EN JULIA EN LA ONDA

Territorio Negro: El viaje a la locura de la parricida de Godella

El pasado 14 de marzo, dos hermanos, de tres años y seis meses de edad, murieron asesinados en Godella (Valencia). Sus padres, María Gombau y Gabriel Carvajal, fueron detenidos inmediatamente, acusados del parricidio. La investigación de la Guardia Civil y las pruebas practicadas en el juzgado para averiguar qué ocurrió esa madrugada parecen dejar claro que los niños fueron asesinados por su madre, que actuó víctima de un brote psicótico. En Territorio Negro revelamos el estado mental de María Gombau, una mujer que, presa de la locura, cometió el crimen más inexplicable de todos: el de una madre contra sus hijos.

M. Marlasca y L. Rendueles

Madrid | 28.01.2020 17:06

Comencemos por recordar lo que pasó el 14 de marzo del año pasado en una urbanización entre Godella y Rocafort, en la provincia de Valencia. Varias llamadas de vecinos alertaron a Policía Local y Guardia Civil de que algo extraño estaba ocurriendo.

Al menos un par de vecinos llamaron al 112 y contaron que habían visto a una mujer semidesnuda, con el pelo negro, y un hombre rubio, con el pelo largo, corriendo detrás de ella. Varias dotaciones de la Policía Local acudieron al lugar y no vieron nada. Preguntaron a los vecinos y alguno señaló que las descripciones podrían corresponder a una pareja que residía en una casa ocupada cercana. Los agentes fueron al sitio indicado y encontraron a Gabriel Carvajal.

El padre de los niños no dijo nada demasiado coherente, más allá de que su mujer había matado a sus hijos. Poco después, la Guardia Civil halló a María Gombau, escondida en un bidón, semidesnuda, con rasguños en la cara, en posición fetal y diciendo cosas incoherentes, que iban desde posesiones demoniacas a abducciones extraterrestres, pasando por una secta de pederastas que dominaba el mundo y pretendía quedarse con sus hijos.

Y horas después, la Guardia Civil halló los cuerpos de los pequeños, Amiel e Ichel, asesinados a golpes.

María, la madre, condujo a los agentes hasta el lugar en el que ella misma había enterrado a los niños, cerca de la casa en la que vivían y separados entre sí unos 150 metros. Los dos pequeños estaban desnudos y tenían terribles heridas en sus cráneos. Lo que pasó exactamente es difícil de saber, habida cuenta del estado mental de la madre, que luego analizaremos. Lo que se conoce es la versión de Gabriel Carvajal, que declaró ante el juez el pasado mes de noviembre y contó lo ocurrido en las horas previas y posteriores al asesinato de sus hijos.

Recordemos que Gabriel Carvajal, el padre de los dos niños muertos, también está en prisión, en la misma que María, Picasent, aunque sin que se comuniquen en ningún momento.

Gabriel hizo una larga declaración ante el juez, en la que contó cómo conoció a su pareja, habló sobre sus creencias y sobre la relación con sus hijos. Y dio su versión sobre la noche del 13 al 14 de marzo. Según él, de madrugada, cuando aún no había amanecido, María se abalanzó sobre él desnuda, muy alterada, con el pelo húmedo, con la intención de tener sexo, pero él no quiso y en ese instante se dio cuenta de que no estaba ninguno de los niños. Así que le preguntó a su pareja por el paradero de Amiel e Ichel.

Es la mañana del 14 de marzo, aún no ha amanecido. Y la respuesta a esa pregunta es terrible. Ella, con cierta tranquilidad, le dice textualmente que los niños están en paz, que están con Dios, que los ha llevado a un lugar más seguro. En ese momento, los dos salen de la casa, guiados por María, que conduce a Gabriel a diversos parajes cerca de la vivienda y al cementerio de Rocafort.

Según su versión, el hombre se dio cuenta de que María estaba muy nerviosa, diciendo cosas sin sentido, así que optó por llevarla a casa y tranquilizarla. Ella se empeñaba en hacer el amor “antes de que pusiera el sol y saliera la luna”, según decía, y le insistía en que sus hijos estaban en paz, estaban con Dios. Ante la insistencia de Gabriel, que no paraba de preguntar por los niños, ella le dijo que estaban en un pozo cercano. Y cuando él se acercó al pozo, ella le intentó empujar. A partir de este momento el relato de Gabriel es terrible y da una idea del estado mental de la mujer.

