El modelo es novedoso, pero no satisface las necesidades iniciales para las que se había planteado, generar un transporte público que cubriera toda el área metropolitana de Castellón y que uniera los principales municipios con un transporte ecológico, público y eficaz. De momento, a pesar de los 5 millones de euros que ha costado la obra, aunque cofinanciada por Europa, la cantidad es desorbitada para haber acometido solo una ínfima parte de su trazado. Hoy en día el ciudadano que quiera ir en trasporte público desde Alcora hasta Burriana, seguirá tardando más tiempo que si se desplazara desde Castellón hasta Valencia, porque el ciudadano tiene que llegar del pueblo de origen hasta Castellón y de ahí coger otro autobús hasta el siguiente municipio, es decir, por tiempo y por dinero, sigue siendo más rentable coger el vehículo propio. Si se hacen otros tramos del TRAM todavía está por ver, porque las arcas públicas no están para muchos trotes, es decir, el objetivo inicial para el que se pensó el TRAM, ni por asomo se verá cumplido.
Y todavía queda tiempo por delante para ver los autobuses ecológicos, que explotará la empresa Autos Mediterráneo y que circulan desde la UJI hasta el Grao de Castellón, donde el servicio se complementará con 3 autobuses suplementarios al TRAM que servirán de lanzadera para acercar a la gente a los diferentes puntos del distrito marítimo. De momento, mientras eso pasa los que disfrutan, y a lo grande, de la plataforma reservada son los ciclistas, los paseantes de Castellón hacia el Grao y sobretodo los patinadores a los que les ha salido una gran pista de patinaje sin reivindicarla.
