'La Sexta' estrena hoy la tercera temporada de la serie que dio a conocer el cómic.

Porque todos llevamos un zombi dentro

Qué mejor que aprovechar un día como hoy, en el que los compañeros de La Sexta estrenan la tercera temporada de la serie The Walking Dead, para hablar un poco de estos entrañables seres de cuerpos putrefactos que tanto apreciamos. Además el estreno en las pantallas coincide con otro evento editorial en nuestro país: la publicación este mes del número #100 del cómic por parte de Planeta DeAgostini Cómics. Aquí vamos a hablar un poco de la serie, un poco del cómic y de las diferencias y similitudes que hemos visto entre el uno y el otro pero antes… ¿Por qué no recordamos los orígenes del género?

ondacero.es

Madrid | 14.03.2013 14:43

Muertos Vivientes. Ilustracion
'Zombi', de Almudena Cuesta. Ilustración realizada para esta entrada de 'Héroes y Villanos' www.muilustracion.es | Héroes y Villanos

Vale, ahora me vais a hacer un favor. Olvidad su actual invasión mediática y decidme cuál es vuestro primer recuerdo zombi… ¿Ya? El mío es un fotograma de la película Yo anduve con un zombi de Tourner. Seguro que estáis hartos de verla. La descubrí en una enciclopedia de cine que andaba por casa y en ella se veía a un negrazo dos por dos, con una mirada tan fría, tan inexpresiva, que se me quedó grabada a fuego y aún hoy me visita en los momentos más inoportunos. Qué puedo decir, me acojonó vivo y tengo que añadir que me encantó sentirme así.

Porque el miedo forma parte de la esencia humana, como complemento del aprendizaje y la supervivencia. No sólo estamos obligados a sentirlo, una buena ración de acojone nos mantiene alerta, nos libera de la pereza y ayuda a sentirnos vivos. Parece un anuncio de cereales pero estoy hablando en serio. Eso sí, ¡ojito con el miedo! No deja de ser una herramienta de poder y, como tal, susceptible de manipulación. Usada con fines personales, ya se sabe que no conduce a nada bueno.

El origen de la palabra zombi es africano y se encuentra asociada a las prácticas vudú realizadas en el Caribe. En ese contexto, el zombi era un muerto que volvía a la vida mediante el uso de magia negra y que, carente de voluntad propia, se convertía en el siervo del hechicero que lo había resucitado. Un claro ejemplo es la película que antes os mencioné o White zombie de 1932 con Bela Lugosi. Su evolución ha sido fulgurante y de su correlación etimológica se pasó a esa masa informe en proceso de putrefacción, ávida de cerebros y vísceras a las que hincar el diente, con la que hoy les identificamos. Y la culpa de todo la tiene el gran George A. Romero cuando en 1968 estrenó La noche de los muertos vivientes, donde los zombis abandonan su servilismo para convertirse en caníbales incontrolables cuya motivación no es otra que la de consumir sangre y carne humana. A partir de entonces, adiós a la magia negra, la ciencia y las catástrofes derivadas de su mal uso provocarán el apocalipsis zombi. No hay que olvidar que el contexto sociopolítico en el que nos encontramos es la Guerra Fría y cualquier posibilidad de tragedia nuclear, desastre radioactivo o pandemia virulenta sobrevolaba el imaginario colectivo. Como ya hemos mencionado en otras entradas, esta situación de tensión generó infinidad de obras que plasmarían el escenario de una sociedad post-apocalíptica.

Así pues, junto a otro mito del folclore como son los vampiros, los zombis son los monstruos más explotados y arraigados a nuestra cultura popular, hecho que la mercadotecnia actual no ha dejado escapar, contribuyendo no sólo a su crecimiento, sino a su propio establecimiento, tensando tanto la cuerda que a uno ya no le sorprendería ver cualquier día a Matías Prats dando las noticias disfrazado de zombi. Películas, videojuegos, series de televisión, cómics e incluso literatura. El último ejemplo de oportunismo es la revisión de clásicos zombificados, así, tenemos un Orgullo y prejuicio y zombis, un Don Quijote Z y hasta un Lazarillo Z. Increíble.

A todo esto, aparece Robert Kirkman y en 2003 nos presenta The walking dead. Una nueva versión del holocausto zombi con un puñado de supervivientes en donde lo más complicado, como dirá el propio Kirkman en la introducción, no será enfrentarse a los muertos si no relacionarse con el resto de los vivos. Porque ya se sabe que el hombre es un lobo para el hombre. Un éxito rotundo, que no ha impedido el aluvión de críticas por parte de un sector que considera que el comienzo de la historia es un plagio de la película de Danny Boyle, con guión de Alex Garland, 28 días después. Pero es que antecedentes de este tipo, en donde el protagonista despierta en un hospital y algo ha ocurrido durante su ausencia, los encontramos en infinidad de historias: El día de los trífidos de John Wyndham, 1951, Apocalipsis, (The stand) de Stephen King 1990 y un largo etc. De lo que no cabe la menor duda es que el desarrollo y evolución de los personajes de Kirkman es una auténtica pasada.

Cómic vs Serie

Y es que el cómic consigue mantenerte en vilo en todo momento... Las tramas al principio están más centradas en los zombis que amenazan a nuestro pequeño grupo de supervivientes, mientras estos tratan de pasar al menos una noche tranquilos... Y todo esto sin tratar de explicar de dónde salen los zombis y por qué se ha llegado a esta situación. Eso sí, poco a poco el guión de Kirkman nos lleva a dejar de lado el entorno, para centrarnos en las relaciones que se producen entre los vivos. Al final, amigo, resulta que lo que acojona de verdad ya no es el predecible caníbal de encefalograma plano y movimientos lentos, sino el superviviente que duerme a tu lado y que tiene muy claro que llegado el momento él vive y tu mueres. Y aunque no queremos chafar nada de lo que está por venir en la serie -tampoco sabemos cómo va a ser de fiel al cómic- en el guión de Kirkman llega un momento que ya no sabes si los supervivientes son más muertos vivientes que los propios zombis.

