Nunca ha sido fácil ponerle apellido a las novelas de Víctor del Árbol y 'La víspera de casi todo' no es una excepción. Mezcla de thriller, novela psicológica y épica, lo que subyace en toda la trama es el dolor y el peso del pasado, que son los grandes ejes vertebradores de toda su obra. Quien haya leído su trabajo anterior, 'Un millón de gotas', que también editó Destino, habrá podido comprobarlo. Así como la ausencia de tópicos al respecto. Porque, como dice el propio Del Árbol, a él le interesa "el dolor como motor, que conduzca a una reflexión". Las suyas son novelas que "arañan el alma". Y aquí lo ha vuelto a hacer, sin dar tregua al lector. "Porque la vida mancha", subraya Del Árbol, y añade: "sin dolor no existiría lo contrario, sin la oscuridad no existiría la luz".
En cualquier caso, 'La víspera de casi todo' no es una historia de tipos derrotados. A pesar de todo lo que les ha marcado y aún les marca, a pesar de que parezca que están en una constante huida, ninguno de los personajes pierde la esperanza. De lo contrario, Ibarra –padre desgastado por el síndrome de Williams que padece su hijo y policía atormentado por la culpa de haber matado a un asesino- se pegaría un tiro en las veinte primeras páginas, y no lo hace. ¿Por qué? “Porque a pesar de todo quiere vivir”, enfatiza Del Árbol.
Como en el caso de Ibarra, esa pelea existencial es común denominador a todos los personajes. Le sucede, por ejemplo, a Paola, que ha llegado a la Costa da Morte para reinventarse, después de haber caído en una espiral de sexo, drogas y autodestrucción a raíz del asesinato de su hija. Y también a Daniel, un joven tímido e inestable, que acabó interno en un psiquiátrico después de la muerte de su familia en un incendio. De ese centro, lo rescatará su abuelo, pero él sigue aferrado a los recuerdos.
Daniel es uno de los personajes a través de los que Del Árbol aborda el tema de las enfermedades mentales. El otro es el padre de Ibarra. En un pasaje de la novela, el inspector confiesa que lo que más miedo le daba de su padre era mirarlo a los ojos por temor a que la locura se contagiase. "Yo, durante mucho tiempo, también he tenido miedo a que la locura fuera contagiosa", confiesa el autor.
El valor de un premio
Víctor del Árbol fue policía antes que escritor. Después de cinco novelas publicadas, hoy ya no le importa que se haga referencia a su profesión anterior: "Ya he conseguido ser el escritor que fue policía y no el policía que escribe".
Los lectores lo avalan. Y también varios premios de prestigio. En Francia, 'Un millón de gotas' ha sido reconocida con el Grand Prix de Littérature Policière y como la mejor novela policial extranjera por el Magazine Lire. Y, ahora, con "La víspera de casi todo", le llega el Nadal. "Un premio que a mí personalmente me hace sentir escritor, porque cuando Miguel Delibes publica su primera novela, la publica con el Nadal. Y cuando Carmen Laforet publica Nada también es con el Premio Nadal", recuerda.