Crímenes, vicios y amores, entre otras cosas, son nuestras propuestas. ¿Los títulos? El caso de mayordomo asesinado, de Marco Malvaldi (Destino);Leviathan, de Scott Westerfeld (edebé); El libro de los vicios, de Adam Soboczynski(Anagrama), y Algún día nos lo contaremos todo, de Daniela Krien(Salamandra).
El caso del mayordomo asesinado
Tiene la forma de novela de detectives pero es algo más: rebosa humor y una mala uva considerable al hablar de las relaciones sociales y de las relaciones de poder –¿pero, llevado al extremo, no son una misma cosa? –.
El caso de mayordomo asesinado, de Marco Malvaldi, editada por Destino con traducción de Juan Carlos Gentile, te descoloca desde el primer momento, desde el mismo título, dándole la vuelta a los tópicos: aquí el mayordomo no es el asesino sino el fiambre.
La forma exterior es la de una novela de la Edad de Oro del enigma, un homenaje a las novelas a lo Agatha Christie. Aparentemente. Tiene todos los elementos de aquellos deliciosos misterios: una mansión señorial, nobles decadentes, burgueses advenedizos, personal de servicio que esconde más secretos de lo que parece y un asesinato.
Y, sin embargo, la resolución del crimen es lo de menos. Malvaldi te gana con una forma de narrar deliciosa. Sabe darle al conjunto el sabor típico de las novelas victorianas o eduardianas –finales del s. XIX y principios del XX– pero con digresiones puntuales escritas por un narrador del s. XXI que nos muestra lo ridículo de ciertos usos y costumbres ligados a la aristocracia de Italia… y también de España.
Porque esa es otra. Hay mucho de nuestra aristocracia en la familia del barón de Roccapendente y sus hijos holgazanes – que hoy serían pasto de revista rosa–. Es el señoritismo en versión transalpina pero con los mismos vicios, con ese aparentar por encima de todo.
Marco Malvaldi realiza un ejercicio de estilo muy interesante. Además de ofrecernos el retrato demoledor de una clase social, juega con las posibilidades que brinda la novela histórica y plantea cuestiones de calado literario: ¿hasta qué punto podemos hablar de retrato de una época si está escrito por alguien de hoy y con la mentalidad de hoy?
El protagonista, una especie de Sherlock Holmes de la Toscana, es Pellegrino Artusi, un personaje real. Fue el padre de la moderna gastronomía italiana. Y su presencia en la novela está muy ligada a la cocina, a través de la cocinera del barón.
Y ahí, en esa cocinera y en eso que podríamos llamar “personajes secundarios” radica otro de los puntos fuertes del relato. Me han enamorado Cecilia, la única hija de barón y la persona más inteligente de la casa, y el astuto comisario Artístico, un tipo del Sur que está hasta las narices de los señoritos del Norte.
¿El argumento? En 1895, el barón de Roccapendente reúne en su casa a un grupo de invitados para una cacería de fin de semana –¿les suena lo de la cacería y los negocios?–. Todo parece ir como la seda hasta que la mañana del sábado los gritos de una criada despiertan a todos: Teodoro, el mayordomo, ha sido asesinado.
Leviathan
No, no es el Leviathan de Paul Auster ni el de Hobbes, es una novela del norteamericano Scott Westerfeld, uno de los escritores más interesantes de un movimiento cultural llamado Steampunk, que tiene gran fuerza en la literatura juvenil.
Este movimiento empezó en la Ciencia Ficción para adultos, en la década de 1980, y luego se ha convertido en un fenómeno socio-cultural mucho más amplio.
Propone una estética en la que predomina la tecnología del vapor –de ahí lo de steam, vapor en inglés– y plantea realidades históricas alternativas situadas en un marco que recuerda la Inglaterra victoriana.
Sus grandes referentes literarios son H. G. Wells, el creador de La máquina del tiempo, El hombre invisible y La guerra de los mundos, y el Julio Verne de De la tierra a la luna o 20.000 leguas de viaje submarino.
¿Recuerdan ustedes la película Wild, Wild, West, protagonizada por Will Smith? Pues su estética está inspirada en el steampunk, máquinas futuristas movidas a vapor y con una apariencia externa propia de la época.
La novela Leviathan, de Scott Westerfeld, ganó el premio Locus, uno de los más importantes de la Ciencia Ficción mundial, en 2010, en su versión juvenil.
Abre la trilogía del mismo nombre que, en España, edita edebé. Si a su hijo o hija le gusta esta primera entrega, las dos siguientes ya están en las librerías, Behemothy Goliath.
Nos lleva a una Primera Guerra Mundial alternativa. Los austrohúngaros y alemanes disponen de los clánkers, unas máquinas de acero movidas a vapor y cargadas de armas. Los darwinistas británicos, por su parte, han desarrollado unos animales diseñados como armas de guerra. Leviathan, que da nombre al libro y a la serie, es un dirigible ballena, el arma más determinante de los británicos.
Hay dos protagonistas, chico y chica, uno por bando para hacer más emocionante la cosa. Ella es Deryn Sharp, que se hace pasar por hombre para poder ser aviador en las filas británicas. Y él es Aleksandar Ferdinand, un príncipe del imperio austrohúngaro que ha huido.
