Un cañón muy, muy, profundo formado, sobre todo por la erosión del río Colorado que estableció parte de su curso hace seis millones de años en el área de drenaje de la meseta rocosa elevada que ocupaba este territorio. Una erosión impresionante: por la profundidad alcanzada seis millones de años después, más de kilómetro y medio de desnivel y sobre todo, porque a lo largo de los casi 450 kilómetros en los que el río crea y atraviesa el cañón, han ido quedando al descubierto estratos de rocas muy, muy, antiguas, de muy diferentes períodos geológicos y diferentes colores. Hay rocas que tienen casi 2.000 millones de años, otras que tienen 200, depósitos de lava, cenizas volcánicas, un completo relato de la historia geológica de Norteamérica vestido con una paleta de colores extraordinaria, única, que caracteriza el paisaje de este parque nacional. Colores rojos, amarillos, verdes, marrones, en diferentes tonos, que nacen de la presencia en las rocas de varios minerales, en particular del hierro.
Es un paisaje que sigue cambiando, la erosión continua y que sigue siendo estudiado por geólogos, paleontólogos e historiadores, que han establecido que esta región ha venido siendo ocupada por diferentes comunidades desde hace 12.000 años. Una larguísima historia que incluye y destaca nombres españoles. Los españoles que se encontraron con el Gran Cañón perseguían las Siete Ciudades de Oro del Reino de Cíbola.
El primer europeo que vio el Gran Cañón era un español
Era una leyenda medieval, la historia de siete obispos que, huyendo de la invasión árabe, habían cruzado el Atlántico y fundado siete ciudades de oro al otro lado del mar. Una leyenda que revivió en América con los relatos de Cabeza de Vaca y fray Marcos de Niza, que aseguraban haber oído hablar de ciudades enormes, ricas en oro, turquesas y perlas gigantescas. El virrey Antonio de Mendoza decidió entonces enviar en busca de las siete ciudades de oro a Francisco Vázquez de Coronado, el Coronado que se cita en la tercera película de Indiana Jones, cuando Indy se pelea por la cruz de Coronado. Coronado atravesó Sonora y Arizona, comprobó que las historias de fray Marcos eran falsas, pero aún así envió a dos grupos de sus hombres a continuar la búsqueda. El grupo que llegó más al norte estaba comandado por García López de Cárdenas, mano derecha de Coronado. Cárdenas y sus hombres realizaron una gran marcha, cruzaron el territorio de los indios havasupai y se encontraron con el borde sur del Cañón. No tenían agua.
Emplearon tres días intentando bajar al río, pero no lo consiguieron y tuvieron que retroceder, agobiados por la sed y el calor. Lo pasaron muy mal y López de Cárdenas, natural de Llerena, Badajoz, pasa por ser la primera persona del Viejo Mundo que tuvo ante sí el Gran Cañón, el primer visitante europeo.
El parque cuenta con cuatro áreas de acceso a los miradores y senderos
La mayoría de los 6 millones de visitantes que recibe el Parque cada año accede al Gran Cañón por el Borde situado en el Sur. Es el que tiene más miradores, más niveles de equipamiento, más oferta de actividades y más hoteles en las proximidades, sobre todo en torno a la pequeña localidad de Tusayan, a 12 kilómetros de la entrada al parque. Aquí, en el Borde Sur, nació el turismo en el Gran Cañón. Con la creación en 1905 del primer hotel, el Hotel El Tovar, que continúa activo. Para llegar al área de servicios del Borde Sur, junto al Centro de Visitantes, hay autobuses desde Tusayan y grandes áreas de aparcamiento, para quienes llegan en su propio vehículo, cerca del Centro de Visitantes.
Un lugar importante porque cuenta con mapas de toda la zona y porque es aquí, en este Centro, donde se informa de los horarios y recorridos que hacen los autobuses gratuitos que salen del aparcamiento principal y van parando junto a los 12 miradores de esta área del parque. También informan sobre los mejores lugares para ver atardecer, para ver las estrellas y sobre la larga lista de actividades y experiencias que se pueden vivir en el Gran Cañón, en bicicleta, helicóptero, avioneta, ala delta, lanchas motoras, balsas, canoas y andando: por los senderos clásicos o por los nuevos caminos accesibles.
Las más singulares, una en el Borde Sur y otra en el Borde Oeste. En el borde sur, la experiencia más singular, sin duda, es bajar al fondo del Gran Cañón en mula. Una tradición que se incorporó a la oferta de actividades hace casi un siglo. Y continúa. Hay diez cabalgaduras disponibles por día. La bajada al fondo del cañón se realiza en un viaje de dos días. Con estancia, de noche, en Phantom Ranch, el Rancho Fantasma, un alojamiento rústico, histórico, el único posible en el fondo del Gran Cañón, al otro lado del río.
Una experiencia muy atractiva, es cruzar la parte baja por dos puentes de hierro
Esta semana se ha abierto el plazo para optar a las plazas disponibles en la primavera de 2025. La otra actividad que destacaría, más fácil, y sin tanta anticipación en la reserva, es pasear por la pasarela Skywalk, construida en el extremo de un mirador con la forma de un semicírculo que en gran parte sobresale sobre el vacío. Te permite pasear sobre un suelo de cristal transparente, a 1.300 metros de altitud sobre el fondo del cañón. Se encuentra cerca del Borde Oeste, dentro de la reserva india de los Hualapai, 400 kilómetros al oeste del Borde Sur y unos 200 kilómetros al este de Las Vegas, donde hay también varias empresas que ofrecen vuelos en avioneta y helicóptero para sobrevolar el Gran Cañón.
Hay una canción del grupo Arizona que se llama Moving On, (Sigue adelante) que quiere expresar con su letra lo que significan las tierras de Arizona, del Gran Cañón, para estos músicos: un lugar que ha vencido y vence al tiempo, siempre adelante.
