PSICOLOGÍA

Las personas que ven vídeos sin auriculares en público suelen carecer de estas 7 cualidades básicas, según la psicología

Diversos especialistas en comportamiento social señalan que esta práctica va mucho más allá de la mala educación: suele evidenciar la ausencia de varias cualidades psicológicas básicas necesarias para convivir en espacios compartidos.

T.S.G.

Madrid |

Las personas que ven vídeos sin auriculares en público suelen carecer de estas 7 cualidades básicas, según la psicología
Las personas que ven vídeos sin auriculares en público suelen carecer de estas 7 cualidades básicas, según la psicología | Imagen generada con IA

Ver a alguien reproduciendo vídeos o música sin auriculares en espacios públicos, como un tren silencioso, una sala de espera o un vagón donde la mayoría intenta leer o descansar, se ha convertido en una escena cada vez más habitual. Sin embargo, según diversos especialistas en comportamiento social, esta práctica va mucho más allá de la mala educación: suele evidenciar la ausencia de varias cualidades psicológicas básicas necesarias para convivir en espacios compartidos.

La pregunta es sencilla: ¿qué falla en la percepción o consideración de una persona para creer que este comportamiento es aceptable? Mientras la mayoría entiende que lo adecuado es usar auriculares o mantener el móvil en silencio, existe un grupo de usuarios que no parece registrar, o no le importa, el impacto que genera en quienes les rodean.

1. Falta de autoconciencia

La primera característica que suele escasear es la autoconciencia, la capacidad de percibir cómo nuestras acciones afectan a los demás. Según estudios sobre cognición social, quienes reproducen vídeos en público sin auriculares suelen no detectar las miradas incómodas, los cambios de asiento o la tensión ambiental que generan. Muchos, incluso cuando se les señala, reaccionan sorprendidos: no se daban cuenta de que molestaban.

2. Déficit de empatía

A esta falta de autopercepción se suma la ausencia de empatía, es decir, de la habilidad de ponerse en el lugar del otro. Una persona empática se preguntaría: “¿Me gustaría escuchar el móvil de otro cuando intento trabajar o relajarme?”. Quienes carecen de esta capacidad no conectan su conducta con el malestar ajeno y priorizan su propia necesidad inmediata.

3. Escaso control de impulsos

Otra cualidad que suele faltar es el control de impulsos. Muchos de estos comportamientos responden a un "quiero ver esto ahora", aunque no haya auriculares a mano. La gratificación instantánea pesa más que la norma social o el respeto al entorno, igual que ocurre con quienes hablan en voz alta por teléfono en espacios silenciosos.

4. Baja conciencia social

La conciencia social, comprender las normas implícitas de cada entorno, también brilla por su ausencia. Bibliotecas, trenes, salas de espera o aviones comparten una expectativa tácita de tranquilidad. Sin embargo, quienes ponen vídeos en voz alta parecen no diferenciar entre un espacio público y su propio salón. Estudios sobre normas sociales apuntan a que algunos individuos simplemente no perciben estas reglas no escritas; otros, directamente, las ignoran.

5. Falta de respeto hacia los demás

Detrás de muchos de estos casos aparece una carencia más profunda: el respeto. Respetar implica considerar el bienestar de los demás al mismo nivel que el propio. Cuando una persona decide mantener el volumen alto pese a las quejas o advertencias, está demostrando que para ella sus deseos tienen más peso que el derecho del resto a un entorno tranquilo.

6. Poca conciencia situacional

En ocasiones no se trata de desinterés, sino de falta de conciencia situacional. Algunas personas simplemente no evalúan el contexto antes de actuar y no registran que están en un espacio compartido donde su comportamiento debería adaptarse. La psicología de la atención indica que quienes tienen menor sensibilidad al entorno son más propensos a comportamientos inapropiados sin pretenderlo.

7. Ausencia de responsabilidad personal

Por último, está la responsabilidad personal. Cuando alguien es avisado de que su conducta molesta, la reacción marca la diferencia: quienes poseen esta cualidad se disculpan y rectifican; quienes no, se ponen a la defensiva, culpan a los demás de ser "demasiado sensibles" o actúan como si la petición fuese una ofensa.

Un comportamiento que revela más de lo que parece

Los psicólogos matizan que cualquiera puede tener un despiste ocasional. Sin embargo, quienes mantienen este hábito de forma recurrente suelen combinar varias de estas carencias. El problema es que señalar estas faltas directamente suele generar rechazo, porque la misma falta de autoconciencia impide al individuo reconocerla.

Para quienes se identifiquen con este comportamiento, los expertos sugieren una reflexión: ¿somos conscientes de cómo afectamos a quienes nos rodean? ¿Respetamos las normas implícitas de un espacio compartido? ¿Podemos esperar a un momento más adecuado para ver un vídeo?

A veces, explican, basta con asumir estas preguntas… o con llevar unos auriculares en el bolsillo.