TERRITORIO NEGRO| JULIA EN LA ONDA

Territorio Negro: ¿Quién mató a la familia Barrio?

Han pasado más de diez años desde que una familia de Burgos fuese brutalmente asesinada en su domicilio: un matrimonio y su hijo de doce años fueron cosidos a puñaladas por alguien que aún sigue en libertad… O no. Os contamos las últimas líneas de la investigación de un crimen que sigue siendo una de las grandes incógnitas de nuestra reciente historia negra.

ondacero.es

Madrid | 08.09.2014 18:27

Diez años han pasado desde esa madrugada del 7 de junio de 2004. Fue casi un día después de los hechos cuando familiares de Salvador Barrio, el cabeza de familia, entraron en la casa extrañados porque nadie daba señales de vida. Y lo que encontraron allí no han debido olvidarlo: el cadáver de Salvador, de 53 años, estaba junto a la mesa de la cocina con 50 cuchilladas en su cuerpo; su mujer, Julia dos Santos, de 47 años, estaba en la cama con 17 puñaladas, las mismas que tenía Álvaro, el hijo de 12 años, cuyo cadáver estaba en el pasillo. Un dato llamó la atención de la policía: a los tres fallecidos, el asesino les había rebanado la garganta con un profundo corte, como si el criminal hubiese querido asegurarse la muerte de sus víctimas.

Esa escena decía mucho. En primer lugar, o el asesino tenía llaves de la vivienda o Salvador, el cabeza de familia, le abrió la puerta, lo que indicaría que conocía bien al criminal, porque todo ocurrió de madrugada. Además, el asesino actuó con especial precaución para no dejar huellas dactilares, pero sí dejó rastro de sus pisadas: había varias marcas sanguinolentas de la pisada de una zapatilla marca Dunlop de las tallas entre 42 y 44. Una de esas marcas estaba estampada en la puerta del cuarto del pequeño de la familia, porque su asesino tiró la puerta abajo. Álvaro, un niño de solo doce años, debió oír lo que les estaba ocurriendo a sus padres, cerró el pestillo de su habitación, se metió debajo de su cama, pero el criminal derribó la puerta, empezó a pincharle debajo de la cama y le sacó hasta el pasillo, donde lo mató.

¿Qué líneas de investigación se siguieron en este crimen? La Policía puso su foco en el cabeza de familia: Salvador Barrio era alcalde pedáneo de La Parte de Bureba y, sobre todo, era un hombre dedicado al campo. Tenía una pequeña fortuna en tierras dedicadas al cultivo de cereales y girasoles. El mismo día que murió se iba a gastar más de 120.000 euros en una máquina cosechadora. Por más que buscaron los investigadores no encontraron más que pequeñas disputas propias de la gente de campo, pero ningún motivo de peso para acabar, no solo con él, sino con su familia. Salvador pasaba mucho tiempo solo trabajando en el campo y había muchas oportunidades para acabar con su vida en alguno de esos momentos.

La policía no encontró móviles del crimen y la pista más sólida con la que contaba era la huella de una zapatilla. Porque, además, había algo sorprendente: el criminal debió cambiarse de zapatillas y de ropa antes de salir de casa, porque a pesar de que el escenario del crimen estaba lleno de pisadas con sangre, no había ni un solo rastro fuera del piso. La policía buscó en todos los cubos de basura de la zona e incluso removieron toneladas de basura en el vertedero municipal, pero no encontraron ni una prenda ni una zapatilla manchada.

¿Quién se beneficiaba de la muerte de toda la familia Barrio dos Santos?

Esa misma pregunta se hizo la policía cuando se habían agotado todas las líneas de investigación. Se fijaron precisamente en el heredero del millón de euros en el que se calculaba la fortuna familiar. Y no era otro que Rodrigo Barrio dos Santos, el hijo mayor de la familia, que tan solo unas horas antes del crimen había ingresado en el internado de los hermanos gabrielistas de La Aguilera, en Aranda de Duero, tras pasar el fin de semana con su familia. En el momento del crimen, Rodrigo tenía 16 años y su padre había decidido que ese verano, en lugar de irse de vacaciones con su madre y su hermano pequeño, se quedaría en el internado y le ayudaría en las labores del campo. La policía abrió lo que llamaron ‘operación Caín’.

El nombre no estaba puesto al azar, ni mucho menos. La policía creía que el móvil de Rodrigo para acabar con su familia eran los celos que sentía por su hermano. En las diligencias, incluso hablaron del síndrome del príncipe destronado. Tomaron declaración a testigos, revisaron pruebas y creyeron tener suficiente material para detener a Rodrigo, lo que hicieron en verano de 2007, tres años después del crimen, cuando el chico tenía 19 años. La policía aportó lo que ellos consideraban una prueba sólida y seis indicios. La prueba era que descubrieron que Rodrigo tenía en su poder dos juegos de llaves del coche de su padre, es decir, que se lo habría llevado de la casa tras el crimen. Los indicios eran, por ejemplo, la habilidad de Rodrigo para manejar las dos manos –los cuerpos habían sido apuñalados por alguien ambidiestro–, los macabros dibujos hallados en su poder –con rudimentarios personajes guillotinados–, un anillo de su madre que tenía cuando fue detenido… Indicios que fueron demolidos por fiscal, juez y abogado del arrestado…

Rodrigo pasó apenas unas horas ingresado en un centro de menores, porque pese a ser mayor de edad cuando fue arrestado, era menor en el momento del crimen y por tanto la ley del menor era el reglamento competente para él. Los fiscales de menores y la jueza tacharon las investigaciones de la policía de “meras hipótesis y conjeturas”, de “castillo de supuestos indicios levantado con cimientos de barro” y de “auto de fe elaborado como una necesidad ciega de buscar respuestas”. Aún así, Rodrigo Barrio siguió imputado hasta el año 2010.

