Además, el tribunal exime de responsabilidad a la Administración, al entender que no provocó la catástrofe sino que trató de solucionarla y evitar daños materiales y humanos.
Mangouras tenía 67 años cuando el día 5 de noviembre de 2002 zarpó de Risga con 77.000 toneladas de fuel pesado en los tanques del petrolero 'Prestige', un ajado monocasco de bandera de conveniencia. Siete mil euros de nómina mensual por una última travesía para un viejo capitán con 44 años de experiencia, quien no sabía que aquel día comenzó a gestarse la mayor catástrofe medioambiental de la historia de España.
Hoy es un hombre mayor que vive en Atenas, donde posee un apartamento y un automóvil compartido con su hija, y que ha estado diez años compareciendo periódicamente en diferentes comisarías, siempre localizado, sin poder olvidar esas fechas que mancharon su currículo impoluto.
El 19 de noviembre de 2002, tras seis días a la deriva frente a Fisterra (A Coruña), el barco se partió en dos y se hundió provocando un vertido de chapapote que afectó a más de 1.700 kilómetros de litoral, desde Portugal hasta Francia.
"Mi nombre es Apostolos Mangouras, ciudadano griego y en extensión europeo. Soy el último capitán del 'Prestige', barco que desgraciadamente yace en el fondo del océano', escribió a la Federación Internacional de Trabajadores del Transporte, en una carta en la que pidió disculpas por el daño causado y proclamó su amor por el mar.
Nikolaos Argyropoulos aprovechó su turno de palabra en la última sesión del macrojuicio declarado visto para sentencia el pasado 10 de julio para pedir "perdón" a Galicia por los daños causados por el chapapote