La imagen de un pez abandonado en un contenedor de basura en la playa de Valdelagrana, en El Puerto de Santa María (Cádiz), ha generado una ola de críticas y preocupación. El vídeo, compartido en TikTok por un grupo de jóvenes que creían haber encontrado una manta, mostraba en realidad a un pez guitarra (Rhinobatidae), una especie en peligro crítico en Europa.
Desconocimiento y falta de sensibilidad ambiental
Para los expertos en conservación marina, la escena refleja un grave problema de concienciación. No solo por el trato recibido por el animal, sino porque muestra el desconocimiento sobre el valor ecológico de esta especie. Conocido también como guitarrón, el pez guitarra forma parte del Catálogo Español de Especies Amenazadas, junto a otras 208 especies de flora y fauna en riesgo de extinción.
Este pez, inofensivo para los humanos, puede superar los dos metros y vivir más de una década. Su cuerpo recuerda al de una raya, pero con la cola de un tiburón. Habita fondos arenosos donde se alimenta de pequeños peces, moluscos y crustáceos.
Una especie que sobrevive a duras penas
Hasta hace unas décadas era común en el Mediterráneo y el Atlántico oriental, desde Portugal hasta Angola. Hoy, sus últimos refugios naturales están en las costas de Cádiz y Huelva, donde aún encuentra aguas templadas, fondos blandos y alimento suficiente.
La sobrepesca es su mayor amenaza, sumada a capturas accidentales, pesca ilegal y un ritmo de reproducción muy lento, que dificulta la recuperación de su población.
La ciencia al rescate
Para revertir la situación, desde 2018 varias entidades impulsan el Proyecto Glaucostegus, liderado por el Acuario de Sevilla, la Fundación Oceanográfica, la Fundación Azul Marino y la asociación LAMNA. Gracias a la colaboración de pescadores locales y a campañas científicas, se han registrado más de 80 avistamientos, incluso de ejemplares recién nacido, lo que demuestra que la especie aún consigue reproducirse.
A finales de mayo, en la misma playa donde apareció el ejemplar abandonado, más de 40 investigadores realizaron un muestreo para extraer ADN, sangre y medidas de 33 individuos, siguiendo protocolos que evitan el estrés en los animales. Esta red de observación también ha servido para detectar prácticas ilegales de pesca en la zona.