María se encerró en la casa mientras él buscaba por el jardín a los pequeños. Ya había amanecido y en ese momento Gabriel se dio cuenta de que algo terrible ha pasado, porque ve mucha sangre en el suelo de la piscina, probablemente el escenario de la muerte de los niños.

Cuando fue a preguntar a la madre de los pequeños, esta, tumbada en la cama, le dijo que la sangre era suya, que había abortado a los dos hijos, que estuviese tranquilo, que podrían renacer. Instantes después, la mujer salió corriendo tras forcejear con él. El resto de la historia ya es conocido: la llegada de la policía a la casa, la detención de los dos y el hallazgo de los cuerpos de los dos niños, asesinados a golpes.

Desde entonces, María Gombau y Gabriel Carvajal permanecen encarcelados, acusados de los asesinatos de Amiel e Ichel.

A finales del pasado mes de diciembre, la sección quinta de la audiencia de Valencia desestimó la petición de libertad que había hecho Arturo Peris, el abogado de Gabriel. El principal motivo por el que debía seguir encarcelado, según el auto, era que podría fugarse, ya que no tiene arraigo en España y tiene familia y amigos en México, país del que es originario. Además, a fecha de hoy, sigue acusado de un delito castigado con la máxima pena que contempla nuestro código penal, la prisión permanente revisable.

Los dos, el padre y la madre, están acusados de los mismos delitos, pero el abogado de Gabriel insiste en que él se enteró de todo al despertarse ese 14 de marzo.

Gabriel sostiene que los cuatro dormían en la misma habitación, aunque en camas separadas. Él con el mayor y su pareja con la niña, una bebé de menos de cuatro meses. Según su testimonio, no escuchó nada durante la noche porque estaba profundamente dormido.

Pero al llegar la Policía a la casa, él le dice a los agentes que los niños estaban muertos. ¿Por qué tenía esa certeza?

Según el escrito que hizo su abogado pidiendo su libertad, Gabriel llegó a esa conclusión después de ver la sangre en la piscina, no encontrar a los niños en las inmediaciones de la casa y escuchar a María decir una y otra vez que los niños estaban con Dios. Además, el abogado argumentó en su escrito que todas las pruebas recogidas en los registros hechos por la Guardia Civil avalan la hipótesis de que María actuó en solitario: los agentes encontraron sangre de los niños en ropas de la mujer y ni un solo rastro en la de Gabriel.

Ella pidió perdón a Gabriel, se mostró arrepentida e incluso habló del intenso amor que había entre los dos. Sin embargo, hay un momento en el que la actitud de María hacia el padre de sus hijos cambia radicalmente y es cuando él le pide a la dirección de la prisión no recibir más cartas de la mujer. A partir de ese instante, ella comenzó a apuntar hacia Gabriel, incluso en sus entrevistas con los psiquiatras.

Esas entrevistas han servido para elaborar un informe psiquiátrico forense, del vamos a hablar. En él hay una clara conclusión: María Gombau es una enferma mental y no sabía lo que hacía cuando mató a sus hijos.

El informe es demoledor. Hemos visto pocos tan contundentes. Tras tres entrevistas con ella y el estudio de sus antecedentes, dos médicos forenses concluyen que María padece una esquizofrenia paranoide. Pero no solo eso. Aseguran que el asesinato de sus hijos es consecuencia directa de su enfermedad, que en el momento del crimen estaba en fase de brote agudo. Y, además, ponen los cimientos para que ni siquiera llegue a sentarse en un banquillo, porque dicen en su informe que María Gombau tenía anuladas la inteligencia y la voluntad y, por tanto, señalan textualmente: “tiene anuladas las bases psicobiológicas de su imputabilidad”. Lo que, traducido a lenguaje para profanos, nunca va a poder ser condenada por los crímenes porque, sencillamente, no sabía qué hacía.

En los tres encuentros con los forenses cambia la versión sobre lo ocurrido con sus hijos, pero hay una constante que repite sin parar y es la existencia de una secta. Una secta a la que se refiere muchas veces y que, según ella, Gabriel fue quien se la dio a conocer. Vamos a leer de manera textual algunas de estas declaraciones, que son un verdadero viaje a la locura: “Gabriel llevaba muchos años diciendo que el Gobierno atacaba a las personas con frecuencias bajas, lo hacían con aviones y antenas, con lo que conseguían mantener a la población en situación de mente baja. Por la noche él decía que venían a pincharnos y sacarme óvulos. Creía que él era Jesucristo resucitado y yo María Magadalena”.

