Antes de la llegada de Friends, el grupo de amigos más conocido en Nueva York era el que formaban Jerry, George, Elaine y Kramer, los personajes principales de la serie al que el primero prestaba su apellido Seinfeld. A pesar de las reticencias de la cadena a emitir un producto cuya única intención era mostrar el día a día neoyorquino del dispar grupo, la serie alcanzó las nueve temporadas y los ciento setenta y dos episodios, logrando entre otros premios, un Emmy y un Globo de Oro a la Mejor Comedia.
En Seinfeld el espectador se encontraba a cuatro amigos que compartían las aventuras más inesperadas, que podían ir desde un funeral hasta una visita a los servicios de empleo, pasando por alguna boda, un sopero nazi, muchas citas fallidas, un partido de béisbol que termina en juicio sumarísimo y un sinfín de situaciones inesperadas que aseguraban un buen rato frente a la pequeña pantalla. Poco a poco el desesperante Krane, el irritante George, la controladora Elaine y el infantil Jerry se hicieron un hueco en las televisiones estadounidenses y si en la cuarta temporada la audiencia media era de veinte milones de espectadores, en la sexta era de treinta, despidiéndose ante más de setenta y cinco millones de personas.
Veinticinco años después de su estreno, según Vulture, Seinfeld ha generado, sólo en la sindiciación de los capítulos (emisión en otras cadenas), más de tres billones de dólares. Pero no sólo Seinfeld y David, los creadores, o la NBC, la cadena, siguen obteniendo beneficios de la serie, y el impacto económico de la producción alcanzó negocios que aparecieron en la misma, como Soup Kitchen o Tom’s Restaurant. Éste último hacía las veces del Monk’s Café el lugar en el que habitualmente comían o cenaban algunos de los protagonistas y según su propietario Mike Zoulis, entre el cinco y el diez por ciento de sus clientes lo son gracias a la serie.
El tiempo tampoco ha pasado para Seinfeld, que sigue mantieniendo la gracia y la personalidad que sorprendió en los noventa, sin las que hoy no podríamos comprender Curb Your Enthusiasm, en la que David terminó de hacer todo lo que le quedó pendiente, o Louie menos disparatada y más incómoda, aunque igual de neoyorquina. Y qué mejor forma de celebrar un aniversario tan especial cómo éste que volver a disfrutar de esas locas historias con las que hicieron reir a millones de personas.