Todas las miradas se han dirigido hoy al Reino Unido, donde se ha vivido una jornada histórica. En Londres, en la Abadía de Westminster, ha tenido lugar la ceremonia religiosa oficiada por el deán de Westminster, David Hoyle. Además, el arzobispo de Canterbury, Justin Welby, ofreció un sermón y la primera ministra británica, Liz Truss, leyó un texto religioso.
En total, se estima que unos 2.000 invitados han acudido a este acto para despedir a la reina Isabel II, muerte que supone el cambio de una era, pues la reina de Inglaterra era la última figura representativa del siglo XX. El ataúd de la reina, con la Corona del Estado Imperial, el orbe y el cetro, ha sido llevado en procesión en una carroza de armas que se utilizó por primera vez para el funeral de la Reina Victoria y ha sido tirado por 98 marineros de la Royal Navy.
El funeral de Estado también ha contado con toques modernos, pues la procesión desde la abadía hasta Wellington Arch en Hyde Park Corner incluía al representantes del Servicio Nacional de Salud, en gratitud por sus labor durante la pandemia.
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En última instancia, el vehículo fúnebre ha llevado los restos de la monarca hasta el Castillo de Windsor, donde se ha celebrado la última ceremonia previa al entierro. El sepelio ha sido privado y ha tenido lugar en la cripta real de la capilla de San Jorge, junto a los restos de Felipe de Edimburgo.