TERRITORIO NEGRO

Territorio Negro: Los secretos de la caza del pederasta

La semana pasada contamos detalles de la detención de Antonio Ortiz, el presunto pederasta de Ciudad Lineal, pero todos quedamos con ganas de saber más de este monstruo y de la operación Candy, el dispositivo de la policía que acabó con su captura. Y vamos a contar más cosas de este caso terrible.

ondacero.es

Madrid | 06.10.2014 18:20

Hoy Interviú publica lo que podría ser una explicación, esperemos que no un atenuante, de algunos rasgos del comportamiento de Antonio Ortiz, especialmente sus últimos ataques, más descontrolados y arriesgados. Porque en su casa, la policía encontró todo un catálogo de productos dopantes con efectos secundarios muy graves y muy peligrosos para los demás…

Ortiz era aficionado al culturismo y estaba obsesionado con su cuerpo, tanto que cuando ya estaba detenido y asistía a los registros, solo quiso beber agua. Pero, como muchos culturistas, sus músculos no provenían solo del ejercicio y de una dieta sana. La policía encontró en su poder Winstrol, Testosteron, Parabolan, Oxaver, Provirón, todos ellos productos que aumentan la masa muscular, pero que tienen unos efectos secundarios terribles para alguien como Ortiz.

Esos fármacos provocan, así lo dicen los informes médicos, un aumento exagerado del apetito sexual y de la agresividad. En los prospectos de algunos de ellos se especifica que su consumo puede causar erecciones frecuentes y persistentes, aumento de los impulsos sexuales y aumento de la agresividad. Y recordemos que Ortiz ya en 1998 agredió sexualmente a una niña, así que esos medicamentos, junto a su pulsión, su instinto o como queramos llamarle, le convertían en una bomba de relojería.

Ortiz podía estar tomando estos medicamentos precisamente para solucionar sus problemas de este tipo, pero es que, además, alguno de los fármacos que tomaba, como el Tamoxifemo, puede provocar falta de deseo sexual e impotencia. Lo cierto es que en alguno de sus ataques, el pederasta tuvo este tipo de problemas, lo que hizo aumentar su agresividad y hacer aun más daño a algunas de sus víctimas.

Precisamente esta semana algunas de esas niñas se tendrán que enfrentar a un trance como el de una rueda de reconocimiento, una diligencia que algunos han puesto en cuestión por la difusión de las fotos del detenido. Hasta su abogado anunció que denunciaría al ministro del Interior por la filtración de datos e imágenes.

Habría que aclarar que ni el ministerio del Interior ni la policía facilitaron imágenes de Ortiz, ni siquiera su identidad completa. Pero en la era de las redes sociales, acceder a su perfil de Facebook –que estaba abierto– fue muy sencillo una vez que se conoció su nombre. Y allí, en su perfil, tenía muchas fotos. Desde que fue detenido, la policía ha hecho un enorme esfuerzo porque no le podamos ver la cara, su aspecto actual, precisamente para que las ruedas de reconocimiento sean válidas. En uno de los registros le llevaron escondido en un camión de policía científica; en otro cegaron las mirillas de los vecinos… Nadie ha podido ver su imagen y, además, tras las primeras filtraciones del caso, la policía aprendió.

Se publicó que conducía un Toyota y cambió de coche; se dijo que tenía flequillo y se cortó el pelo… Así que cuando el equipo de la operación Candy tenía ya un retrato robot bastante preciso, gracias a las declaraciones de tres de las víctimas, no se lo entregaron a los agentes que participaban en el dispositivo, sino que cada día, a las cinco de la tarde, se lo enseñaban a los policías que tenían que buscarlo por los gimnasios del barrio. No querían bajo ningún concepto que se filtrase ese retrato robot, porque podría haber provocado que el agresor desapareciese. El comisario que dirigía las investigaciones les enseñaba el retrato robot y les decía una y otra vez lo que estaban buscando: “fuerte, musculoso, con las venas de los brazos marcadas, vestirá ropa deportiva, con un lunar o una verruga en la cara”.

Y, afortunadamente, contamos aquí la semana pasada, un policía le reconoció. Vamos a contar más cosas de sus ataques, de sus agresiones y hasta descubrir una de la que no se había hablado hasta ahora.

