"Victoria" ha logrado el efecto que quise: mantener a los lectores sin dormir

Paloma Sánchez-Garnica: "Muchos alemanes aceptaron el nazismo por conveniencia. No lo justifico, pero no podemos juzgarlo"

La escritora regresa al Berlín que refleja su novela "Victoria", que recoge el sufrimiento de los berlineses durante y después de la II Guerra Mundial. De una aceptación inicial por conveniencia, el veneno nazi fue calando en muchos alemanes.

Paco Paniagua

Madrid |

Paloma Sánchez Garnica en el Museo de los Aliados en Berlin
Paloma Sánchez Garnica en el Museo de los Aliados en Berlin | Editorial Planeta

"Victoria ha llegado a los lectores en la forma que yo quería transmitir, el balance en estos meses es muy positivo", nos dice la autora. Con ella regresamos a las calles y los símbolos del Berlín que aparecen en las páginas de la novela.

Paloma Sánchez-Garnica Entrevista íntegra

La forma en que Paloma Sánchez-Garnica cuentalo que sucedió en el Berlin del ascenso del nazismo, la brutalidad de la guerra y la división y el dolor en la Guerra Fría, es la más completa, detallada e interesante que se ha escrito en décadas. Lo demostró en "Últimos días en Berlín", en "La sospecha de Sofía" y luego en "Victoria", que le valió el Premio Planeta 2024.

El recorrido por los escenarios de "Victoria", de la mano de Paloma Sánchez-Garnica nos lleva primero al Museo de los Aliados. Este lugar documenta el compromiso político-militar de las fuerzas occidentales por Berlín y Alemania entre 1945 y 1994. Allí están expuestos la última caseta de Vigilancia de Checkpoint Charlie, un avión británico del puente aéreo modelo "Hastings", el túnel berlinés de espionaje, un micrófono de Radio Rias la emisora en la que trabajaba Victoria, la protagonista, o uno de los paracaídas en los que los aliados tiraban caramelos a los niños berlineses que vivían la mayor de las precariedades.

El muro de la infamia que separo a miles de familias

Al pasar delante de los restos del Muro de Berlin la autora recuerda el horror que supuso y la vergüenza para una Europa devastada por la guerra. "Empezaron a levantar un muro de bloques de hormigón. Es sorprendente cómo van subiendo la altura y las gentes han de subirse en escaleras para ver a sus seres queridos a unos metros tan solo de separación -afirma Paloma Sánchez-Garnica- y lo vimos en mi anterior novela La Sospecha de Sofía.

En Victoria los lectores saltan temporalmente al primer permiso en las navidades de 1963. Victoria y Hedi cruzan la frontera en el 64 para volver a reencontrarse con su hermana". "El muro fue cada vez más alto y la zona de seguridad más ancha y con más obstáculos para que la gente no saltara". "Todo se fue cada vez más dramático y con una sensación de cárcel para los que quedaron en el lado oriental".

Paloma Sánchez-Garnica rememora "Victoria" desde Berlín
Paloma Sánchez-Garnica rememora "Victoria" desde Berlín | Editorial Planeta

"El 80 por ciento de los edificios e infraestructuras de Berlín quedaron en ruinas -explica la autora-, pero no solo era la destrucción física sino también la destrucción moral, del alma de los civiles. Mujeres, niños, ancianos y los pobres soldados rasos derrotados que volvían de una guerra a la que se vieron obligados a luchar porque si no lo hacían les mataban".

Berlín, una ciudad abierta en canal

"Es un ciudad literalmente abierta en canal que trata de sobrevivir y es lo que quería reflejar a la hora de escribir la novela", señala Paloma Sánchez-Garnica. "Yo quería reflejar cómo se sobrevive ante una tragedia como esta, sin alimentos, sin carbón. Hay que tener en cuenta que el invierno en el que vivieron Rebeca y Victoria -del 46 al 47- fue uno de los inviernos más duros del siglo XX hasta ese momento". "No había carbón, la gente iba a los parques a sacar raíces porque ya no había ni un árbol en pie, buscando todo lo que pudiera prender un rato les valía

La vida consistía en encontrar algo con lo que poder calentarse y algo que llevarse a la boca", explica la autora.

