En un laboratorio de la Universidad de Harvard, un reloj da las doce campanadas… y empieza a correr a la inversa.
David Sinclair, profesor de genética y codirector del prestigioso Centro Paul F. Glenn para la Investigación de la Biología del Envejecimiento, asegura haber logrado lo imposible: devolverle a su organismo una década de juventud.
Olvídate de rutinas interminables en el gimnasio o maratones de descanso: a sus 54 años, Sinclair duerme apenas seis horas y no entrena a diario, pero jura que tres hábitos no convencionales —desde tazones de yogur enriquecidos hasta prolongados períodos de ayuno— le devolvieron el “cerebro de 20 años” que creía perdido para siempre.
En esta investigación periodística, desglosamos el método de uno de los mayores expertos en longevidad del mundo. Descubrimos por qué el resveratrol (un posible agente antienvejecimiento) y el té matcha podrían ser tus aliados antiedad, cómo saltarse el desayuno se convierte en una estrategia de cuidado celular y por qué desterrar el azúcar puede ser mucho más que una simple promesa dietética. Adéntrate en la ciencia que desafía el paso del tiempo y que, quizá, te haga replantearte tu propia rutina diaria.
El desayuno antiedad del profesor Sinclair
Cada mañana, antes incluso de abrir el ordenador del laboratorio, David Sinclair se sirve un bol de yogur en el que espolvorea generosas cucharadas de resveratrol, un polifenol presente en bayas, cacahuetes y vino tinto. Le sigue una taza de té verde matcha, rebosante de catequinas como la ECGC (antioxidantes que se encuentran naturalmente en diversas plantas, especialmente en el té verde, té negro, chocolate y frutas como manzanas y uvas), y, como toque final, un par de trozos de chocolate negro al 80 %.
Lejos de ser un capricho gourmet, este ritual matutino está avalado por investigaciones que asocian los polifenoles con la protección del ADN, la reducción de la inflamación y el refuerzo del microbioma intestinal. Según Sinclair, sus dosis diarias de resveratrol, seleccionadas con precisión para activar las “proteínas guardianas” de nuestras células, le han ayudado durante más de quince años a mantener bajo control sus marcadores de envejecimiento epigenético.
Sinclair reconoce que una ingesta elevada de resveratrol en forma de suplemento puede provocar malestar gastrointestinal. Por este motivo, subraya que el verdadero valor de estos compuestos se encuentra siempre en la fuente natural: bayas recién recolectadas, té matcha de calidad y un puñado de frutos secos. Así, cada cucharada de yogur no solo se convierte en un escudo antioxidante, sino en el primer paso de un día diseñado para “engañar” al reloj biológico.
Silencio metabólico: ayuno intermitente
Mientras muchos de nosotros corremos de la cama a la cafetera, David Sinclair prefiere saltarse el desayuno y alargar el ayuno nocturno hasta alcanzar entre 16 y 18 horas de pausa digestiva. Para él, ese espacio vacío no es un sacrificio, sino un “modo de reparación” que reinicia los procesos internos y fortalece las defensas celulares.
En la práctica, su día arranca al mediodía con una comida principal, lo que equivale a un almuerzo tardío o una cena temprana. Durante esas horas de ayuno, el cuerpo entra en cetosis ligera, consume las reservas de glucógeno y activa mecanismos de limpieza como la autofagia, el reciclaje natural de componentes dañados dentro de las células.
La ciencia detrás del ayuno intermitente sostiene que este patrón no solo ayuda a reducir el riesgo de enfermedades crónicas, como la diabetes, cardiopatías y deterioro cognitivo, sino que optimiza la sensibilidad a la insulina y promueve un perfil inflamatorio más bajo. Sinclair advierte, no obstante, que no es una moda para todos: iniciar ayunos prolongados sin preparación puede desencadenar carencias nutricionales o agravar trastornos alimentarios.
Para introducirse de forma segura en esta práctica, el profesor de Harvard recomienda empezar gradualmente: alargar la ventana sin comer en incrementos de media hora cada semana, acompañarlo siempre con una hidratación constante y optar, cuando llegue el momento de romper el ayuno, por alimentos densos en nutrientes. De esta manera, lo que parecía un simple “saltar el desayuno” se convierte en un protocolo de longevidad avalado por décadas de estudios en modelos animales y cada vez más evidencia clínica en humanos.
Con este silencio metabólico, Sinclair asegura que no solo ha afinado sus biomarcadores de salud, sino que ha redescubierto una claridad mental propia de su juventud, recordándole una vez más que, en la batalla contra el envejecimiento, a veces menos es más.
Dieta basada en plantas y eliminación de azúcar
Para David Sinclair, una dieta antiedad no se basa en proezas culinarias imposibles, sino en elegir alimentos que impulsen la regeneración celular. Desde hace varios años, su plato principal prescinde casi por completo de la carne y los lácteos, y reduce al mínimo el azúcar añadido. En su lugar, prioriza los vegetales, los frutos secos y los granos integrales: un bol de cuscús con almendras para cenar o un puñado de nueces como tentempié son su pan de cada día.
El cambio más drástico llegó cuando Sinclair dejó atrás el azúcar refinado y el alcohol habitual de la dieta mediterránea. Esa decisión, confiesa, le supuso renunciar a un comodín social —la copa de vino—, pero a cambio observó en pocos meses una mejora notable en sus biomarcadores sanguíneos y una caída sensible en su “edad epigenética”. Según el profesor de Harvard, ese descenso se tradujo en mejor memoria, recuperó la agilidad mental de sus veinte años, y en una energía estable que ya no dependía de picos de glucosa y bajones posteriores.
Las investigaciones respaldan sus resultados: una alimentación basada en plantas está asociada a un menor riesgo de diabetes tipo 2, enfermedades cardíacas e inflamación crónica. Por su parte, el azúcar añadido en productosultraprocesados se vincula directamente a la obesidad y al estrés oxidativo, dos enemigos declarados de la longevidad. Al sustituir galletas y refrescos por hortalizas ricas en fibra y legumbres llenas de proteínas vegetales, Sinclair no solo recortó calorías vacías, sino que potenció la función mitocondrial de sus células, el motor interno que dicta cuán rápido envejecemos.
En definitiva, renunciar al azúcar y abrazar los vegetales se ha convertido en para Sinclair mucho más que una moda: es la estrategia final que, combinada con sus batidos de polifenoles y su protocolo de ayuno, le ha permitido revertir una década de deterioro biológico. Y lo mejor: es un hábito al alcance de cualquiera, que basta incorporar de forma gradual para arrancar un reloj que —quién sabe— podría llegar a girar hacia atrás.