EN BUENAS MANOS

Ictericia: El 60% de los recién nacidos la presentan

“Se denomina ictericia fisiológica y normalmente es más notoria cuando el bebé tiene de 2 a 4 días. No suele causar problemas y desaparece al cabo de 2 semanas”, explica Adelaida Sánchez, jefa de servicio de pediatría del Hospital Quirónsalud Marbella.

Redacción

Madrid | 09.02.2024 13:04

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Ictericia: El 60% de los recién nacidos la presentan | Redacción

Muchos progenitores se alarman cuando la piel de su bebé recién nacido, se ve con una tonalidad amarillenta. Es normal. Se trata de ictericia y esa coloración amarilla característica se debe al nivel de bilirrubina en el cuerpo.

La bilirrubina es la sustancia que el organismo produce cuando reemplaza los glóbulos rojos viejos.

“Se denomina ictericia fisiológica y normalmente es más notoria cuando el bebé tiene de 2 a 4 días. No suele causar problemas y desaparece al cabo de 2 semanas”, explica Adelaida Sánchez, jefa de servicio de pediatría del Hospital Quirónsalud Marbella.

Tal y como recoge Quirónsalud, la razón de este proceso natural se debe a la adaptación del recién nacido a su vida exterior, fuera del útero materno.

“Mientras el bebé está creciendo en el vientre de la madre, la placenta se encarga de la alimentación y de eliminar la bilirrubina del cuerpo. Después del nacimiento, el hígado del bebé debe asumir ese trabajo y necesita un tiempo para realizar esa función de manera eficiente”, puntualiza la experta.

La ictericia grave del recién nacido puede ocurrir si el bebé si tiene alguno de estos factores de riesgo:

  • Prematuridad (debido a que su hígado no se ha desarrollado por completo), herencia genética (como la deficiencia de G6PD).
  • Dificultad para alimentarse (la deshidratación incrementa los niveles de billirrubina).
  • Vinculación familiar (mayor probabilidad si el hermano también la tuvo).
  • Tipo de sangre (las mamás con sangre 0 o con factor de sangre Rh negativo pueden tener bebés con niveles más altos de bilirrubina).
  • Ciertos medicamentos que se le hayan dado al bebé.
  • Infecciones congénitas como rubéola, sífilis y otras.
  • Enfermedades que afectan el hígado o las vías biliares, como la fibrosis quística o la hepatitis.
  • Bajo nivel de oxígeno (hipoxia).
  • Infecciones (sepsis)