Se ha descubierto el primer fármaco capaz de ralentizar el ritmo de deterioro de los enfermos de alzhéimer. El fármaco experimental, llamado lecanemab, es un anticuerpo que se dirige a los cúmulos tóxicos de la proteína amiloide asociada a esta enfermedad que perturba la mente. Si bien estos resultados son motivo de celebración, aún existen importantes interrogantes sobre su seguridad y puesta en marcha.
Los resultados completos del ensayo de fase 3 del fármaco lecanemab (la fase final de las pruebas en humanos) se han publicado en el New England Journal of Medicine. El ensayo demostró que los pacientes que recibieron el fármaco tuvieron una progresión de la enfermedad un 27% más lenta tras 18 meses de tratamiento que los que recibieron un placebo.
Son buenas noticias. Por primera vez tenemos un tratamiento potencial que tiene un efecto demostrado tanto en los síntomas como en la patología subyacente a la enfermedad de Alzheimer. Estos resultados suponen un gran avance en la búsqueda de tratamientos para esta devastadora enfermedad y son un importante indicio de que se puede alterar el curso de la enfermedad.
Pero los resultados pintan un panorama contradictorio. Por un lado, se trata del primer fármaco que ha demostrado tener algún efecto en la ralentización de la progresión de la enfermedad. Por otro lado, los efectos aparentes son leves y los riesgos no son desdeñables.
En el ensayo global participaron unas 1.800 personas con alzhéimer en fase inicial. Los participantes fueron asignados aleatoriamente a recibir lecanemab o placebo por vía intravenosa cada dos semanas. El estudio fue “doble ciego”, es decir, hasta el final del ensayo ni los participantes ni los investigadores sabían quién recibía el fármaco experimental y quién el placebo.
A lo largo del estudio, se siguió la evolución de la enfermedad de los participantes mediante la escala de calificación de la demencia clínica, que puntúa al paciente en función de su cognición y su capacidad para vivir de forma independiente. También se analizaron los cerebros de los participantes en busca de las dos proteínas comúnmente asociadas a la enfermedad de Alzheimer: amiloide y tau.
Las puntuaciones en ambos grupos empeoraron durante los 18 meses del estudio, pero el ritmo de deterioro fue más lento en los que recibieron el lecanemab. Además, la magnitud de la ralentización, aunque estadísticamente significativa (no es probable que se deba al azar), fue pequeña: una reducción de 0,45 en una escala de 18 puntos.
A algunos expertos les preocupa que este efecto no sea clínicamente significativo. En una declaración al Science Media Centre, Rob Howard, profesor de psiquiatría de la tercera edad en el UCL, dijo que “ninguno de los resultados comunicados, incluido el resultado primario, alcanzó niveles de mejora aceptados para constituir un efecto del tratamiento clínicamente significativo”.
El éxito de lecanemab también se midió por la cantidad de proteínas amiloides y tau en los pacientes que recibieron el fármaco experimental en comparación con los que recibieron la infusión de placebo. Los resultados mostraron una reducción de estas proteínas en los que recibieron lecanemab.
De hecho, los niveles de amiloide cerebral se redujeron por debajo del umbral necesario para un diagnóstico positivo de alzhéimer. Sin embargo, los marcadores de muerte de las células cerebrales no se vieron afectados, lo que indica que el amiloide en la enfermedad de alzhéimer es solo un mecanismo en un complicado panorama de la enfermedad.
Efectos secundarios
Aproximadamente uno de cada cuatro participantes (26,6%) del grupo de lecanemab experimentó una inflamación cerebral o una hemorragia en el cerebro (que puede ser leve o importante). STAT, un sitio web de noticias médicas, informó de que un hombre murió de una hemorragia cerebral después de recibir lecanemab, citando una posible interacción con su medicación anticoagulante.
Poco después, la revista Science informó de una segunda muerte de un paciente del ensayo, también tras recibir el tratamiento para un derrame cerebral. Sin embargo, el desarrollador del fármaco, Eisa, declaró a Science: “Toda la información de seguridad disponible indica que el tratamiento con lecanemab no se asocia a un mayor riesgo de muerte en general ni por ninguna causa específica”.
No obstante, dada la posibilidad de que los pacientes tomen el fármaco durante el resto de su vida, es necesario investigar más sobre la seguridad y las interacciones con los medicamentos existentes.
También es importante averiguar cuánto duran las mejoras en la cognición y si el fármaco sigue ralentizando el ritmo de deterioro o si los resultados se estabilizan, o incluso disminuyen.
Cabe señalar que sólo los pacientes en los que se detectó un nivel suficiente de amiloide en el cerebro o en el líquido cefalorraquídeo –lo que requiere un escáner cerebral PET o una punción lumbar invasiva– pudieron participar en este ensayo de fase 3. En el Reino Unido, el alzhéimer se diagnostica actualmente mediante una entrevista con un médico. La doctora Susan Kohlhaas, directora de investigación del alzhéimer en el Reino Unido, afirma que el sistema sanitario público no está preparado para una nueva era de tratamiento de la demencia.
Calculamos que, a menos que se produzcan cambios drásticos en la forma de acceder a las pruebas diagnósticas especializadas para la enfermedad de Alzheimer, sólo el 2% de las personas con derecho a recibir medicamentos como el lecanemab podrán acceder a ellos.
Reestructurar los servicios de demencia del sistema sanitario británico para ofrecer escáneres PET o punciones lumbares de forma rutinaria y oportuna sería un proceso costoso y largo.
Basándose en los resultados anteriores, Eisai solicitó al organismo regulador de medicamentos de EE.UU. (la Administración de Alimentos y Medicamentos) la aprobación acelerada de su medicamento. Se espera una decisión para el 6 de enero de 2023. Si el regulador concede la aprobación de urgencia, estos últimos resultados probablemente apoyarán una solicitud de aprobación completa.
Ritchie Williamson, Director of Research, Associate Professor in Therapeutics, University of Bradford y Stuart Dickens, Post Doctoral Research Assistant, University of Bradford
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.