Y desde entonces, la policía se queda sin sospechosos, el caso se archiva hasta que siete años después del crimen pasa algo sorprendente. El 25 de agosto de 2011, Rosalía Martínez Gandía, una mujer de 84 años, muere atropellada en la travesía de La Parte de Bureba. La Guardia Civil tuvo claro que no fue un accidente, porque el homicida cruzó los dos carriles para embestir a la anciana. Un año después, la Guardia Civil dio con el coche empleado en el atropello, que había sido sustraído, y en su interior aún tenía restos de ADN del homicida, un viejo conocido de la Guardia Civil: Ángel Ruiz, de 52 años, Angelillo, un tipo problemático, un antisocial, el loco del pueblo, que había tenido problemas con muchos vecinos y al que se le atribuían quemas de pajares o ahorcamientos de perros que le molestaban.

 

Fue una disputa absurda. Ángel pisó con su tractor el campo de girasoles de la familia de Rosalía. El hijo de ésta se lo reprochó y acudió a su casa para hablar con su madre. Esto indignó a Angelillo, que fue hasta la vivienda de la anciana y la amenazó de muerte. La mujer le denunció a la Guardia Civil y eso fue su sentencia de muerte.

Poco antes estuvo a punto de matar a golpes a un vecino al que acusaba de haberle robado una gorra y la Guardia Civil le consideraba, cuando fue detenido por el atropello de la anciana, el principal sospechoso de la desaparición de un joven búlgaro, Shibil Angelo Shibilov, a que contrató como sicario para matar a un familiar de Bilbao, del que esperaba heredar. El búlgaro cobró un adelanto, se fue a su país sin matar a nadie y a su vuelta desapareció. Angelillo es el principal y único sospechoso de esa desaparición, aunque de momento solo está condenado a 18 años por la muerte de la anciana.

La Guardia Civil registró el domicilio de Angelillo y allí encontraron más de cien juegos de llaves que había robado a sus propietarios. Entre ellas, estaba la del despacho de la alcaldía pedánea de la Parte de Bureba, el despacho que ocupaba Salvador Barrio cuando fue asesinado.

Se le vinculó al crimen no solo por eso sino porque el nombre de Angelillo ya aparecía en las investigaciones del triple crimen. Él fue identificado como el autor de unas pintadas con insultos que aparecieron en el panteón en el que fue enterrado Salvador Barrio la misma noche de su sepelio. Además, Angelillo interrumpió el entierro de Salvador –su mujer y su hijo fueron enterrados en Galicia–dando acelerones con su tractor. La Guardia Civil también encontró recortes de periódicos sobre el triple crimen en su poder y algunos familiares de las víctimas apuntaron a este tipo como el principal sospechoso.

Pensemos que en aquel momento, en 2004, Angelillo no había matado a nadie. No era un criminal, solo era el autor de unas pintadas insultantes. La policía le tomó declaración y él dijo que la familia de Salvador Barrio había cortado una rama del árbol que su padre había plantado años atrás en el cementerio porque invadía parte del panteón familiar. Aquello, Ángel se lo tomó como una ofensa y decidió ‘decorar’ la tumba escribiendo ‘cabrón’ e ‘hijo de puta’.Ángel quedó descartado en aquel momento porque no tenía un vehículo a su disposición y porque varios testigos dijeron que no tenía ni idea de dónde vivía Salvador en Burgos.

El juzgado encargado del caso reabrió las investigaciones el pasado mes de marzo para trabajar con  y la UDEV Central de la policía es la unidad que investiga la posibilidad de que Ángel Ruiz sea el autor del tiple crimen. De momento, están acumulando indicios que puedan apuntar hacia él, porque encontrar pruebas sólidas diez años después es una labor casi imposible.

Uno de los responsables de las pesquisas, nos decía hace poco: “lo principal contra este tipo es que ya sabemos que es capaz de matar y que se ha demostrado una animadversión a la familia asesinada”. Pero eso, evidentemente, no es suficiente, así que se están buscando hilos de los que tirar y ya hay unos cuantos: Ángel calza un 43 y en su casa había unas zapatillas Dunlop, de la misma marca, aunque no del mismo modelo, que las que usó el criminal. Aunque no tenía ni permiso de conducir ni coche propia en 2004, varios testigos han asegurado que Ángel conducía la furgoneta de su padre. Además, el día del crimen, el sospechoso no tiene a nadie que le dé coartada, porque su padre estaba ingresado en un hospital y él pasó la noche solo.

No hay nada concluyente, solo indicios que no sabemos si serán suficientes. Un investigador nos apuntaba otro indicio: Ángel está familiarizado con el sacrificio de animales y las tres víctimas tenían cortes en el cuello que concuerdan con la forma habitual de proceder de un matarife.

¿Dónde está y qué hace ahora Rodrigo Barrio, el único superviviente de la familia, el chaval que llegó a ser sospechoso? El pasado 7 de junio, coincidiendo con el décimo aniversario del crimen, Iñaki Elices, un compañero del Diario de Burgos, hizo un muy buen reportaje y gracias a él nos enteramos de que Rodrigo vive entre Santiago de Compostela y la Parte de Bureba. Allí, en el pueblo de su padre trabaja las tierras que ha heredado junto a su tío Félix, un hermano de su padre. Y desde hace poco se ha convertido en acusación del proceso. Lo que no deja de ser curioso: el que fuera principal sospechoso se convierte ahora en la parte acusadora.