, vuelve a moverse. Suiza le avisa de que va a enviar los datos con sus 22 millones a España. Bárcenas pleitea allí y trata de frenarlo.

El PP no ha pagado a Jorge Trías por sus gestiones y Bárcenas está descontrolado. Algunos de sus amigos intentan calmarlo con toda clase de promesas y se produce un incidente casi increíble. Algún buen amigo de Bárcenas le asegura, hablamos ya de septiembre de 2012, que los policías de la UDEF estarían dispuestos a llegar a algún acuerdo con él. Que todo podría quedar, otra vez, en un delito fiscal (no olvidemos que si la cosa es solo un delito fiscal, Suiza nunca contesta ni colabora con otros países, así que nunca se habría conocido su botín). Le informan de un restaurante de Madrid donde van a acudir a comer algunos de esos policías. Y allí se presenta Bárcenas, que se encara con ellos y les exige que le dejen fuera del caso.

Es una escena casi de Los Soprano, un señor acusado de varios delitos vociferando ante varios policías en un local público. ¿Cómo acabó aquello?Acabó mal. Los policías le hicieron ver que era mejor que se fuera, que no iban a hacer nada de eso. Y Bárcenas, antes de irse, les explicó que estaba allí porque Javier Arenas le había garantizado que el pacto era posible. Tras el incidente, Bárcenas no se quedó quieto y envió una carta al director general de la Policía, Ignacio Cosidó, que había sido compañero suyo en el Senado, en la que poco menos que le exigía que esos policías hicieran un informe al juez diciendo que él no era Luis el Cabrón.

Pero el director de la Policía, y militante del PP, no lo olviden, actuó bien y envió la carta a la UDEF; ellos la remitieron al juez y las fiscales hicieron un escrito con un nuevo rapapolvo para Bárcenas. Pasan unos pocos meses más y Bárcenas no puede frenar la respuesta de Suiza, que llega a final de año. Antes, acude a un notario donde da fe de que tiene los datos de una cuenta con los donativos que recibía el PP. Que también la conocía su antecesor y todavía amigo, Álvaro Lapuerta, tesorero del PP en la etapa de Aznar. Y envía también un mensaje a Lapuerta. Debe avisar a Rajoy.

Avisan a Rajoy de que Bárcenas tenía 22 millones en Suiza y del consiguiente escándalo. Por los datos que tenemos, después de Reyes hay una reunión en la sede del PP en la que Álvaro Lapuerta le transmite a Rajoy el recado de Bárcenas, con el matiz de que el dinero es limpio. Rajoy, según la versión de esa reunión que nos han contado, pregunta al menos en un par de ocasiones: “¿lo van a meter en la cárcel?”

Y el 16 de enero, el juez Pablo Ruz emite un auto en el que se recoge ya que Bárcenas tenía 22 millones en Suiza y que eso sería solo entre el 20 y el 50 por ciento de su fortuna… Llega el escándalo y el PP se divide. Primero El Mundo publica que Bárcenas tiene datos sobre los sobres que pagaba a dirigentes del PP. Luego, el abogado Jorge Trías, el mismo que echó una mano en la Gürtel y al que no le pagaron, escribe un artículo y da una entrevista al diario El País en los que admite los sobresueldos. Días después, El País publica los papeles de Bárcenas, con pagos a Rajoy, Rato, Acebes, Arenas, Cascos y muchos otros.

Bárcenas ha dicho que esos papeles son falsos. Todos los expertos dicen que son escritos por Bárcenas. Incluso los exámenes que ha hecho la policía, con la dificultad que tiene al tratarse de fotocopias, hablan de que pudo utilizar dos bolígrafos para despistar y que habrían sido escritos de una sentada, probablemente a finales del año pasado. Y quizá, esto ya lo decimos nosotros, en la misma sala Andalucía de la sede del PP, muy cerca del despacho de Rajoy.

Todo indica, además, que Bárcenas se guarda mucha información. Entre otras cosas, toda la financiación antigua del PP, lo que podrían ser sus Filesas, también cuatro años que no están en los papeles de El País y que fueron los años duros de oposición y llegada al gobierno de Aznar… Pongámonos por un momento en la piel de Rajoy. ¿Qué se puede hacer?Hay dos sensibilidades. Algunos dirigentes defienden apoyar a Bárcenas (por supuesto sin que se sepa) y tratar de reducir esto a un fraude a Hacienda. Que el tesorero pida perdón, y que reconozca ese delito. Pague una multa y adiós. Bárcenas ha transmitido a algunas de estas personas que está dispuesto a hacerlo. A cambio, no tiraría de la famosa manta. El otro grupo de dirigentes, que encabeza Dolores de Cospedal, defiende que Bárcenas es para el PP lo que Luis Roldán fue para el PSOE. Roldán también amenazó con tirar de la manta, pero fue detenido, juzgado y acabó encarcelado y la manta no dejó a nadie al descubierto. Este sector defiende dejar a su suerte al ex tesorero de una vez por todas. Y recuerda que ahora Suiza enviará más datos de otras tres cuentas de Bárcenas, y que se investiga ya a su amigo Luis Fraga, sobrino del fundador del PP. No parece que sea posible frenar el caso.

Y no sabemos en cuál de los dos sectores está Mariano Rajoy. No se ha pronunciado, ni siquiera pronuncia el apellido Bárcenas. Imaginamos que un poco entre los dos. Lo cierto es que hay un alto dirigente del PP que comentaba el otro día con ironía: “de esta historia solo hay dos líderes nuestros que salen por la puerta grande porque no tuvieron nunca nada que ver con Bárcenas. Lo malo es que los dos se odian”.
Se refiere a Alberto Ruiz Gallardón y a Esperanza Aguirre, claro. Que deben ser casi los dos únicos líderes veteranos que están tranquilos con esta historia.