La idea de adelantar la jubilación, de saborear la libertad antes de lo previsto, es un sueño compartido por millones de trabajadores. Imaginar esos años extra de ocio, viajes y descanso suena, en la superficie, como un privilegio irrenunciable.
Sin embargo, detrás de esa atractiva promesa se esconde una realidad económica que muchos no terminan de dimensionar: jubilarse antes de la edad ordinaria no es un regalo, es una elección que lleva implícita una penalización económica permanente.
En 2025, el marco legal permite retirarse voluntariamente hasta dos años antes de la edad legal, a los 64 años y ocho meses, o incluso a los 63 si se superan los 38 años y tres meses de cotización. Pero esa ansiada ventaja tiene un precio, un recorte que puede alcanzar hasta el 21% de la pensión mensual, y lo que es crucial, se mantiene indefinidamente sobre la prestación que recibirás hasta el final de tus días.
¿Estamos realmente preparados para asumir el coste de esa libertad anticipada? Las cifras y las complejas tablas de la Seguridad Social revelan un panorama que invita a una profunda reflexión antes de tomar una decisión que marcará el resto de tu vida financiera.
La anatomía de la penalización
El sistema de recortes por jubilación anticipada no es un porcentaje fijo para todos; se calcula con una precisión milimétrica, mes a mes, siguiendo las tablas oficiales de la Seguridad Social. La regla de oro es sencilla pero demoledora: cuanto menos hayas cotizado y más meses adelantes tu jubilación, mayor será el impacto en tu pensión.
Para ilustrarlo con claridad, desglosemos los porcentajes que merman tu prestación, siempre asumiendo una jubilación dos años antes de la edad ordinaria:
- Si tu historial de cotización es inferior a 38 años y seis meses, la tijera de la Seguridad Social aplicará un severo recorte del 21% sobre tu pensión inicial.
- Si has cotizado entre 38 años y medio y 41 años y medio, la penalización se modera ligeramente, situándose en el 19%.
- Para aquellos que alcanzan entre 41 años y medio y 44 años y medio de cotización, el recorte es del 17%.
- Y si eres de los que han amasado una carrera laboral excepcionalmente larga, superando los 44 años y medio de cotización, la reducción es la menor de todas, un 13%.
Para ponerle cifras a este impacto, pensemos en un caso real: una persona con menos de 38 años cotizados y una pensión teórica de 2.500 € al mes. Si decidiera jubilarse a los 63 años, el recorte del 21% le dejaría una pensión mensual de 1.975 €. Esto significa una merma de 525 € cada mes, una cantidad que, es vital entender, se mantendrá de por vida. Multiplica esa cifra por los meses y años que esperas vivir y comprenderás la magnitud del sacrificio.
Un estudio de El Confidencial refuerza esta realidad, estimando que una pensión teórica de 2.000 € mensuales se reduciría a 1.580 € con un recorte del 21%. Pero incluso para los que cuentan con una carrera laboral más sólida, la penalización es sustancial. Si alguien con 44 años y medio cotizados (o más) y la misma pensión teórica de 2.000 € decide jubilarse a los 63, el recorte del 13% se traduciría en una pérdida de 260 € mensuales. Aunque sea un porcentaje menor, la cuantía anual supera los 3.000 € de ingresos que dejará de percibir.
¿Y si el adelanto es mínimo?
Si la decisión de anticipar la jubilación es forzosa o se limita a unos pocos meses, el panorama cambia drásticamente. Las penalizaciones se suavizan de forma considerable. Por ejemplo, si un trabajador retrasa su jubilación solo tres meses, las reducciones varían según los años cotizados: quienes superan los 38 años y medio de cotización verán una merma de entre el 3,36% y el 3,52%, mientras que aquellos con menos de ese umbral perderán hasta un 3,54%.
