EL BLOG DE TERRITORIO NEGRO

El Bizco, el puticlub y los crímenes de Don Benito

Policía y Guardia Civil buscan por tres asesinatos a José Sánchez Mauriño, vecino del pueblo de Don Benito, en la provincia de Badajoz. Mauriño, a quien algunos llaman El Bizco, huyó el pasado 17 de marzo tras disparar y matar al camarero del club de alterne El Tabarín y a dos internos de un centro de rehabilitación de drogadictos. Hoy, en Territorio Negro, nos sumergimos en la historia de El Bizco, en la de sus víctimas y hasta en la cronología criminal de Don Benito, un pequeño pueblo marcado por otros dos asesinatos cometidos hace ciento diez años.

ondacero.es

Madrid | 26.03.2012 18:49

La Policía Nacional vigila el acceso a de entrada del club de alterne "Tabarín", ubicado en Don Benito.
La Policía Nacional vigila el acceso a de entrada del club de alterne "Tabarín", ubicado en Don Benito. | Agencia EFE

Vamos a empezar por el asesino que aún hoy sigue fugado. Se llama José Sánchez Mauriño y que no es un desconocido para la policía…Ni mucho menos. José Sánchez Mauriño, un hombre de 44 años a quien llaman El Mauriño o El Bizco, pertenece a una familia conflictiva de Don Benito. Allí muchos temen a Los Mauriño, sobre todo los vecinos de la vieja barrida de El Noque, donde aun viven los cinco hermanos. Tres de los cinco Mauriños, como les llaman en el pueblo, han pasado por prisión. De hecho, El Bizco, el asesino ahora fugado, es un delincuente habitual, antiguo toxicómano, sin oficio conocido, que recuperó la libertad a finales del pasado año.

Salió de la cárcel en diciembre pasado y ha matado a tres personas en marzo, apenas tres meses después. ¿Por qué había estado entre rejas este Bizco? El 15 de marzo de 2000, hace ahora doce años, El Bizco apuñaló a un hombre en el bar El Faro, de Don Benito. La víctima se salvó de milagro de un ataque –El Bizco le metió cuatro puñaladas– desproporcionado y absurdo. Los dos ni se conocían ni siquiera habían hablado.

El Bizco le pidió dinero al hombre, mientras los dos estaban dentro del bar. Éste no le hizo caso, le apartó y siguió su camino en dirección a los servicios. Mientras tanto, Mauriño salió fuera, cogió un cuchillo de su coche y regresó al bar. A su regreso, en la barra estaba aquel hombre y El Bizco, sin más, se tiró sobre él y la clavó el cuchillo cuatro veces antes de salir huyendo.

Eso hizo este hombre hace doce años. Recordemos que ahora está fugado por otros tres asesinatos, cometidos hace nueve días. ¿Qué ocurrió entonces?

El Mauriño es un delincuente muy escurridizo y tiene mucha familia. Hace dos años se escondió durante más de seis meses. Fue detenido el 28 de septiembre de 2000 y solo le encontraron porque, parece que está en su naturaleza, se metió en otro lío: robó un coche y cuando iban a detenerlo en Mérida, amenazó a un policía con una pistola.

Y fue juzgado y condenado a prisión, de donde salió a finales del pasado año. Al Bizco le cayeron ocho años de prisión y le condenaron a pagar 36.000 euros a su víctima, que al final sobrevivió. Nunca pagó, porque se declaró insolvente. Cumplió su pena por sus delitos –ese intento de asesinato y algún robo más– y salió a la calle poco antes de las Navidades pasadas. Volvió a su casa familiar en Don Benito.

Y así llegamos a la noche del 17 de marzo en las afueras del pueblo. En un club de alterne que se llama El Tabarín. Allí llega El Bizco con un amigo, un tal Carlos Torres.

