TERRITORIO NEGRO

Territorio Negro: La jauría de Alicante

Mucho se ha hablado desde los primeros días de este 2019 de una agresión sexual en grupo ocurrida en Callosa d’en Sarria (Alicante). La víctima, una joven de 19 años. Los autores, cuatro hombres de entre 19 y 24 años. Todos ellos están encarcelados tras ser detenidos por la Guardia Civil después de que fueran sorprendidos in fraganti agrediendo a la chica en un sótano donde celebraban el fin de año. Son conocidos como la manada de Alicante, aunque preferimos referirnos a ellos, después de haber accedido a todas las diligencias del caso, como una jauría, porque, ya verán, su forma de actuar es terrible, mucho peor que la de cualquier grupo de animales.

Manu Marlasca y Luis Rendueles

Madrid | 15.01.2019 17:08 (Publicado 15.01.2019 15:14)

Viajemos, en primer lugar, hasta la localidad de Callosa d’en Sarria, en Alicante, y hasta la tarde del pasado 1 de enero. En la sede de la Policía Local de ese pueblo se presenta una mujer, que hace una revelación sorprendente.

Esta mujer es Eva Beatriz, hermana de Carlos Enrique, uno de los jóvenes detenidos. La chica cuenta que otro de sus hermanos, Wilson David, ha descubierto que Carlos y otros tres amigos tenían en un sótano de su casa a una mujer desnuda y en estado de embriaguez.La denunciante acude hasta la Policía Local para que avisen a algún médico, porque, según ella, la chica retenida precisa asistencia.

A partir de ese momento, la Policía se moviliza para atender a la víctima y buscar a sus agresores. No tienen que ir muy lejos para encontrarlos. La Policía Local sube a Eva Beatriz a un coche patrulla y de camino a la casa encuentran a uno de los implicados, Alex Eduardo, un joven de 19 años, que ya se había marchado del lugar del suceso. Al llegar al piso, identifican a los otros tres, Joffre Gerardo, de 22 años, Luis Jonathan, de 24, y Carlos Enrique, de 21, el hermano de la denunciante.

Allí también está la víctima, a la que llamaremos Carla para preservar su identidad. La Guardia Civil describe en el atestado el estado de la mujer: “en gran estado de embriaguez, llorando, en alto estado de nerviosismo, desorientada, hablando sola y desconociendo dónde se encuentra y con quién, no pudiendo facilitar ni sus datos de filiación”.

La mujer, de tan solo diecinueve años, no es capaz ni de decir su nombre. En el mismo escenario, están la víctima, tres agresores y los denunciantes, familia de uno de los denunciados. ¿Qué ocurre en esos primeros minutos?

La escena tiene tintes surrealistas y, sobre todo, deja clara la catadura moral de estos tipos. La madre de Carlos Enrique cuenta a los agentes que escuchó unos ruidos en el sótano y que bajó a ver qué estaba ocurriendo. Allí se encontró a la chica semidesnuda y a cuatro hombres alrededor de ella, uno de ellos subiéndose los pantalones. Avisó a su hijo mayor, un hombre de 30 años, que bajó al sótano y vio la misma escena, por lo que decidieron que su hermana fuese a denunciar lo ocurrido, porque temían, dado el estado de la chica, que le pudiese pasar algo.

Al llegar los policías y un agente de la Guardia Civil, comprueban que la joven está semiinconsciente y preguntan a los tres jóvenes que quedaban en la vivienda qué había ocurrido. Los tres cuentan que conocieron a Carla a las siete de la mañana en un local de Benidorm y que han estado con ella de fiesta desde entonces. Sin que nadie le preguntase, Joffre dice que no tiene nada que ver con lo que ha pasado en el sótano, que han sido sus tres amigos los que han tenido relaciones sexuales –eso sí, consentidas– con la mujer. Otro de ellos, Luis Jonathan, dice que él solo ha tocado a la chica, que han sido sus amigos Joffre y Carlos los que han tenido relaciones con penetración. Y todos dicen que hay un cuarto implicado, Alex, que se marchó del lugar tras ser sorprendidos por la dueña de la casa.