En cualquier caso hay que decir que la evolución de los personajes es absolutamente maravillosa. Por ejemplo la del propio Rick, que comienza tratando de aplicar sus viejos valores que tanto había defendido como poli en esta nueva situación, hasta que se da cuenta de que aquí ya sirven de poco y los va “acomodando”. Sin ser consciente, por supuesto, pero el lector si ve cómo evoluciona el personaje, y empieza a justificar determinados actos -que perpetra cada vez con menos remordimientos- en aras de lo que él considera como el bien común. En cualquier caso todos los personajes protagonizan su propia evolución, forzados por unos acontecimientos que afectan incluso a la estabilidad emocional de muchos de ellos, lo que condiciona también la convivencia del grupo. Y esto es algo que quizá todavía no se está cuidando demasiado bien en la serie.

Eso sí, a la hora de analizar las diferencias entre el cómic y la serie de televisión, hay que tener claro eso de que se trata de dos lenguajes totalmente diferentes, y que por tanto lo que funciona en uno puede no funcionar en otro. Pero sobre todo hay que tener en cuenta que producir una serie de televisión como ésta cuesta un pastizal, así que es normal que los productores introduzcan cambios que hagan la historia más amable para el público televisivo, e introduzcan personajes nuevos y más estereotipados.

He de reconocer que esperé la primera temporada de la serie casi como un chaval aguarda la noche de Reyes... Con impaciencia, ilusión y algo de miedo, por ver qué habían hecho los de AMC con esa historia que tanto me estaba haciendo disfrutar. Unos miedos que desaparecieron por completo en el primer episodio. La historia que estaba viendo en la tele era fiel en ocasiones plano por plano con el cómic que me había leído, lo cual por supuesto suponía un gustazo tremendo. El despertar de Rick en el hospital fue maravilloso, e incluso en la serie mejoró el primer cara a cara del protagonista con un muerto viviente, dejando esa ya mítica escena del disparo en la cabeza a la niña.

En cualquier caso a partir de ese momento y de su primer encuentro con sus vecinos, también vivos, la trama de la serie se separa poco a poco de la del cómic. De hecho en el segundo episodio ya aparecen personajes nuevos como los que acompañan a Glenn por los tejados de Atlanta cuando se encuentra con Rick. En el cómic no existen ni Daryl, ni Merle ni tampoco T-Dog. Lo del marido maltratador también es una licencia de la serie. Eso sí, la llegada a la ciudad de nuestro protagonista a caballo le da cien vueltas al cómic... Como es lógico ya que la imagen televisiva tiene mucha más potencia y transmite mejor la tensión; además, la escena que se añade en el interior del tanque es brillante.

Hasta aquí más o menos bien, pero mi primera gran desilusión con la serie llegó al comprobar lo que estiraban el personaje de Shane, el compañero de Rick que había estado cuidando -en profundidad- a su mujer y a su hijo en su ausencia. En el cómic no pasa del número 6, pero aquí amigos, hay que estirar el triángulo amoroso todo lo que se pueda con lo que el muchacho sigue al lado de la pareja que le trae por el camino de la amargura... No obstante si por algo se ha criticado a los guionistas de la serie es por el final de la primera temporada. La visita al centro de control de enfermedades no aporta nada a la trama, más allá de la explicación que los guionistas ofrecen sobre el origen de la plaga que ha provocado el holocausto zombi. Lo que decíamos de los lenguajes, en el cómic no te lo explican en ningún momento -ni falta que hace- pero aquí se sienten con necesidad de hacerlo, sin que tampoco aporte nada.

Sin embargo el mayor patinazo bajo mi punto de vista ha sido la segunda temporada. Porque no puede ser que con algo que ocupa apenas tres números -de 23 páginas cada uno- en el cómic, se haga una temporada. Si es que en vez de The Walking Dead parecía que estabas viendo La Casa de la Pradera. Y todos buscando durante días a una niña que se ha perdido en un mundo plagado de zombis... Pues qué quieren que les diga, oigan.

En fin, afortunadamente la segunda temporada ya pasó y arranca la tercera con la aparición de dos de los personajes con más gancho del cómic: Michonne y El Gobernador. La primera es una afroamericana que maneja la katana con una soltura que ya la quisiera Hattori Hanzo y que tiene por mascotas a dos de esos zombis. El segundo es el mayor cabronazo que te puedas echar a la cara. Si hay algo que me marcó del cómic fue el momento en el que se conocen estos dos personajes. Eso sí, no creo que la serie sea fiel en este punto en el que Kirkman se pone especialmente gore. En cualquier caso seguro que disfrutamos y mucho de esta temporada y un consejo: si la serie te ha enganchado, no dudes en comprarte el cómic. Tienes horas de diversión, con una trama bastante distinta y en recopilaciones de lujo que en España edita Planeta DeAgostini Cómics. Y la de este mes, que es el número 17 editado aquí, incluye el número #100 de la serie, que ha batido récords de ventas en Estados Unidos.

Edición original: The Walking Dead # 97-102

Publica: Planeta DeAgostini Comics

Guión: Robert Kirkman

Dibujo: Charlie Adlard

Formato: Rústica sin solapas, 144 págs. Color.

Precio: 7,50 €