Son las 9 menos cuarto de una mañana de sábado. En un hotel de Madrid, hay un salón reservado para un taller de certificación en Disciplina Positiva. Decenas de personas se han inscrito para poder aprender y enseñar esta filosofía de vida.
Además de entrenadora, Marisa Moya es profesora y psicóloga especialista en educación infantil. Asegura que se trata de una filosofía vital, propuestas que invitan a los educadores a parar y a repensar "que estamos haciendo y cómo, no se trata de sentir culpabilidad", asegura, "sino de revisar cómo está siendo nuestro impacto o influencia en la vida de los niños, hijos o alumnos, a través de la conexión".
Una de las claves es apartar la urgencia a un lado. "Esa urgencia es la que muchas veces nos lleva a gritar y a castigar", afirma Marisa, "porque no tuvimos un gimnasio en la infancia que nos enseñó el autocontrol, a respirar, a buscar la calma con herramientas como un “tiempo fuera” en positivo".
También hay que aprender a callarse y a no dejarse llevar por el impulso, a coger la energía de todas las cosas que hacemos bien a lo largo del día para enseñar desde el amor y la responsabilidad. No hay que olvidar que el problema o el conflicto es una oportunidad y que del error se aprende
Teresa García es madre y profesora y se ha certificado para enseñar esta filosofía tanto en familias como en aula. Javier Galvin también es padre y profesor, seguidor de esta forma de vida y se ha certificado para poder transmitirla. Ambos intentan hacer ver a sus alumnos que pueden desarrollar habilidades para ser capaces, para construir el autoconcepto y la autoestima, y nos ofrecen su testimonio en este reportaje.
"Merece la pena", dice Marisa, "ya no solo como profesor o madre sino como persona". "No desesperes, sé compasivo contigo mismo. ES EL VIAJE MÁS HERMOSO DE TU VIDA", concluye