Es un episodio confuso, que le atribuye la policía. Se remonta al año 2013. Ortiz había abordado a una niña china, a la que vio salir de la tienda de chuches de sus padres con una llave colgada del cuello. La cría contó luego lo que fue el primer truco del pederasta. Se puso frente a ella con el teléfono móvil en el oído y dijo en voz alta: “sí, sí, ya veo que trae la llave, ya me encargo yo, yo la acompaño a casa”. No hablaba con nadie, pero fue suficiente para que luego la menor se creyera que ese hombre que se acercaba a ella y decía venir de parte de sus padres debía llevarla a casa. Allí fue donde supuestamente la agredió. La policía le ha imputado este ataque, pero será difícil que esta imputación se mantenga hasta el juicio.

Esa quizás no, pero hay otras incuestionables, como la de esa cría de origen dominicano, la última a la que secuestró, que tan buena descripción dio a la policía de su agresor, y que tan poco se ajustaba al modus operandi que hasta entonces empleaba el pederasta.

La policía está convencida de que aquello fue algo parecido a un impulso irrefrenable, a una pulsión quizá apoyada en esos fármacos que tomaba. La pequeña, de siete años, estaba haciendo pis entre dos coches. Se había alejado del grupo de niños con el que estaba jugando porque se enfadó con ellos después de que se rieran porque se había caído de la bici. Así, orinando, la sorprendió el secuestrador, que regresaba del gimnasio, paró el coche y la metió a la fuerza en el vehículo, algo que no había hecho desde 1998, tal y como hizo con su primer víctima.

No llevaba los sedantes, no tenía el piso vacío a su disposición, hasta olvidó apagar su teléfono, que es lo que habitualmente hacía cada vez que cogía una niña y así lo revela el análisis de su teléfono, que se ha convertido en una prueba fundamental contra él.

La verdad es que la semana pasada y ésta hemos hecho mucho hincapié en el trabajo de la policía, un trabajo que ya dijisteis que fue recompensado con 46 medallas a agentes participantes en esta operación. Pero hoy queremos revelar algunas cosas que no aparecerán en ningún documento relacionado con esta operación y que dejan a los periodistas en un lugar, cuanto menos, dudoso…

Creemos que deberíamos reflexionar sobre ello, desde luego. Algún medio de comunicación se puso en contacto con la familia de una de las víctimas –no diremos cuál­–, que están en una situación económica complicada. Los periodistas de ese medio ofrecieron 200 o 300 euros al padre de la menor, un hombre que está en paro, para que acudiera a un plató  y diera una entrevista en exclusiva. El hombre fue honrado y avisó a uno de los policías encargados del caso. Y lo único que pudo hacer este investigador fue entrar en la puja. Con 300 euros esa familia arreglaba el mes, el policía lo sabía, de forma que les dio 500 euros con la condición de que el padre no contara su tragedia en televisión. No nos preguntes, porque no sabemos del bolsillo de quién salió ese dinero, aunque sospechamos que no corrió a cargo de los presupuestos generales del Estado

Eso nunca acabaremos de saberlo del todo, pero lo que nos llega a nosotros es tremendo. La policía no se había enfrentado en las últimas décadas a un caso que generase tanta alarma social y eso tiene consecuencias terribles, especialmente en un momento como éste, en el que todo se difunde muy rápidamente y se amplifica. Vamos a revelar una conversación que da idea de la tensión vivida estos meses. Los interlocutores eran el director general de la policía y uno de los responsables de la investigación.

El pederasta había atacado ya un par de veces e Ignacio Cosidó, lógicamente, quería resultados pronto, quería saber cuándo darán con el tipo que aterrorizaba Madrid. El policía le dijo: como en cualquier asesino o violador serial, aprendemos de él con cada una de sus acciones, así que será más fácil cogerle si ataca a alguna niña más…Eso sí, si quiere, usted me cesa y gana un par de meses de tranquilidad.

Afortunadamente, ese investigador no fue cesado y se dio con el agresor, que fue detenido, recordemos, en Santander, por el GEO, algo que ha provocado también alguna polémica, acusando a la policía de sobreactuación.

