El seleccionador de voleibol femenino de Brasil, Zé Roberto Guimaraes, ha revelado que para tener suerte en los Juegos Olímpicos de Londres le tocó la espalda a un jorobado repitiendo un ritual que ya "había funcionado" en Barcelona'92.
Guimaraes ha confesado que en los Juegos Olímpicos de Barcelona, cuando dirigía a la selección masculina, pasó la mano por la espalda a un camarero jorobado porque, según una superstición, "hay que pedir un deseo" y este se cumple.
El entrenador de 58 años repitió el ritual en Londres, para lo que tuvo que usar una artimaña para acercarse sin levantar sospechas a un voluntario británico que trabajaba en las acreditaciones en la villa olímpica y que tenía chepa. "Al hacer la credencial me volví y vi un jorobado. Me dije: es la misma cosa que en Barcelona, y me pregunté: ¿qué voy a hacer para tocarle la joroba? No cuesta nada intentarlo, funcionó la primera vez", ha relatado el entrenador en tono jovial tras la final contra Estados Unidos.
Finalmente se le ocurrió regalarle una insignia al jorobado, momento en el que se aproximó, le colocó la mano en la espalda y pidió un deseo: ganar los Juegos Olímpicos.
Guimaraes también ha asegurado que su mujer ha hecho muchas promesas en el caso de que ganase los Juegos Olímpicos y ya sabe que va a tener que hacer un tramo del Camino de Santiago, una ruta de peregrinaje que se realiza desde la Edad Media en el norte de España.
Dejando del lado las supersticiones, el técnico ha afirmado que preparó la final "hace mucho tiempo" y que sabía que a partido único podía ocurrir cualquier cosa.
"Estaba aprensivo al final del primer set porque nos dieron un baño. Entonces hablé con las jugadoras y les dije: estamos haciendo todo lo que no tenemos que hacer, hay que tener más paciencia, más agresividad en el saque, más bloqueo...", ha relatado.
El técnico dijo que Brasil "resurgió de las cenizas como un Fénix" en estos Juegos Olímpicos y ha revelado que después de la derrota en la primera fase ante Corea del Sur tuvo un momento "extremadamente crítico".
Después del partido de cuartos de final contra Rusia, en el que Brasil levantó seis puntos de partido, "todo comenzó a fluir mejor" y el equipo "rescató la autoestima".