Y es que los daneses ya habían visto en la televisión a una mujer política, comprometida, y luchadora por sus ideales, que alcanzaba un lugar en el comprometido y cristalino mundo de la política nórdica, Birgitte Nyborg. A pesar de las evidentes diferencias físicas, y que no parece que la real sufra los problemas de peso de la primera ministra ficticia cuando llegan las elecciones, los daneses vivieron en sus propias carnes lo que cada viernes relatamos en la sección de “La Brújula” que se llama como este mismo blog, algo así como “Cáspita, esto yo ya lo he vivido… O por lo menos visto”. Y es que tal y como comentamos el pasado viernes, el episodio en el que Nyborg finalmente es nombrada Primera Ministra, después de conseguir formar gobierno, se emitió exactamente (es decir, según la Wikipedia) un año antes de que la sonriente Helle consiguiese la victoria.
Queda para los sociólogos y politólogos si, como comentaba Carlos Alsina, la actitud de los votantes ante esas elecciones se vio influenciada por los hechos que previamente habían visto en televisión. La serie, emitida por la cadena pública DR (Danmark Radio) superaba en cada capítulo durante su primera temporada la cifra del millón doscientos mil espectadores, en un país que sólo tiene cinco millones de habitantes. Uno de cada cinco daneses conocieron a Nyborg y sus avatares políticos unos meses antes de situarse frente a las urnas electorales. A pesar de que fue un hito histórico y Helle se conviritió en la primera mujer danesa que llegaba a ser Primera Ministra no creo que una simple serie de televisión pueda tener la capacidad de dirigir las mentes de sus telespectadores, aunque sí soy de las opinan que una buena producción puede cambiar la forma de ver las cosas o abrir las mentes de quienes la ven.
Respecto al tema que nos lleva a hablar de Borgen, la fotografía que tan alegremente se tomaron David Cameron y Barack Obama, precisamente, con su homóloga danesa, no creo que la ficticia Primera Ministra Nyborg, tan comprometida y tan políticamente idealista se atreviese a preocuparse por tomarse fotos con sus colegas extranjeros. A veces es mejor quedarse con la ficción. O imaginársela.