The Wire ha cumplido este año una década, y continúa tan vigente como el primer día. Desafortunadamente para la cadena madre, HBO, cómo no, se habla más de ella ahora que en el momento en el que la emitían, y es que por aquel entonces fue acogida con frialdad por el público, aunque la crítica nunca ha dejado de alabarla. Eso sí, como ya está acostumbrado Simon, nunca contó con el respaldo de la industria, que siempre la ignoró en las ceremonias de premios de la televisión, ya fuesen Globos de Oro o Emmys.
Pero The Wire es imprescindible para todo seriéfilo que se precie, para aquellos que sean amantes de las grandes historias bien contadas, los que gusten de policías y malos, los entresijos del comercio de estupefacientes, la educación, el periodismo y la política. Vamos, que menos romances, en el sentido ñoño de la palabra, lo tiene todo. Y lo tiene gracias al magnífico libreto escrito por Simon, y basado en sus experiencias como redactor de un diario de Baltimore, y las excelentes interpretaciones de unos actores que por aquel entonces eran desconocidos y que, a algunos de ellos, les ayudó a seguir participando en buenas producciones televisivas. Clarke Peters, Dominic West, Idris Elba, Michael K. Williams o Wendell Pierce son buen ejemplo de ello, e incluso algunos de ellos han dado el salto a la gran pantalla.
Si no la habéis visto y lo intentáis, recomiendo paciencia. Las historias de David Simon, como la vida, no tienen prisa. Hay buenos y malos momentos, las situaciones se suceden sin aparentes razones, pero como con una buena obra de arte, cuando llevas un tiempo mirando descubres que todo encaja, y que en su conjunto forma un retrato maravilloso, vivo, brillante. Porque todas las piezas importan.