Las tintorerías son esos locales en los que podemos ver prendas colgadas de raíles y trajes de comunión, túnicas de cofrades, ropas de abrigo o vestidos de flamenca, entre otros, acompañados de los profesionales que las limpian y las tratan para garantizar su buena conservación y su limpieza. La práctica de este oficio milenario ya era conocida por los egipcios, los romanos y trabajada por la cultura persa, china e india, y hoy, en 'Julia en la Onda', hablamos con varios profesionales de uno de los oficios más antiguos y desconocidos: los tintoreros.
Pilar Ballesteros es la encargada de regentar 'Tintorerías Ronsel', en Madrid, aunque no le ha dedicado toda su vida al oficio ya que hace unos años se dedicaba al mundo de la consultoría. En un momento dado decidió cambiar completamente de registro y montar su propia tintorería: "quería montar algo, y ví que el concepto de tintorería tradicional se estaba agotando y pensé que había futuro y que era un oficio que sigue siendo necesario".
Javier Escorial, por su parte, sí que encontró en la tradición familiar el amor por el oficio, y actualmente lo comparte en 'Tintorerías Esmo', en Sevilla, fruto del trabajo de su padre, quien la inauguró en 1982. A pesar de que al principio decidió estudiar informática, al poco tiempo descubrió que su vocación era continuar con el legado de su familia: "me cansé de aguantar los desplantes de mis jefes, y aunque para mi padre al principio fue un susto, luego fue bien".
Ambos coninciden en que, como usuarios, detectaron el mal efecto que producía el desorden, y optaron por centralizar el trabajo en otra superficie y "garantizar el orden y evitar que el local se impregne con el olor de los químicos necesarios para tratar las prendas". Asimismo, también confiesan haber tenido que invertir mucho dinero en máquinas que agilicen el trabajo y lo hagan más efectivo, y, en el caso de Ballesteros "apostar por la venta por Internet".