Tal como admití en el anterior NMHA, tratar musicalmente las pasiones o pecados capitales y sus virtudes contrapuestas no me resulta fácil.
De hecho, obraré coherentemente para hablar de la pereza y su compensatoria diligencia. No por negligencia, tedio o descuido sino con toda la buena voluntad de sacudirme la primera y el cuidado en cumplir con prontitud, agilidad y (cierta) prisa la recta final de esta actividad en su décima temporada, que continúo, más o menos, currándomelo sólo, solito.
Al parecer, la tristemente famosa niña judía alemana Anne Frank dejó escrito que «La pereza puede parecer atractiva, pero el trabajo da satisfacción». Algo con lo que estoy absolutamente de acuerdo, pero siempre y cuando se trabaje en algo que guste, aunque injustamente no sea remunerado. Porque como ya vimos en el especial que vuelvo a citar «Altruismo es la diligencia en procurar el bien ajeno aún a costa del propio».
Y permítame querida audiencia terminar citando a mi tocayo: «Es común proverbio, fermosa señora, que la diligencia es madre de la buena ventura, y en muchas y graves cosas ha mostrado la experiencia que la solicitud del negociante trae a buen fin el pleito dudoso; pero en ningunas cosas se muestra más esta verdad que en las de la guerra, adonde la celeridad y presteza previene los discursos del enemigo, y alcanza la victoria antes que el contrario se ponga en defensa».—Miguel de Cervantes, en el parlamento que Don Quijote le dice a Dulcinea, en el capítulo XLVI.