Es decir, que se echan la culpa unos a otros. En ese momento, todos son detenidos y lo primero que hacen los agentes es recabar el testimonio de esa mujer a la que llamaremos Carla.

Naturalmente, todos, que están bastante borrachos –recuerden, son las seis de la tarde y llevan de fiesta desde la noche anterior–, son arrestados allí mismo y el que había salido de la casa es detenido en su domicilio. A la chica no hay forma de tomarle declaración, porque su estado no lo permite. Es a la mañana siguiente cuando pueden escuchar el relato de la víctima.

Carla cuenta que salió a celebrar el fin de año con su tía y con su primo. Estuvo bebiendo por varios locales de Benidorm y en la calle se encontró con Joffre, al que conocía de tiempo atrás, a primera hora de la noche. Posteriormente, a eso de las cinco de la mañana, se lo volvió a encontrar en un local y Joffre le presentó a sus amigos Luis Jonathan y Carlos Enrique y le ofreció seguir la juerga con ellos. Joffre le dice que tenían todo tipo de alcohol y drogas, pero la chica decide quedarse con una amiga y declina la invitación. Pero el azar quiso que Carla se volviese a encontrar con Joffre horas después, cuando entró en un bar a comprar tabaco. Es en ese momento cuando decide seguir de fiesta con él y sus amigos, porque su amiga le dijo que se iba a ir a casa.

Estamos hablando ya de la mañana del 1 de enero. Y supongo que a esas horas, Carla ha consumido ya bastante alcohol y, por tanto, es una persona vulnerable, una presa perfecta para estos tipos.

La mujer contó en su declaración que en su casa tomó dos piñas rellenas de fruta regada con Malibú y dos latas de cerveza. Después se bebió varias cervezas y en la casa a la que acudió con Joffre y sus amigos consumió dos o tres combinados de ginebra y otros tantos chupitos de tequila. La chica dijo que Joffre le animaba a beber y le decía que él mismo la llevaría luego a casa o le pagaría un taxi.

Carla dijo que lo último que recuerda es estar bebiendo en el salón de la casa de Benidorm a las dos de la tarde. Tiene un enorme vacío. Contó que en el hospital se dio cuenta de que llevaba una chaqueta que no era la suya, que el mono y la ropa interior las tenía puestas al revés y aseguró que durante la juerga ninguno de los chicos le hizo ninguna propuesta sexual, que ella no se quitó la ropa y que tenía un vago recuerdo, una imagen borrosa de estar como en el campo, con arena, matorral y algo de césped y con varios chicos encima.

La chica, ya sea por lo que bebió o porque le suministraron alguna droga para anular su voluntad, no recuerda absolutamente nada de lo que le sucedió.

Carla volvió a las dependencias de la Guardia Civil horas más tarde, muy mejorada, descansada y duchada. Entregó sus ropas y dijo que recordaba algo más: haber estado tumbada e inmovilizada boca abajo, que sintió como si le rompieran la ropa y que tenía arañazos por la espalda. Pero, además, la Guardia Civil encontró a un par de testigos bastante valiosos. Cristino es el dueño del piso de Benidorm al que acudieron los detenidos con la chica y, además, conocía a Carla. Cuenta que todos aparecieron por allí en torno a las siete de la mañana, que él se fue a trabajar a las once y que hacia las dos o las tres de la tarde comenzó a recibir llamadas de su compañero de piso, Juan, para que echase de casa a los chicos, porque estaban molestando mucho.

