EN ALCORCÓN

La acción solidaria de Cáritas en la Parroquia Nuestra Señora de la Saleta

Unas 40 familias cada semana guardan cola en esta parroquia de Alcorcón para recibir dos cajas de comida: una de frutas y hortalizas, y otra con alimentos no perecederos, lácteos y aceite.

Diana Rodríguez Pretel

Madrid | 06.04.2022 21:54

Una parte de España sueñan con llegar un día a fin de mes con sus propios ingresos. Esto es solo un sueño porque en el mundo real necesitan la ayuda de organizaciones como Cáritas para poder sobrevivir hasta que lleguen tiempos mejores.

Unas 40 familias cada semana guardan cola en la Parroquia Nuestra Señora de la Saleta de Alcorcón para recibir dos cajas de comida: una de frutas y hortalizas, y otra con alimentos no perecederos, lácteos y aceite.

Decenas de voluntarios como Joaquín se encargan de gestionar la recogida y la entrega de alimentos y ropa, además de ofrecer ayuda psicológica, jurídica, búsqueda de empleo o atención médica. Un colchón esencial para quienes hacen malabares para llegar a fin de mes. Es el caso de Cándida, una señora de 70 años con una pensión ínfima y un hijo en paro.

Marisol es colombiana y tiene un hijo. Acude cada mes a esta parroquia de Alcorcón a por sus cestas de comida porque, aunque trabaja cuidando a una persona mayor, el sueldo no le llega para pagar todas las facturas. Dicen que la pobreza tiene rostro de mujer. Yesenia nos habla de su llegada a España, venia de Venezuela casi con lo puesto y ha tenido que reiniciar su vida desde cero.

Se trata de cubrir las necesidades básicas y rebajar su nivel de vulnerabilidad, como nos cuenta María Teresa Villajos, responsable de Cáritas en la parroquia de Nuestra Señora de la Saleta de Alcorcón. Cada persona es un mundo y cada circunstancia diferente, por eso es muy importante el apoyo emocional.

Esta mañana en Alcorcón hemos comprobado que la subida del IPC, la escalada de la luz o la gasolina y las consecuencias de la guerra en Ucrania están pasando factura a muchas familias que nunca habían tenido que recurrir a los bancos de alimentos. Una ayuda que ahora se ha convertido en su sustento de vida.