En términos económicos, para esa pensión de 2.500 €, la reducción se limitaría a unos 2.410 € mensuales, una cifra infinitamente más asumible que los 525 € de pérdida por un adelanto de dos años. Esto subraya la importancia de cada mes que se retrase la retirada.
Es crucial diferenciar también entre la jubilación anticipada voluntaria y la forzosa (por causas objetivas como un ERE). Aunque ambas aplican coeficientes reductores, los casos forzosos suelen ser algo más suaves y permiten anticipar la jubilación hasta cuatro años antes de la edad ordinaria, un pequeño respiro en situaciones de necesidad.
Las bonificaciones por posponer el retiro
Así como anticipar la jubilación tiene un coste, retrasarla tiene su recompensa. El sistema de pensiones incentiva la prolongación de la vida laboral con una bonificación del 4% anual acumulativo sobre la base reguladora por cada año trabajado más allá de la edad ordinaria de jubilación.
Esto significa que por cada 12 meses extra que decidas trabajar, te estarás asegurando el equivalente a un mes adicional de pensión cada año. Este aliciente económico es un factor de peso que debe ser analizado con detenimiento frente a los recortes por adelanto.
El impacto a largo plazo
El verdadero impacto de la jubilación anticipada se revela al proyectarlo a lo largo del tiempo. Un recorte del 21% sobre una pensión de 2.000 € mensuales no es solo una resta de 420 € al mes. Anualmente, esa merma asciende a 5.040 €. Y si consideramos una esperanza de vida promedio en España de alrededor de 83 años, y suponemos que la pensión se cobrará durante dos décadas, la cifra total de la pérdida supera holgadamente los 100.000 €. Y esto, sin siquiera tener en cuenta el efecto de la inflación o los intereses que ese dinero podría haber generado si se hubiera ahorrado.
En contraste, si en lugar de anticipar dos años, decidimos posponer la jubilación solo un año, el ajuste sería considerablemente menor (un 4% de bonificación), pero incluso así, a lo largo de 20 años de jubilación, esa decisión implicaría acumular una ganancia de unos 9.600 € adicionales. La diferencia en la balanza financiera es abismal.
¿Quiénes son los "elegidos" para jubilarse a los 63?
La posibilidad de jubilarse a los 63 años no es universal. Está reservada únicamente para aquellos que acrediten una carrera laboral excepcionalmente larga: más de 38 años y tres meses cotizados. Además, este adelanto solo es aplicable si su edad ordinaria de jubilación, por sus cotizaciones, les habría permitido retirarse a los 65 años, y no a los 66 años y ocho meses, que es la edad general para quienes no cumplen ciertos requisitos de cotización.
Esta condición filtra significativamente el universo de personas elegibles. Implica un historial de trabajo casi ininterrumpido, lejos de lagunas por desempleo prolongado o por periodos de temporalidad.
En la realidad de un mercado laboral a menudo fragmentado, esto reduce de manera drástica el número de ciudadanos que pueden acceder a esta edad mínima de jubilación.
¿Más tiempo o más dinero?
La decisión de cuándo jubilarse se convierte, en última instancia, en un dilema personal y económico. La pregunta central es: ¿Qué compensa más? ¿Jubilarse a los 63 años y disfrutar de tres años extra de libertad, asumiendo una pensión que puede ser hasta un 21% menor de por vida? ¿O esperar un poco más, ya sea para evitar recortes agresivos o incluso para beneficiarse de bonificaciones por prolongar la vida laboral?
La respuesta no es única para todos. Dependerá de las circunstancias personales, la esperanza de vida individual (que en España ronda los 83 años), el estado de salud, la existencia de otras fuentes de ingresos, los gastos previstos para la jubilación (cuidados, viajes, hobbies) y la capacidad de soportar una merma económica mensual. Es una carrera financiera de fondo, donde cada decisión en los últimos años de vida laboral puede significar decenas o incluso cientos de miles de euros de diferencia a lo largo de las décadas de retiro.