Juan es uno de los testigos más importantes, porque declara que, tras trabajar toda la nochevieja en un local, llegó a la casa de Cristino –donde tiene alquilada una habitación– en torno a las ocho y media de la mañana y que poco después le despertaron los gritos de una mujer diciendo “no, no”. Se levantó y trató de entrar en el cuarto de baño, el lugar del que procedían las voces y vio salir a Carla, que se abrazó a él. Describe que la mujer tenía el vestido rasgado, que él le dejó una camisa y que todos estaban bastante borrachos.

Además, cuenta una escena terrible, que reproducimos textualmente: “a la chica la estaban zarandeando entre todos los chicos, tirándola en el sofá cama del salón. Ella tenía el vestido completamente desgarrado, sus zapatos estaban tirados, su estado era muy malo, como si no se enterase de nada, muy mareada. En un momento, Joffre agarró a la chica, inmovilizándola, y el resto de los chicos se pusieron a tocarla y a magrearla”. Todos salieron de allí hacia las once y media de la mañana, cuando amenazó con llamar a la Policía.

Atención a ese dato: aún no son las doce de la mañana y Carla ya estaba siendo víctima de esta jauría. Y no es hasta las seis de la tarde cuando acaba el tormento de Carla. Y, claro, no sabemos nada de lo ocurrido entre ese momento y en el que son sorprendidos por la madre de uno de los detenidos.

No sabemos casi nada, solo lo que ocurre durante 5 minutos y 33 segundos, lo que dura un vídeo que la Guardia Civil encontró en el teléfono de Luis Jonathan, uno de los detenidos, que voluntariamente facilitó las claves del teléfono y accedió a que extrajesen el vídeo. El contenido de esa grabación es verdaderamente repugnante.

La jueza que envió a prisión incondicional a los detenidos hace una muy somera descripción de él y lo convierte en principal prueba de cargo contra ellos: “sumamente degradante y vejatorio y de extrema dureza, pudiendo observar como la víctima no tiene ningún control sobre sí misma, no es capaz de moverse o de erguir siquiera la cabeza, se oyen quejas, gemidos, alcanza a decir únicamente ‘no, no, nooo’ en varias ocasiones, escuchando alguna queja ahogada, se supone por estar tapándole la boca, ya que en la propia grabación se escucha a uno de los detenidos decir ‘me mordió los dedos’; se puede observar como no es capaz de moverse, en todo momento es manejada por los detenidos, observándose como es penetrada por varios de ellos, como los cuatro la agreden sexualmente, mientras hablan, incluso se escucha alguna risa, y tiene el control absoluto de la situación”.

Recordemos que en el caso de la agresión de Pamplona apenas hay 70 segundos recogidos y aquí hay cinco minutos y medio que, por lo que contáis, deben ser terribles.

Quienes lo han visto –nosotros, no– así lo califican, desde luego. La Guardia Civil hace un detallado informe, describiendo casi segundo a segundo las imágenes. Y su lectura es más que suficiente para repugnar a cualquiera. Vamos a entresacar algunos pasajes, omitiendo partes muy explícitas y desagradables. “El vídeo se inicia con un sonido gutural de la víctima que en ningún momento se puede calificar agradable y da la sensación de que la víctima tiene la boca tapada… En el segundo 13 se escucha claramente como la víctima dice nooooo como protesta, lamento y grito desesperado a la vez”.

La Guardia Civil describe como todos penetran con sus miembros y sus dedos a la chica, mientras la manosean: “la víctima murmura algo ininteligible, mientras los detenidos hablan con ella y se ríen, con azotes en el culo y moviendo a la víctima como quieren”. En otra parte del informe, se cuenta como la chica no puede ni mantenerse en pie, como la sujetan y se la pasan de uno a otro: “se escucha a la víctima lamentarse, dice palabras ininteligibles, se la escucha quejarse diciendo ‘ay nooooo’… la víctima vuelve a quejarse, le están haciendo daño indudablemente… Aquí la sensación de dominio sobre la víctima es apabullante, todos encima de ella en una mezcla de manos por todas partes, hasta tal punto que uno de los detenidos dice ‘oye, no me toquéis la verga, maricones, que estabais tocándome a mí”.

