La OMS ya ha dado la voz de alarma: estamos ante una nueva pandemia de hiperconexión digital que está deteriorando la salud física y mental de la sociedad y, especialmente, de los más jóvenes. Los estudios científicos recientes son unánimes: estamos sufriendo un deterioro que va desde mermas en la conexión neuronal hasta problemas en el desarrollo del lenguaje, pasando por fatiga, aumento de la depresión, problemas de aprendizaje e incluso trastornos de conducta alimentaria y tendencias autodestructivas.
Control Z, por un consumo digital responsable
La Plataforma Control Z, presentada por su directora, Mar España, se presenta como un proyecto donde colaboran 16 entidades en la promoción de un uso responsable y moderado de la tecnología y el Internet. Esta iniciativa pretende lograr una serie de objetivos a través de tres pilares que trabajen coordinadamente; las sociedades científicas, la sociedad civil (familias, docentes, legisladores), y los medios de comunicación. Dos de estos objetivos son:
- Concienciar y difundir: sobre lo que implica, por ejemplo, darle un smartphone a un niño. Según los expertos, el cerebro no madura hasta los 30 años. Por tanto, facilitarles una puerta tan temprana a las pantallas y a Internet es letal para el neurodesarrollo de los pequeños. En esta línea, la coordinadora de la plataforma hace una apelación al derecho a un neurodesarrollo sano.
- Un pacto de Estado: libre de ideologías, y con la máxima lealtad científica. Es necesario un consenso político para blindar, por ejemplo, la enseñanza digital. Aquí las comunidades autónomas han de legislar por igual para deshacer (o hacer CONTROL + Z) los daños que la nueva pandemia digital trae consigo. Según Mar España, "es necesario seguir las recomendaciones de los expertos en salud como se ha hecho en la pandemia anterior, la del covid."
Obesidad, déficit de sueño y fatiga visual
"El mundo digital ha pasado como un tsunami sobre todos nosotros, y ahora estamos recogiendo la cosecha de lo sembrado." Julio Álvarez, pediatra y cooordinador del Comité de Salud de la Asociación Española de Pediatría (AEP), advierte de algunos de los impactos que el uso prolongado de pantallas tiene sobre los niño y adolescentes, por ejemplo, en la obesidad. Está demostrado que hay una relación latente entre obesidad y uso de dispositivos, porque estos desplazan la actividad física. La media de uso de niños y adolescentes está en 200 minutos semanales, esto son, 5h al día durante un fin de semana, pegados a la pantalla.
Los adolescentes que ya tienden al sedentarismo pasan más tiempo utilizando pantallas, por ello, está demostrado que limitar su uso favorece la práctica de actividad física (la recomendación de esta práctica en niños y adolescentes es de 60 minutos diarios como mínimo).
Otro asunto es el de la nutrición, no se tiene conciencia de los alimentos que se consumen cuando se está delante de la pantalla. Esto favorece el consumo de alimentos hipercalóricos y, por consiguiente, aumento del riesgo de sobrepeso y obesidad. Además de trastornos en el metabolismo, se incrementa el riesgo de sufrir enfermedades cardiovasculares desde edades tempranas.
Muchos padres acuden a consulta porque sus hijos presentan síntomas de fatiga visual, como picor de ojos, ojo seco o sensación de tener un cuerpo extraño en el ojo. Otros sítomas son el dolor cérvico-lumbar, y la cefalea. Además, en la infancia y adolescencia favorece la miopía progresiva y el estrabismo agudo.
La sobreexposición a las redes altera la conducta y la percepción de uno mismo
La tecnología ha transformado la forma en la que los niños crecen y se relacionan de una forma profunda pero invisible. No es ninguna novedad que no sólo ellos, también la ciudadanía, percibe el mundo a través de las redes sociales. Desde la Asociación Española de Psiquiatría de la Infancia y la Adolescencia (AEPNYA) aseguran que no hay por qué no convivir con las pantallas, pero sí hacerlo de una forma segura, responsable y consciente.
