Cada verano, muchos titulares y noticias repiten una palabra que casi nunca se ajusta a la realidad: pirómano. El término es muy delicado, y nos lo aclara José Gil Martínez, psicólogo clínico, en Onda Cero: "De todos los incendios intencionados, realmente los pirómanos ocuparían un 5% máximo".
La diferencia es fundamental. "El pirómano es una persona con un trastorno mental que prende fuego únicamente por placer. Por ejemplo, han detenido 40 este año, no son 40 pirómanos. Habrá uno o dos. El resto son delincuentes incendiarios", insiste el especialista.
Incendiarios: motivaciones muy distintas
La lista de motivos para prender fuego es larga y variada: vandalismo, venganza, conflictos vecinales, motivos cinegéticos, distraer a la policía, encubrir un delito, intereses urbanísticos o incluso reivindicaciones laborales. "Todos esos son incendiarios", señala Gil Martínez. "Quemar con esas intenciones no tiene nada que ver con la piromanía, que es una enfermedad mental".
A estas causas se suman los incendios provocados por personas con otros problemas psicológicos. "Puede haber un psicótico que dentro de su alucinación vea algo que quiere erradicar y lo queme. O personas con ataques de ira que, en un momento colérico, prenden fuego. Incluso hay rituales satánicos que han terminado en incendios, como el de Altea en 1999. Pero eso no son pirómanos", explica.
El especialista añade que muchos de los pirómanos diagnosticados presentan también retraso mental o actúan bajo los efectos del alcohol. "Eso agrava la desinhibición y potencia el impulso. Pero, insisto, son una minoría".
El riesgo de los medios de comunicación
Además del error terminológico, Gil Martínez advierte de un peligro añadido: la exposición mediática. "No es correcto que los medios pretendan entrevistar a estas personas, porque ahí se produce un efecto de contagio por aprendizaje vicario", afirma. "Si alguien con estas características ve en televisión a un enfermo de este tipo, claro, se está incitando a que copie la misma conducta. Y eso es éticamente incorrecto".
Por ello, insiste en la necesidad de diferenciar bien los conceptos. "Una cosa es el pirómano, que tiene un trastorno mental y quema por placer, y otra es el incendiario, que actúa con intencionalidad: por odio, por beneficio o por cualquier otra motivación. El problema es que en el lenguaje cotidiano utilizamos el término pirómano para todo".
Llamar pirómano a todo aquel que prende fuego no solo es impreciso, también invisibiliza la complejidad de una enfermedad mental minoritaria y estigmatiza a quienes la padecen.