Es una obra dirigida a chicos y chicas mayores de 14 años, una franja de edad difícil: escapan de lo infantil pero no les trae mucho de lo que se escribe para dultos –young adults, jóvenes adultos, los definen con acierto las editoriales británicas–. Para atraparlos, tiene un poco de todo: épica, aventuras, toques de fantasía y ciencia ficción y unos protagonistas que les resultarán atractivos.
Cuenta, además, con unas buenas ilustraciones de Keith Thompson y una presentación que incluye un mapa muy curioso de la Europa en guerra. La traducción es de Raquel Solà.
El libro de los vicios
De la Alemania de esa Primera Guerra Mundial alternativa, a la Alemania de hoy mismo con un libro irreverente, ideal para estos días de relax y ciertos excesos. Un canto a los vicios, a la irreverencia y al disfrute de la vida sin filtro.
Se trata de El libro de los vicios, de Adam Soboczynski, editado por Anagrama con traducción de Francesc Rovira.
No es una novela. No es un ensayo. Es, en palabras del editor, una casi novela porque tiene unos personajes que van de principio a fin y viven diversas aventuras y desventuras que se relacionan en distintos momentos.
Sin negar esa definición, prefiero describírselo a ustedes como una suma de 29 artículos temáticos en los que el autor reflexiona sobre las cuestiones más diversas, desde la depilación masculina a los padres que van con los niños a cualquier sitio, pasando por los que practican jogging aún a riesgo de sufrir un patatús… Carga, de paso, contra los excesos en nombre de la salud, de la seguridad y de la ecología llevada al extremo.
Su tesis es que lo que resulta placentero está excesivamente regulado mientras que lo que nos machaca –y no hay más que mirar a nuestro alrededor– apenas tiene control.
Incluye una escapada a Barcelona, como cualquier alemán usuario de vuelos low cost, en la que ofrece un retrato hilarante de la ciudad convertida en un parque temático en el que nadie se fía de nadie. Me duele decirlo, pero he reconocido la ciudad, o una parte de la ciudad, al menos.
Tiene elementos recurrentes que te arrancan carcajadas, como la mitificación erótica de las francesas que, en el caso alemán, parece que equivalen a las suecas en el imaginario sexual de los españoles.
Está narrado en primera persona, con un lenguaje fresco y con referentes culturales interesantes, especialmente literarios. Cita varias obras, entre ellas, El intelectual y el otro, de José Ortga y Gasset. Caramba.
Adam Soboczynsky es un periodista de origen polaco que vive en Alemania desde niño. Colabora en el suplemento cultural del Die Zeit, uno de los más prestigiosos de su país, y ha obtenido varios premios periodísticos.
En España ya había publicado, también con Anagrama, El arte de no decir la verdad.
El libro no va más allá de esa crítica divertida, ni lo pretende. Si lo que buscan es una reflexión profunda sobre los límites de la libertad y del exceso de regulación de nuestras vidas, este no es, desde luego, su libro. Es otra cosa. Es una suma de historias cotidianas cuyo objetivo es hacernos pensar un poco mientras nos arranca una sonrisa cómplice porque se mueve en un terreno en el que todos hemos pasado por algo muy parecido.
Ideal para esta época en la que el calor nos aleja de cuestiones más sesudas.
Algún día nos lo contaremos todo
Seguimos en Alemania pero cambiamos de registro. Traemos una novela con una fuerte carga sensual en un marco histórico que determina el presente y el futuro de los personajes.
Vamos a 1990, a la antigua Alemania del Este, la RDA. El muro de Berlín acaba de caer y la reunificación alemana asoma en el horizonte.
Se titula Algún día nos lo contaremos todo, de Daniela Krien, editada por Salamandra con traducción de María José Díez.
Está narrada en primera persona por María, una joven de 17 años que se ha ido a vivir con la familia de su novio a una granja situada en una zona rural de la RDA.
A través de sus ojos conocemos a la familia de Johannes, su novio, y sentimos sus dudas ante un futuro del que cada cual espera algo diferente pero que crea temor en todos ellos. Se sienten atrapados por el paso –y el peso– de la historia sin que puedan oponerse a lo que se les viene encima.
En una granja vecina, María se topa con Henner, veinte años mayor que ella y con quien vivirá una apasionada relación sentimental y sexual.
Las relaciones –todas las relaciones de la novela– están marcadas por la desconfianza. El régimen comunista alemán fomentó la delación y eso se nota en todos los aspectos de la vida. Nadie dice nunca más de lo imprescindible, ni a las personas a las que, en teoría, quiere.
Muestra también el abismo generacional entre los jóvenes, como María, que miran hacia el futuro y los mayores, atados a unos miedos que se remontan a la II Guerra Mundial y la ocupación soviética.
Los armarios familiares están repletos de cadáveres, de gente de la que no conviene hablar y de secretos que hay que guardar. Esa descripción del pasado a través de silencios y de ocultaciones está muy bien conseguida.
La historia de amor y la gran historia política transcurren en paralelo. El texto tiene una fuerte carga sensual, de un erotismo brutal a veces, sin llegar a caer en la ñoñería anatómica de muchas novelas de género.
Con esta obra, Daniela Krein ganó el premio a la mejor novela de un escritor debutante. La autora nació en la antigua RDA y se nota en la emoción que se percibe tras cada personaje. Una emoción que intenta transmitir con el lenguaje sencillo y directo de María y sus casi 17 años. No es fácil.