GENTE VIAJERA

Gadamés, un destino desconocido en Libia

Gadamés (Libia) es un lugar muy especial que se encuentra en pleno desierto del Sáhara, realmente en medio de la nada, con la ciudad más próxima a más de cien kilómetros, y aproximadamente en el punto en que hoy se encuentran los territorios de Libia, de Argelia y de Túnez. Enrique Domínguez Uceta nos cuenta sus encantos en 'Gente Viajera' con Carles Lamelo.

Enrique Domínguez Uceta

Gadamés | 17.01.2023 11:52

Ante todo es un oasis, en el que surgió una ciudad en torno a la presencia del agua y de las palmeras en un lugar remoto, que ha sido lugar de encuentro de caravanas durante miles de años, hasta donde llegaban las que cruzaban el desierto desde Sudán, llevando las riquezas del África Central, los animales para los circos, el marfil, las plumas y el oro, los esclavos, las mercancías que cargaban a través del Sáhara los mercaderes, y que se dirigían a las costas del Mediterráneo para embarcarse hacia Europa. En el norte de África cargaban caballos, armas, algodón, azúcar, manufacturas, cristal, y las llevaban a lomos de camello en largas jornadas caminando, a pie, a menudo viajando de noche a la luz de la luna, para hacerlas llegar a los mercados situados al sur del desierto. Un lugar legendario, pero menos conocido que Marrakech en Marruecos, que Kairuán en Túnez o que Tombuctú en Malí.

Las ciudades que se consideran puertas del desierto siempre son exóticas porque Gadamés no es sólo ciudad de caravanas, es que fue una ciudad principal de los garamantes, de una de las civilizaciones prácticamente perdidas del norte de África, que ocupaba el territorio de lo que hoy es Libia, el territorio del Fezzan, la Tripolitania, cuando todavía no era tan desértico como ahora, eran agricultores, comerciantes, pero también guerrearon, y sus carros tirados por caballerías recorrían el territorio y atacaban a otras comunidades cercanas, incluso a los sedentarios egipcios. Tenían también enterramientos y embalsamamientos, que demuestran el contacto entre los pueblos que habitaban en norte de África, aunque luego fueron conquistados por Roma, que llegó a ocupar el territorio de nuestra ciudad de hoy, de Gadamés, y hasta la capital, Germa, que está aún más al sur. Y es curioso que ese territorio fuera más estepa que desierto hace sólo tres mil años. Los garamantes han dejado pocos monumentos y vestigios y, en cierto modo, son todavía poco conocidos, sabemos por lo escrito por griegos y romanos. Hoy se cree que sus descendientes son los tuaregs y los tubus de Argelia, Libia, Chad, Sudán y Níger.

Gadamés (Libia)
Gadamés (Libia) | Enrique Domínguez Uceta

Gadamés es Patrimonio de la Humanidad

Ahora es una ciudad fantasma, hermosa por sus casas y por sus insólitas plazas y templos casi abandonadas, pero que surgieron ricas y hermosas gracias al comercio de las caravanas que recalaban en un oasis seguro y fértil en su trayecto hacia el norte. La ciudad sigue ahora encerrada entre altas murallas, con casas de tapial, de tierra, coronadas por cenefas de picos blancos, que parece detenida en el tiempo. Lo más interesante es que encontraron la manera de construir una ciudad capaz de reducir en su interior el calor extremo del verano del Sáhara, cuando los termómetros suben hasta los 55 grados y la vida resulta apenas soportable. Hicieron realidad una ciudad que, sin medios mecánicos, ni electricidad, ni motores, es capaz de reducir esas temperaturas en más de quince grados, y todo gracias a un diseño inteligente adaptado al medio.

Gadamés no tiene grandes palacios ni templos de mármol, las construcciones son de tierra apisonada, que ya sabes que es el mejor aislante natural, pero la ciudad está en buena parte semienterrada, ha crecido en el interior de la tierra, y está atravesada por calles y plazas estrechas y sombreadas hasta cuyo fondo no llega el sol, muchas calles están cubiertas por las casas que saltan sobre las calles, como en la calle de Ronda de Cuenca y en tantas ciudades medievales españolas, como Albarracín, y forman calles con pasadizos que se cruzan en plazas a cielo abierto, pero toda la ciudad está muy unida a la tierra, que mantiene el frescor de sus capas profundas y esos pasadizos y pozos de luz fomentan la ventilación y el movimiento de aire, tiene algo de colmena. Entras en la ciudad y ya baja la temperatura, te adentras en las calles y sigue bajando, y cuando accedes a las casas por su planta baja encuentras la temperatura fresca de los sótanos, y es un gusto saber que el sol machaca el desierto circundante y las terrazas de las casas mientras en el interior las temperaturas son muy agradables.