El Rastro cambia y envejece a la par que nosotros, comenta el escritor. Trapiello, que se ha dedicado a rastrear los domingos de los últimos cuarenta años, nos hace un recorrido histórico por este espacio con su mirada siempre perspicaz en un “libro nuevo de arriba abajo”. “Lo que cuento es lo que se debe conocer de él y la primera parte está escrita para que se pueda leer, y entender”.
El primer gran éxito del Rastro podría considerarse que fue a principios de siglo XIX después de la creación de las desaparecidas Américas. Esos corralillos con los puestos más pintorescos del Rastro en los que había de todo para los que sueñan en comprar barato. Hacer las Américas, entonces también era ir al Rastro con poco dinero, adquirir gran cantidad de cosas y volverse a casa con el botín. Lo mismo que hicieron miles de españoles en los últimos años.
Este lugar, afirma Trapiello, “te da más de los que puedes esperar y normalmente de los que mereces”. Cada domingo, miles de personas buscan algo que se les ha perdido, en su infancia o en otro momento, y “recuperamos cosas valiosas desde un punto de vista íntimo”.
La parte práctica es una breve guía de cómo debe comportarse uno al ir al Rastro y entender algo fundamental: “el regateo es útil para saber el valor de las cosas”. Hay que ser muy serio, “todo el mundo miente pero nadie engaña”
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