El Tabarín, que está a dos kilómetros de Don Benito, en la carretera que va a Miajadas, se ha convertido en el puticlub de referencia de la zona. Allí se ganan la vida 15 mujeres. Y pese a que su decoración puede ser la tópica de un club, con una enorme boca y labios rojos de mujer como puerta de entrada a los reservados, escayola gris y una máquina tragaperras junto a la barra, El Tabarín no es un local de alterne normal.

El Tabarín tiene otro local pegado, pared con pared. Y no es otro puticlub, ni una discoteca, sino un centro de rehabilitación de toxicómanos, donde unos 18 hombres y mujeres tratan de dejar las drogas.

El dueño puticlub El Tabarín y el mecenas del centro de ayuda a drogadictos, un lugar donde los enfermos que acuden a rehabilitarse, comen, viven y duermen sin pagar un euro mientras se recuperan y que se llama Tu Paz es Posible, es la misma persona, don Mariano.

Mariano es un señor maduro, separado y con tres hijos. Lo que él cuenta es que hace unos treinta años montó allí una especie de complejo de hostelería, el típico restaurante de carretera con zonas para niños y hasta una pequeña piscina donde acudían familias enteras y de noche era también una discoteca.

En el principio, que diría el clásico, fue el puticlub. Hace unos 15 años, Mariano, el empresario tuvo problemas de licencias y permisos con su viejo negocio, el del restaurante familiar y discoteca. Él asegura que entonces, a finales del siglo pasado, "unas personas y unas circunstancias me obligaron a cerrar".

Y como le faltan permisos para seguir con su restaurante, este hombre abre un puticlub. Esa es su versión, claro. Don Mariano cuenta que hace unos quince años decidió poner un anuncio en Segunda Mano, aquella publicación de toda clase de ofertas de pisos, trabajos... que hizo furor en aquellos años. Y al anuncio respondieron decenas de mujeres. Y El Tabarín empezó a funcionar y a ser un buen negocio hasta hoy.

El puticlub no ocupa todo el terreno de Mariano, la inmensa finca que tenía. Así que hace un año abrió el centro donde pueden ir a vivir y curarse los drogadictos de manera gratuita. La versión del dueño del burdel es que un familiar suyo murió por la droga y que por eso lo abrió. No falta quien añade que esperaba contar con subvenciones de la Junta de Extremadura –que ya tiene pedidas– para este segundo local.

Estamos en ese, vamos a decir surrealista lugar, en una carretera muy cerca de Don Benito, la tarde del sábado 17 de marzo. Unos 15 o 20 drogadictos están en el local de la izquierda, el Tu Paz es Posible, con sus terapias y un cartel que dice Párate y Reflexiona. Y en el de al lado, tras otro cartel que pone Sala de Fiestas El Tabarín, están unas 15 o 20 mujeres ejerciendo la prostitución. Y allí llegan y aparcan El Bizco, un delincuente recién salido de prisión, y un amigo.

Lo que ha contado Carlos Torres, que fue el compañero de juerga de El Bizco aquella tarde, es que los dos estuvieron drogándose y de botellón con un tercer conocido en un parque de Don Benito. Que luego se quedaron ellos dos solos y que El Bizco le propuso ir al puticlub, que él le invitaba.

Los dos llegan al puticlub de Don Benito borrachos y drogados. El dueño del puticlub, Mariano, dice que eran los únicos clientes. Y que exigieron que les invitaran a algo. El dueño aceptó para evitar problemas. Torres asegura que él se queda tomando algo en la barra mientras El Bizco contrata los servicios de una prostituta y sube con ella a una habitación de El Tabarín. El dueño, Mariano, se fue entonces a cenar y dejó a cargo de todo a Agustín Estirado, su mano derecha.