El uso precoz y, para muchos menores, excesivo de las redes sociales está vinculado a innumerables casos de malestar emocional, ansiedad, y autolesiones. De hecho, los intentos de suicidio desde el comienzo de las relaciones digitales (allá por el 2012), se ha disparado según los psiquiatras. Abigail Huertas, miembro de la Junta Directiva de AEPNYA, explica como la dismorfia corporal está a la orden del día en redes sociales como Instagram, o Tik Tok. Que una niña de 14 años acceda a TikTok lleva sujetos una serie de riesgos, como el de padecer un trastorno de la conducta alimentaria (TCA), porque tras mucho uso, los cuerpos dejan de ser concebidos como son en realidad.
Los peligros de "las tragaperras"
Un dato preocupante es el que aporta David Ezpeleta, vicepresidente de la Sociedad Española de Neurología (SEN). Las llamadas a la Fundación ANAR entre 2012 y 2022 (periodo en el que se instalaron los smartphones e Internet) crecieron un 3.400%, la generación Z es la que más admite sentirse sola, según apuntan varios estudios. La sociedad que estamos tejiendo ya toca más un aparato que a sus propios seres queridos.
Además, se ha observado una caída en el rendimiento académico. Al estar pendientes del móvil infinitas veces al día (lo que se conoce como el constante check-in), lo que se reciben son microestímulos de corta duración, similares a los de las máquinas tragaperras. Generan adicción, modifican el cerebro y disminuyen la concentración en lo que se está haciendo o aprendiendo. Ezpeleta asegura que "dejan de comprenderse incluso ironías o dobles sentidos." Es importante además, que los padres entiendan a lo que contribuyen cuando la solución al aburrimiento de un pequeño, o incluso al berrinche generado de este, es dar un teléfono para tenerlo entretenido. Algo que ya se conoce como el "chupete digital."
La noticia optimista es que hay mecanismos de protección. Igual que el cerebro es plástico para "enfermarse", también lo es para repararse. Todas las disciplinas coinciden en una serie de pautas esenciales para obtener mejoras:
- Retrasar lo máximo posible otorgar un teléfono con conexión a Internet a un menor: cuanto antes se abra esa puerta al "todo", más pronto nos expondremos al riesgo. En el caso de que la familia decida hacer entrega, es necesario un uso acompañado, en el entorno familiar, no en el cuarto de baño, no en la habitación, a puerta cerrada. Herramientas como el control parental o la verificación de edad son clave para que las familias puedan hacer un seguimiento.
- Acompañar no es "espiar": los padres tienen que empoderarse un poco a la hora de establecer un diálogo claro y sincero sobre el contenido que consumen sus hijos. Tener un control no es "entrometerse" en la vida del menor, y así hay que hacerlo saber en el entorno.
- Limitar las horas de uso: de 0 a 6 años, 0h de pantallas al día. De 7 a 12 años, 1h al día (incluyendo tiempo escolar y deberes). Entre los 13 y los 16 años, menos de 2h al día (incluyendo tiempo escolar y deberes). Se debe tener en cuenta la primera recomendación, a poder ser, retrasar lo máximo posible los dispositivos con acceso a Internet.
- Recuperar las relaciones personales, una alimentación saludable, realizar actividad física y el contacto con la naturaleza son recomendaciones más generales, pero se presentan como las claves para el bienestar de todo ser humano.
Las familias tienen un papel determinante en esta tarea, pero el sistema educativo también ha de alinearse con las pautas que los expertos en salud piden de una forma tan urgente. Según Mar España, es la primera vez que el sistema educativo está contribuyendo al deterioro de la salud mental y física de los niños y adolescentes al integrar cada vez más, incluso como algo obligatorio, los dispositivos electrónicos como tablets o portátiles para estudiar o hacer deberes. Ha de atajarse a la mayor brevedad en las edades más tempranas, pero se debe llegar hasta Secundaria y Bachillerato.

