La celebración del Rocío nació cuando aquel espacio era un vasto territorio natural, un cazadero famoso utilizado incluso por reyes como Alfonso X el Sabio en el siglo XIII. Se dice que el propio Alfonso X fundó una ermita en plena naturaleza, que en aquel entonces no contaba con la imagen de la Virgen, la cual apareció posteriormente, a principios del siglo XV. La imagen de la Virgen, de origen del siglo XIII y conocida inicialmente como Virgen de las Rocinas, fue hallada en un acebuche, en un olivo silvestre, por un cazador sevillano. La leyenda relata que la imagen desapareció y reapareció en el mismo lugar, indicando su deseo de permanecer allí. Más tarde pasó a llamarse Virgen del Rocío, Blanca Paloma y Reina de las Marismas, alcanzando gran fama en toda Andalucía y más allá.

La consolidación de la romería y las hermandades
Aunque la imagen fue venerada desde temprano, la romería como tal tardó en consolidarse. Se menciona la existencia de una ermita en 1335 y, poco después, una cofradía de monteros dedicada a la caza en la zona. El nombre "Nuestra Señora del Rocío" aparece en documentos de 1653, reflejando la evolución de la fiesta. Las hermandades, que constituyen el alma del Rocío, surgieron a mediados del siglo XVIII. En 1724 existían seis hermandades bajo el patronazgo de la de Almonte, entre ellas Pilas, Villamanrique y Sanlúcar de Barrameda. Durante el siglo XIX y XX, la cantidad de hermandades creció hasta superar las 120 en la actualidad.

El pueblo del Rocío: un entorno único y singular
El santuario actual, terminado en 1969, es moderno pero se levanta sobre las ruinas de ermita destruida por el terremoto de Lisboa en 1755. El pueblo que rodea el santuario creció notablemente a partir de los años 50 gracias a la construcción de la carretera a Matalascañas, con un diseño único que recuerda a un poblado del oeste americano. Sus calles anchas de arena, casas bajas con porches elevados, patios y plazas amplias para guardar ganado, como la plaza del Acebuchal —que alberga olivos centenarios declarados Monumento Natural—, forman un conjunto urbano singular. Además, el pueblo está integrado en el entorno del Parque Nacional de Doñana, con espacios para la observación de aves y naturaleza.

Las casas de las hermandades destacan por su arquitectura andaluza tradicional, con portadas barrocas, rejas de hierro forjado y azulejos cerámicos con los nombres de las cofradías. Estas sedes están abiertas durante la romería, donde la convivencia y la cultura popular se viven en los patios, porches y calles.