El Bizco paga por tener sexo con esa mujer. Pasa una media hora y reaparece el tipejo este, más enfadado aun, con más ganas de bronca. Discute porque no quiere pagar a la chica. Otros dicen que exige que le dejen repetir con ella sin pagar. La chica y el camarero se niegan y El Bizco y su amigo Torres salen del puticlub y van al coche. El Bizco ya tiene en mente que va a repetir lo que hizo en el bar de Don Benito doce años atrás…

Hay dos versiones sobre los asesinatos. Su amigo Carlos Torres ve como El Bizco coge una pistola del coche, un Ford Sierra rojo. “¿A dónde vas con eso?, le dice; El Bizco responde: “No pasa nada, es de fogueo”. Torres no se fía, o eso dice él, y le quita la pistola. Entra en el club con ella, pero va tan puesto de alcohol y droga que la pistola se le cae. Así que vuelve a salir. Por allí está El Bizco. Y lleva una escopeta.

Y amenaza con ella al que le echó del local, el encargado, el camarero, un hombre de 47 años y padre de tres hijos.  Se llamaba Agustín Estirado. El Bizco le obliga a darle todo el dinero de la caja, unos 300 euros. Y luego, y con una crueldad que asusta, le descerraja varios tiros de escopeta. Lo deja muerto en el suelo y sale del puticlub rumbo al aparcamiento.

El compañero de juerga de El Bizco sale aterrorizado de allí, pero el asesino mató a dos personas más…

Fermín Corbacho, de 49 años, y Santiago Sánchez, de 41 años. Eran dos de las personas de ese peculiar centro de rehabilitación no reconocido por las autoridades ni la federación de ayuda extremeña a drogodependientes. El director de Tu Paz es Posible, José Antonio Ravelo, contó que eran sus dos personas de su confianza, que ya ni siquiera tomaban metadona. Sus familiares, todos, estaban muy orgullosos de ellos, de su fuerza de voluntad para dejar las drogas. Y aseguran que acudieron a la puerta del puticlub al oír los disparos contra el camarero, no olvidemos que los locales están puerta con puerta.

Pero hay otra versión de cómo ocurrieron los hechos, respaldada por varios testigos. Estos han contado a la policía que los primeros disparos se oyeron fuera del puticlub, que el Bizco primero mató a los dos toxicómanos en rehabilitación porque estos echaban una mano en el puticlub y estaban en la puerta cuando el asesino entraba con la escopeta en la mano.

O sea que es posible que utilizaran a toxicómanos como empleados de su puticlub. Es decir, se matiza esta historia de mecenas de don Mariano. En cualquier caso, dos inocentes que fueron también asesinados por El Bizco. Recordemos que este tipo sigue fugado aún...

Las dos víctimas procedían de familias humildes de Don Benito y Guereña, las dos familias pasaron un calvario por sus problemas con la droga y los dos han dejado dos hijas huérfanas de padre.

Y contamos también de la historia de ese camarero del puticlub, la tercera víctima de El Bizco… Porque siempre se habla de historias tristes o duras de mujeres. Y en los puticlubs hay también vidas como la de Agustín Estirado, un hombre de 47 años, al que la droga casi le arruina la vida, que pasó por la cárcel y que al salir, y llevando una pulsera de control telemático, de esas que se colocan a maltratadores y otros delincuentes violentos, fue a pedir trabajo al puticlub El Tabarín.

Y el peculiar empresario le dio trabajo. Y allí le mataron, justo cuando ese hombre se había reinsertado o al menos estaba en camino de ello.

Agustín llevaba cuatro años trabajando en el club y no probaba ni alcohol ni drogas. El dueño, Mariano, estaba muy contento con él. No había tenido ni un problema más con la justicia e incluso ayudaba a los vecinos del puticlub, los drogadictos en rehabilitación, hasta les compraba algo de comida.

Hemos dejado un cabo suelto, el amigo de El Bizco, Fue detenido allí mismo, en el lugar de los crímenes. Carlos Torres es también un viejo conocido de la policía, pero con un perfil distinto al de El Bizco. Tiene 37 años y en 1998 fue condenado a un año de cárcel por robar a cuatro jóvenes que hacían botellón en Cáceres. Torres se vio envuelto en otros incidentes callejeros, pero nada que ver con la violencia que emplea El Bizco.