Desde luego, no parece que haga falta ver el vídeo para hacernos una idea del tormento que pasó esta chica, recuerden, de 19 años recién cumplidos. Aquí no parece que nadie se atreva a sembrar la duda sobre el consentimiento o no de la mujer.

No parece que esa pueda ser la línea de la defensa. La Guardia Civil, por si acaso, se encarga de dejarlo bien claro en su informe: “Del contenido íntegro del vídeo se puede observar como los detenidos, cuando hablan, no parecen afectados por el alcohol. Bromean entre ellos, se coordinan perfectamente para mantener relaciones sexuales con la víctima, moviéndola a su antojo, ya que en todo momento está sujeta y rodeada por ellos. No se puede decir lo mismo de la víctima. Se escucha nada más empezar el vídeo una clara negación, así como varias más a lo largo del vídeo, lamentos, quejas y sus facultades completamente mermadas productos de la ingesta de alcohol o de otras sustancias. En un momento dado llega a morder el dedo de uno de los detenidos.

¿Quiénes son estos tipos? ¿Qué dijeron tras ser detenidos?

Pues todos dijeron que no se acordaban de nada, solo uno, Carlos Enrique, reconoció haber mantenido relaciones con la chica, aunque dice que con su consentimiento, sin forzarla. Todos los detenidos son nacidos en Ecuador, al igual que la víctima y solo uno de ellos tenía antecedentes. Y, lo más sorprendente, es que tras conocerse lo ocurrido, han aparecido nuevas denuncias contra ese mismo tipo, Joffre, un individuo de 22 años.

Joffre fue condenado a trabajar 31 días en beneficio de la comunidad por un delito de lesiones en el ámbito familiar tras una rebaja de pena por las dilaciones indebidas que retrasaron el juicio. El joven ecuatoriano fue detenido en el verano de 2015 en Benidorm por propinar un bofetón y una patada a su novia, que entonces era menor de edad, y causarle lesiones que requirieron asistencia médica. Los hechos tuvieron lugar en la madrugada del 6 de julio de 2015 durante una discusión que mantuvo la pareja en el hotel donde trabajaba Joffre. Tras instruir la causa el Juzgado de Primera Instancia e Instrucción número 1 de La Vila Joiosa, el fiscal pidió un año de prisión para el procesado tras tipificar los hechos como un delito de lesiones en el ámbito familiar, pero la fecha del juicio no se fijó hasta el 12 de noviembre de 2018. Tres años después de la agresión, la acusación y la defensa llegaron a un acuerdo y solicitaron al magistrado titular del Juzgado de lo Penal número 5 de Alicante que dictara una sentencia de conformidad, que se quedó en esa leve condena.

Y además, ahora han aparecido más mujeres que le denuncian. Hasta tres… Al día siguiente a la detención del grupo, una menor de 17 años presentó una denuncia por un intento de agresión sexual y abusos sexuales contra él. Los hechos se produjeron, según la denuncia, en octubre de 2018 cuando el detenido llevó engañada a la víctima en su vehículo a Callosa d’En Sarrià e intentó con amenazas mantener relaciones sexuales con ella e introducirla en su casa. La joven consiguió zafarse y huir del agresor.

La segunda denuncia hacia Joffre parte de una mujer de 22 años que, al conocer la detención del presunto agresor, aseguró que, estando en casa con su expareja (otro de los detenidos) en enero del pasado año, se presentó ese hombre junto a otro amigo, que permanece sin identificar hasta el momento, y que tanto su expareja como ella perdieron el conocimiento hasta el día siguiente cuando se despertó desnuda de cintura para abajo y con lesiones internas.

La tercera denuncia la presentó una expareja, una chica de 18 años, que ha señalado que durante un viaje realizado en junio de 2018 con unos amigos, el hombre la obligó por la fuerza a mantener relaciones sexuales tras una violenta discusión.