Black Mirror se mueve, con más ingenio que sabiduría, entre la sátira y la realidad alternativa para plantear situaciones que ahora nos parecen descabelladas pero quizá en unos años sean más habituales de lo que nos gustaría. A pesar de que la premisa inicial del capítulo que comentamos, The National Anthem, puede parece ridícula, o morbosa, resulta interesante analizar el episodio en su conjunto y estudiar con detenimiento las motivaciones que el secuestrador o secuestradores tenían para hacer lo que hicieron. El mensaje final que la sociedad británica tendría que extraer de unos hechos, en los que tantos los políticos como la propia sociedad y los medios de comunicación se han dejado llevar por la premura que las nuevas tecnologías han introducido en nuestras vidas, queda difuminado por el desenlace final y la normalidad que se percibe en las vidas de los protagonistas tiempo después de que sucedieran los hechos.
Pero la sociedad no es la única que debe replantearse como utilizar las armas que los nuevos tiempos ha puesto a su alcance y, como ya es necesario en la actualidad, los medios de comunicación tienen que delimitar su papel ahora que las posibilidades de comunicación, información y opinión se han democratizado gracias a la llegada de internet. Como comentamos con Carlos Alsina y los contertulios de La Brújula, para muchos las redes sociales se han convertido en un medio de comunicación más, con el peligro que eso supone a la hora de lanzar bulos o mentiras que se propagarán por la red como la pólvora. Y, en mi opinión, la red no puede ser ese medio del que se aprovechan las empresas de comunicación para su propio beneficio, pero el blanco de sus criticas cuando, por cualquier razón, ésta les adelanta por la izquierda. De construir noticias a partir de lo que se publica en la red ya ni hablamos.