Y este hombre está en libertad porque el juez ha creído su historia… Si. Y porque los testigos lo avalan. El no disparó ni supo que iban a hacerlo, salió corriendo de la zona y luego fue detenido. El Bizco, en cambio, tras el triple crimen, regresó a su barriada, donde algunos han contado a la policía que aseguró que había matado al dueño y al encargado del puticlub, y nunca más ha sido visto.

Es un tipo muy peligroso, muy violento, ha matado a tres personas, la policía ha distribuido su fotografía y ahora se le busca no solo por Extremadura, también por Andalucía y Portugal. En fin, de momento es un fugitivo y está impune, igual que parecía impune un crimen de hace 110 años y que fue bautizado con el nombre del pueblo, el crimen de Don Benito…

Vamos a acabar el Territorio Negro de hoy con unas notas históricas. Hay veces que los crímenes son tan horribles que se bautizan con el nombre del pueblo en el que suceden o del que son las víctimas. Los oyentes se acordarán de las niñas de Alcásser o de los crímenes de Puerto Hurraco, por ejemplo. Cuando los crímenes ocurren en grandes ciudades se pone el nombre de la calle (así ocurrió con el crimen de la calle Fuencarral en Madrid o el crimen de la calle Legalidad, en Barcelona). Y en Don Benito, los crímenes que bautizaron al pueblo ocurrieron en 1902.

Viajemos entonces a principios del siglo XX y a lo que entonces era un muy pequeño pueblo en Extremadura. Y donde vivía una chica muy joven, muy humilde y muy guapa.

Se llamaba Inés María Calderón Barragán, tenía 18 años y los informes dicen que sí, que era muy hermosa y que vivía en Don Benito con su madre, una mujer viuda llamada Catalina. Madre e hija alquilaban una habitación de su casa a un joven médico llamado Carlos Suárez, que pasaba consulta allí a los vecinos. Era una familia humilde y la joven era pretendida, hoy diríamos acosada, por el cacique del pueblo, un hombre de 32 años al que todos llamaban don Carlos.

La joven rechazó a don Carlos, al cacique de Don Benito, y ¿qué ocurrió? El 20 de julio de 1902, Pancha, la mujer que les llevaba la leche, encuentra los cadáveres de Inés y de su madre. Las habían asesinado y al menos a la hija intentaron violarla antes de apuñalarla 21 veces. Esta historia terrible la recreó en 1914 el novelista Felipe Trigo en una novela que llamó Jarrapellejosy muchos años después, a finales de los ochenta, la llevó al cine Antonio Giménez Rico en una peli que estaba bastante bien. En la peli, el cacique era Antonio Ferrandis y la chica del pueblo, Aitana Sánchez Gijón.

Volviendo a la historia real, la de ese horrible crimen de Don Benito, ¿se detuvo a los culpables?

Se detuvo muy pronto al médico que vivía con las dos mujeres y al novio de Inés, un joven llamado Saturio Guzmán. Los dos mantuvieron su inocencia a pesar de que se les torturó, entre otras cosas, clavándoles astillas en los dedos. Pero 44 días después del crimen, un valiente joven del pueblo se presentó ante la Guardia Civil y dijo que había visto al cacique de Don Benito, un amigo suyo y un sereno del pueblo entrando en la casa de las dos mujeres la noche del crimen. Tuvieron la mala suerte de que era noche de luna llena y el testigo se mantuvo firme.

Y los tres criminales fueron condenadosPedro Cidoncha, el sereno que engañó a las mujeres para que le abrieran la puerta aquella noche, fue condenado a cadena perpetua; el cacique, don Carlos, y su amigo y compañero de juergas, don Ramón Martín de Castejón, fueron condenados a muerte, que se les dio por garrote vil. Y fue una muerte lenta, cuentan las crónicas de los territorios negros de entonces, porque don Ramón tenía el cuello muy gordo y no murió hasta el tercer intento, mientras don Carlos se orinó encima de miedo.