Entramos con Paloma en Ayuntamiento Schöneberg, donde el presidente Kennedy dio su famoso discurso a los berlineses el 26 de junio de 1963 para manifestar su solidaridad con ellos. Aquel discurso, recuerda Paloma, fue considerado como uno de los más notables de la Guerra Fría.

Avanzamos también a la Kaiser-Wilhelm-Gedächtniskirche, la Iglesia de la memoria, destruida en la guerra y hoy recordatorio de la voluntad de reconocimiento de los berlineses en la postguerra. Sus ruinas representan cómo quedó la ciudad después de la segunda guerra, tiempo donde empieza la novela Victoria.

Paloma Sánchez-Garnica en la Avenida Carlos Marx de Berlín
Paloma Sánchez-Garnica en la Avenida Carlos Marx de Berlín | Editorial Planeta

Los clubes nocturnos, como el Kassandra, que aparece en la novela, marcaron la vida nocturna del Berlín Occidental en los 40 y los 50. Algunos permanecen todavía, como el Quasimodo. Militares, espías, políticos, periodistas, todos pasaban por allí. Como por el Paris Bar, el legendario restaurante punto de encuentro para artistas, bohemios, anarquistas y figuras internacionales.

Con Paloma Sánchez-Garnica visitamos también la Potsdamer Platz, puesto fronterizo en la época de la división una vez levantado el Muro. "En el momento de la novela en el que estamos, que son los meses previos al levantamiento del muro, este era un lugar crucial de tránsito entre la zona occidental y la oriental. Después quedó como una zona vacía -señala la autora-, una zona de seguridad tierra de nadie durante casi treinta años".

La Avenida Carlos Marx exponente de la propaganda de la RDA

Imponente, inmensa. Así es la Avenida Carlos Marx -antes Avenida Stalin- donde vivió Rebeca otra de las grandes protagonistas de la novela, con su sobrina. Allí se levantaron los lujosos apartamentos para las élites del partido comunista y detrás, las calles con los edificios sencillos con paredes de papel para que todos los vecinos pudieran oírse entre sí y espiarse -uno de los propósitos buscados por los rusos-.

El recorrido con la autora finaliza en el Oberbaumbrücke, el gran puente puesto fronterizo reservado para peatones en la época del muro. Escenario de reencuentro de los personajes principales en el final de la novela.

Su relación con los personajes

Esta novela ha conseguido justo lo que quería, explica la autora, y es lograr que los lectores no duerman porque quieren avanzar y avanzar en sus páginas. "Victoria me está dando muchas satisfacciones", afirma Paloma Sánchez-Garnica.

Preguntada por sus personajes, asegura "están siempre en mi mente, vivo con ellos los siete días de la semana, nadando, comiendo, comprando. Están siempre en mi mente". "Y de repente mi editora me dice, Paloma ya no puedes cambiar más, y entonces hay un cierre, mis personajes se silencian ya jamás puedo hablar con ellos -sí de ellos- y no leería de nuevo una novela mía en la vida, nunca jamás, porque sería un sufrimiento para mi". "Siempre corres el riesgo de querer darle una vuelta.. Por eso ya no lo leo. Además hjay mucho que leer", concluye la autora.

Abandono Berlín pero no descarto volver

Paloma Sánchez-Garnica, enfrascada ya en un nuevo proyecto literario, abandona la ciudad de Berlin que ha compuesto esta serie con Ultimos días en Berlín, La sospecha de Sofía y con Victoria. "Necesitaba alejarme de Berlín", asegura y por eso ha buscado otros escenarios para su nueva novela que ya se conocerán. Pero a Berlín siempre se vuelve y algún día regresará.