Para muchos, es la ciudad más bella del Caribe y es que Cartagena de Indias lo tiene todo para serlo: un patrimonio histórico muy bien conservado, calles y plazas siempre llenas de vida, todos los colores del Caribe y, por supuesto, palmeras y el mar, que llega suave, sin huracanes, a sus murallas.
El explorador Pedro de Heredia fundó la ciudad en 1533, en un lugar que ya había llamado la atención de una expedición anterior, la de Rodrigo de Bastidas, por la excelencia de su bahía, muy cerrada. Los indios caribes que lo habitaron llamaban a aquel lugar kalamarí, que significa cangrejo, seguramente porque la bahía está definida por dos brazos que parecen las pinzas de un cangrejo que en su cuerpo tuviera alojada la ciudad. Los españoles la llamaron Cartagena, Cartagena de Poniente, porque encontraron parecida su bahía a la de la Cartagena española, la de Levante, la de Murcia.
Pronto, muy pronto, Cartagena de Indias se convirtió en el puerto más importante del Caribe español, el que reunía las mayores riquezas, procedentes en gran parte de Perú. La ciudad fue asaltada varias veces por piratas y corsarios, hasta que pudo completar todas sus defensas. En 1984, la UNESCO declaró Patrimonio de la Humanidad el centro monumental de la ciudad, el puerto y el conjunto de sus fortalezas, el más grande y completo sistema defensivo de todos los construidos durante el imperio español, el único que aún se mantiene enteramente en pie.
¿Qué ver en Cartagena de Indias?
Invitamos primero a visitar el centro de la ciudad, el corralito de piedra, le llaman todavía así porque está rodeado, casi, casi, por completo por la muralla que se completó a mediados del siglo XVIII.
Pero antes de cruzar la Puerta del Reloj, la puerta que en su origen daba acceso, con un puente levadizo, al interior del corralito, hay que visitar el Fuerte de San Felipe de Barajas, que se considera la obra más destacada y mejor conservada de la ingeniería militar española en América. Tiene la forma de un bonete, ese gorro de cuatro picos usado por los eclesiásticos. Conserva, en perfecto estado, las baterías, las garitas, el aljibe, los túneles subterráneos y muchos testimonios de sus pasadas batallas. Como está situado sobre un cerro, permite ver parte de la ciudad y por supuesto el mar, el puerto y la bahía cartagenera.
Después de la visita al castillo, se puede entrar en el corralito de piedra y cruzar la muralla por la Puerta del Reloj. Esta es la puerta principal de entrada a la ciudad amurallada.
En los tiempos de la colonia, la llamaron la Boca del Puente, porque estaba junto a un puente levadizo que unía el corralito con un barrio no amurallado llamado Getsemaní. Luego le vino el nombre de Puerta del Reloj porque está coronada por un bellísimo reloj del siglo XVIII. Cruzada esta puerta nos esperan calles adoquinadas, casas de colores con puertas de madera, aldabas centenarias para llamar a esas puertas, balcones orgullosos de sus flores, de sus buganvillas, monumentos, museos, iglesias. Y plazas. Las plazas son el centro de la vida -y de la música- en Cartagena de Indias.
La primera, nada más cruzar la Puerta del Reloj, se llama Plaza de los Coches. Está definida, bordeada, por antiguas casas coloniales con balcones de vigas y barandillas de madera, sobre arcos y soportales de tonos amarillos o cremas ocupados por bares, restaurantes o puestos como los que agrupa el llamado Portal de los Dulces, un buen sitio para tomar empanadillas de yuca, pastelitos de coco o pan de guayaba con un tinto, que es como llaman en Colombia al café solo. A poca distancia -todo el centro se puede recorrer andando-, está la Plaza Mayor, donde están la catedral, el cabildo y el Palacio de la Inquisición -hoy museo y sede del archivo histórico de la ciudad-, los edificios que alojaron las instituciones más importantes del periodo colonial. Al sur, bajando hacia el puerto, se encuentra otra plaza importante, la Plaza de la Aduana, donde se levanta la iglesia más llamativa de la ciudad, por su cúpula que parece importada de Florencia.
Y no podemos completar la visita sin pasear por otra plaza, la de la Trinidad, en el barrio de Getsemaní, barrio famoso porque dos de sus calles, el callejón ancho y el callejón angosto, están cubiertas por sombrillas de colores, que protegen del sol y algo más: yo creo que recogen de algún modo la música, habitual en estas plazas donde no faltan invitaciones para que aprendas a bailar champeta, cumbia, vallenato, salsa, mapalé, reguetón, las múltiples músicas que animan la vida en Cartagena.
La ruta de García Márquez
La casa de García Márquez se encuentra al norte de la ciudad amurallada, cerca del mar y del antiguo convento de Santa Clara. No se puede visitar, está cerrada. Pero suele ser el punto de partida de los tours guiados por la llamada ruta de García Márquez, un recorrido por lugares que aparecen en sus novelas, como el Portal de los Escribanos, del que habla en El amor en los tiempos del cólera, la estatua de la india Catalina, que aparece en El general en su laberinto, la catedral, que se menciona en El otoño del patriarca, o El café del mar, que aparece en varios relatos y es un sitio muy popular, muy visitado para disfrutar del atardecer, de las puestas de sol que son muy espectaculares, en Cartagena.