Las calles de Gaza han vuelto a llenarse de vida, aunque lo que sus habitantes han encontrado al regresar apenas se parece al lugar que dejaron atrás. Tras el alto el fuego alcanzado esta semana entre Israel y Hamás, miles de palestinos desplazados han vuelto a sus barrios destruidos para descubrir que, según estimaciones locales y de la ONU, el 90% de los edificios de la Franja presentan daños graves o están completamente derrumbados.
El vídeo muestra escenas que retratan con crudeza la magnitud de la devastación: calles cubiertas de escombros, bulldozers intentando despejar el paso y familias que, pala en mano, intentan rescatar lo poco que queda de sus hogares. Algunos levantan tiendas de campaña donde antes había casas; otros simplemente se sientan sobre las ruinas, mirando en silencio un horizonte lleno de polvo y metal retorcido.
"Estamos cansados y queremos criar a nuestros hijos en paz", dice a la agencia Reuters Saeed al-Banna, un palestino desplazado de Jabalia, mientras retira piedras de lo que alguna vez fue su calle. Es el deseo de normalidad que comparten miles de familias que han vuelto a Gaza tras casi dos años de conflicto.
En el norte, Ramzi al-Jarousha contempla los restos de su vivienda y expresa a la misma agencia una mezcla de indignación y desconfianza hacia las conversaciones políticas: "La cumbre de Sharm el-Sheikh solo protege a Israel. A nosotros nos han colonizado y oprimido". Sus palabras reflejan la desilusión de buena parte de la población palestina, que teme que las negociaciones internacionales dejen fuera sus necesidades más urgentes: reconstrucción, seguridad y dignidad.
El alto el fuego, anunciado el lunes por el presidente estadounidense Donald Trump tras dos años de guerra, ha permitido la liberación de los últimos rehenes israelíes vivos en Gaza y el retorno de cerca de 2.000 prisioneros palestinos.
Más de 190.000 edificios destruidos
Mientras tanto, en las calles de Gaza, la prioridad es otra: sobrevivir. No hay electricidad ni agua potable en la mayoría de las zonas, los hospitales funcionan a medio gas y las escuelas están reducidas a escombros. En muchos barrios, las familias viven sobre las ruinas o en improvisados campamentos de lona. Según las agencias humanitarias, la magnitud de la destrucción no tiene precedentes: más de 190.000 edificios han sido dañados o destruidos, y cientos de cuerpos aún permanecen bajo los restos.
"Gracias a Dios por el alto el fuego, al menos podemos respirar y regresar a nuestros hogares", dice a la misma agencia Ahmed Sobh, otro de los desplazados, mientras observa cómo los niños corren entre montañas de cemento. Su frase resume el sentimiento de muchos: alivio por la pausa de los combates, pero un profundo dolor por lo que queda atrás.
Gaza intenta ahora levantarse de entre los escombros, con la esperanza de que esta tregua sea algo más que un paréntesis. "Queremos vivir en paz", repiten sus habitantes. Lo dicen con la mirada fija en un paisaje devastado, pero también con la fuerza de quienes se niegan a desaparecer.

