Hoy el ruido a debate, no solo el que escuchamos durante todo el día, de fondo con esas rachas de viento que mantienen viva la preemergencia en Castellón, sino por el ruido que generan las zonas de ocio de la capital de La Plana. Aquí se enfrentan claramente dos derechos, el del ocio y el del descanso.
La línea que divide estos dos derechos, aunque debiera ser muy objetiva, tanto como una medición de decibelios y el marco legal de lo permitido, depende a veces de las interpretaciones, genera confrontación de intereses y crea discrepancias históricamente insalvables entre las empresas de ocio y los vecinos de la zona. En la capital de La Plana, la declaración de las calles de las tascas como Zona Acústicamente Saturada, la articulación de medidas disuasorias del ruido y la concienciación ciudadana, parece ser que han sido buenas fórmulas para que vuelva a reinar la paz entre vecinos, empresarios hosteleros y usuarios.
El ayuntamiento de Castellón ha abierto la posibilidad de que la calle Lagasca sea declarada como zona acústicamente saturada (ZAS) antes de las fiestas de la Magdalena. El proceso que todavía no está culminado, conllevaría no solo una campaña de concienciación de los usuarios, también reuniones periódicas entre los agentes afectados, la suspensión de nuevas licencias de establecimientos de ocio así como la suspensión de concesiones de nuevas licencias de comercios que vendan bebida y comida. Además, el ayuntamiento piensa instalar placas informativas pidiendo silencio sobretodo a los que salen de las discotecas a fumar a la calle.
El problema de fondo aquí es también la educación, o la falta de la misma. Los establecimientos ya han hecho los deberes y las reformas de adecuación acústica, incluso han adelantado su hora de cierre, en el caso de discotecas a las 6:30 de la mañana, la cuestión es controlar el flujo de usuarios que salen y entran del establecimiento, en España somos muy ruidosos y a veces, bastante maleducados, especialmente si se llevan dos copas de más. Los vecinos están en su perfecto derecho a reivindicar silencio, pero no debemos olvidar la búsqueda del equilibrio porque la vida nocturna y el ocio también son un aliciente, un revulsivo, para la economía y un apoyo para no generar “ciudades fantasmas”.