Gabriel, su pareja, está perfectamente cuerdo, según los forenses que le han entrevistado y, además, en sus declaraciones ante el juez ha negado que le dijese a María cosas así. El delirio de la mujer puede hacer llegarla a creer que es él quien le habla de la secta, sin que eso corresponda a la realidad. De hecho, en sus primeras declaraciones, a las pocas horas de cometer el crimen, no cita a Gabriel para nada y esas palabras dan una perfecta idea de su estado mental.

La Guardia Civil la acaba de detener y acusar del asesinato de sus dos hijos. Su estado mental la lleva hasta el hospital La Fe, en Valencia, donde la atiende un psiquiatra. En esos primeros instantes reconoce haber matado a sus hijos “porque se lo ha pedido Dios”. Dice que oye constantemente las voces de Dios y de la naturaleza, a la que define como un Dios femenino. Nada más ser detenida, cuenta, motu proprio, que el mundo es víctima de una limpieza mental y adoctrinamiento, que empezó con las SS nazis y que a través de unas personas llamados los U se lava el cerebro a la población para lograr enfrentarla entre sí.

Lo único que dijo es que las sectas habían influido en sus hijos. Dijo que a Amiel le cambió el alma desde que acudió el colegio, que se había vuelto más agresivo y que era capaz de controlar la voluntad y el pensamiento de ella, de su madre. Recordemos que Amiel no había cumplido aún los cuatro años. Sobre Ichel, que tenía seis meses, dice que desde el momento de su nacimiento solo es un cuerpo sin alma. María Gombau le dijo a los psiquiatras que todo lo que había pasado era voluntad de Dios: “estoy tranquila –dijo textualmente-, es la voluntad divina”.

Es decir, María, en su locura, decía que sus hijos habían cambiado, probablemente, influidos por esa todopoderosa y misteriosa secta. Incluso dice cosas como que le da mucha pena lo que ha hecho, asesinarlos, pero que, al fin y al cabo, ya no eran ellos, porque les habían robado su alma. Llegó a decir que los mató para salvar sus almas y salvarse ella misma.

Todo eso ocurre en las primeras horas, tras su detención, cuando la Guardia Civil la traslada a un hospital, ante la sospecha de que está en pleno brote psicótico.

El médico resume el relato de María en ese momento, a las 23.30, cuando han pasado poco más de doce horas desde su detención y unas cuantas menos desde que se han hallados los cuerpos de sus hijos: “es conocedora de la existencia de una secta, cuyo objetivo es matarla para adquirir su genética. La secta está constituida de familiares, vecinos, amigos e incluso su propia pareja. Posee comunicación con Dios, que le orienta sobre cómo actuar. Confiesa que Dios le dio poderes, habla de ser Eva y María Magdalena…”

Han pasado varios meses desde ese momento, cuando fue detenida. En la primera entrevista, realizada el pasado 3 de junio, algo menos de tres meses después de su detención, ya da una versión algo distinta sobre la noche de los hechos: “Salí a fumar a la terraza y de repente vi a la niña muerta, pensé que la secta había matado a mi hija, entré en la casa y mi hijo no estaba, le encontré al borde de la piscina. Enterré a mi hijo en un montón de tierra, donde él solía jugar. A mi hija la enterré en otro montón de tierra donde solía pasear con ella. Desperté a Gabriel y le dije que sus hijos estaban muertos, que los había matado la secta”.

Y después de esta hay dos entrevistas más. En la segunda, que tiene lugar un mes después de la primera, cambia completamente la secuencia de los hechos: “Ha tenido que ser Gabriel el que los ha matado. Yo pienso que nos iba a matar a todos. Él me despertó, salí a la terraza y vi a los niños. Los enterré donde habían jugado”.

En la tercera vuelve a la idea de la secta asesina, de la secta que ha matado a sus hijos. Aunque, apostilla, que piensa que es Gabriel quien ha causado la muerte de sus hijos. Lo cierto es que en las tres entrevistas continúa con sus delirios, tal y como señalan los médicos forenses, que, recordemos, dejan claro que la mujer no puede ser responsable de sus actos, por terribles que nos parezcan.