"Yo le propongo al ALBA, y a los liderazgos poderosos de los países presentes, que iniciemos con la iniciativa de ustedes un diálogo por el respeto de Venezuela", dijo Maduro durante la cumbre extraordinaria de cancilleres del ALBA celebrada en Caracas.
El mandatario venezolano propuso para ello una cumbre en San Salvador de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), una organización continental impulsada por su antecesor, el difunto Hugo Chávez, e integrada por 33 países.
Maduro se mostró partidario de convocar a la apertuta de ese diálogo a países como México, Argentina, Colombia, Chile o Paraguay, a los que recriminó haber roto "las reglas del juego" al no reconocer la Asamblea Nacional Constituyente instaurada por el oficialismo para refundar el Estado y apuntalar la revolución en Venezuela.
El gobernante afirmó que la Organización de Estados Americanos (OEA) ha fracasado en su intento de "acabar con la revolución bolivariana" después de haber denunciado repetidamente abusos de los derechos humanos y atropellos de la democracia en Venezuela.
Maduro dijo disponer de encuestas "muy profundas, científicas y serias" que muestran que entre un 70 y un 80 por ciento de los mexicanos y los argentinos no están de acuerdo con la postura crítica mostrada por sus gobiernos con su gestión en Venezuela.
Poco antes, la cumbre del ALBA había adoptado una resolución en la que los países miembros -entre los que destacan Cuba, la propia Venezuela, Ecuador, Bolivia y naciones del Caribe- muestran su respaldo a la Asamblea Constituyente impulsada por Maduro y rechazan como injerencias las sanciones contra altos cargos venezolanos adoptadas por Estados Unidos.
En su intervención ante los cancilleres del ALBA, Maduro dijo que la revolución bolivariana no es sino la puesta en práctica en la actualidad del proyecto del Libertador Simón Bolívar, y abogó por la participación de los llamados movimientos sociales en el renacimiento de América Latina que pregona.
Los países latinoamericanos de más peso, la Unión Europea y Estados Unidos no reconocen una Asamblea Nacional Constituyente que, a juicio de sus gobiernos, aparta a Venezuela de la democracia.