A lo largo de sus orillas se conservan restos de antiguas fortalezas hititas, pueblos kurdos y aldeas sumergidas por los embalses del gran proyecto hidroeléctrico del sureste de Anatolia.
El viajero destaca que “el paisaje es espectacular, con cañones profundos, montañas rojizas y una naturaleza que parece intacta”. Esta zona, menos turística que Capadocia o Estambul, permite conocer la Turquía más auténtica, donde la hospitalidad es parte esencial de la vida cotidiana.

Nemrut, el trono de los dioses
En el monte Nemrut, a más de 2.100 metros de altitud, se levanta el santuario funerario del rey Antíoco I de Commagene, del siglo I a. C. “Es uno de los lugares más impresionantes del mundo antiguo —dice Bermejo—, con gigantescas cabezas de piedra que contemplan el amanecer sobre el Éufrates.” Las esculturas colosales de Apolo, Zeus y Antíoco, esculpidas en piedra caliza, forman parte del Patrimonio Mundial de la UNESCO. Al amanecer o al atardecer, la luz dorada tiñe las montañas y convierte el paisaje en un escenario casi místico.
Kemaliye, el secreto mejor guardado de Anatolia
El recorrido continúa por Kemaliye, un pequeño pueblo de montaña en la región de Erzincan, considerado “uno de los lugares más bellos y desconocidos de Turquía”. “Es un laberinto de casas de madera, balcones floridos y calles empedradas colgadas sobre un cañón impresionante”, describe el periodista.
El valle, atravesado por el río Karasu, afluente del Éufrates, conserva antiguos senderos caravaneros, túneles excavados en la roca y puentes colgantes. Además, su entorno natural es hoy Geoparque Mundial de la UNESCO, un paraíso para excursionistas y amantes del ecoturismo.