El Grupo Especial de Operaciones de la Policía es su unidad táctica, un cuerpo de élite, reconocido entre los mejores del mundo. Han surgido voces criticando que detuviesen al pederasta, argumentando que era como matar moscas a cañonazos. La decisión de que intervenga el GEO es del responsable de la investigación, que lo solicita. La verdad es que el GEO garantiza casi al cien por cien que la operación va a ser impecable, sin incidentes y que al tipo no le iba a dar tiempo ni a moverse. Es una unidad de élite y en esta operación no es la única unidad de élite que ha intervenido.

En la operación Candy han participado agentes de unidades que no suelen estar en este tipo de operativosy eso es mérito del máximo responsable de la operación que, lejos de dejarse llevar por la vanidad o por el afán de recolectar triunfos para él o los suyos, recurrió, simplemente a los mejores en cada especialidad. Porque si el GEO es la mejor unidad a la hora de hacer una detención, también a Ortiz lo vigilaron y lo siguieron los mejores en ese campo.

Se trata de una unidad acostumbrada a vigilar, con medios humanos y técnicos, terroristas de ETA, yihadistas… Cuentan con las herramientas más sofisticadas para ello y con hombres y mujeres capaces de hacer un seguimiento a pie durante todo un día sin que el objetivo se entere de nada.

Cuando las cosas estaban ya avanzadas. Ya se conocía la identidad del pederasta, pero no se le podía perder la pista en ningún momento del día ni de la noche. Ellos fueron los agentes que le siguieron hasta Santander y que monitorizaron todos sus movimientos, sus contactos, sus conversaciones… Y, naturalmente, sin que él se enterase de nada. Ortiz estaba confiado, pensando que en Santander estaba a salvo, lejos de la presión que ya notaba en Madrid.

En Cantabria vivía en casa de sus tíos y pasaba mucho tiempo en el gimnasio. Estuvo vigilado allí cerca de tres semanas. En un momento determinado, le pidió a un amigo que le trasladase a Madrid. La policía le siguió en ese viaje y comprobó que trapicheó con algunas sustancias dopantes y se encerró en un piso de la calle del Barco para mantener relaciones sexuales con una mujer adulta, antes de volver a Santander.

Todos esos pasos fueron vigilados por los agentes, que también le grabaron con cámaras ocultas en alguno de los entornos que frecuentaba y tenían en todo momento controlados los dos teléfonos que habitualmente empleaba. Uno de ellos lo usaba solo para sus trapicheos con fármacos.

Y finalmente, Ortiz es detenido el pasado 24 de septiembre, a primera hora de la mañana. El momento de la detención también ha tenido su polémica, porque hay quien se hace una pregunta: si llevaba tres semanas controlado, ¿por qué se le detiene justo 24 horas después de la dimisión del ministro Ruiz Gallardón?

Hay quien ha visto en la operación Candy una cortina de humo y ya sabemos el éxito que tiene en España casi cualquier teoría conspiranoica, por enrevesada que sea. Pero esta vez hay una explicación. En primer lugar, hubo que esperar a acumular material probatorio, especialmente todo lo que se refería a los posicionamientos de los teléfonos de Ortiz en las fechas y horas de los secuestros, que son una prueba fundamental y que no es algo que llegue de manera instantánea.

Pero, además, la jueza encargada del caso estuvo de vacaciones hasta el pasado 22 de septiembre, es decir, hasta dos días antes de la detención. Ese mismo día, la policía le llevó la diligencia de informe y la solicitud de los registros de los domicilios de Ortiz. El día siguiente, 23, fue en el que se preparó el operativo, que incluía al GEO, al que encargaron el traslado del pederasta hasta Madrid. Así que no, no hay conspiración ni cortina de humo.

De la familia de Ortiz sabemos poco. La madre precisó de asistencia sanitaria cuando se enteró de que su hijo era el pederasta de Ciudad Lineal y pidió expresamente a la policía no estar con él en el registro de la vivienda de la calle Santa Virgilia. Pero había un problema: la madre tenía que estar porque era la propietaria y él también porque era el detenido, así que la policía se las ingenió para que no se viesen pese a estar en la misma vivienda.

Y de una hermana sabemos que se presentó en las instalaciones de la Jefatura Superior de Policía de Madrid exigiendo ver a su hermano. Los agentes, creyendo que estaba pidiendo algún tipo de trato de favor, le explicaron que eso no se hacía con ningún detenido. La mujer les dijo que quería verle solo para decirle que era un hijo de puta y un mal nacido.