Vamos con otra de las virtudes, que por tanto nos dará fortaleza y sentido de ser vivo.
Dignidad es el primer título de la Carta de los Derechos Fundamentales de la Unión Europea, y su primer artículo dice: «La dignidad humana es inviolable. Será respetada y protegida». O sea, no sólo es en sí un derecho fundamental, sino que constituye la base misma de tales derechos. «…Considerando que la libertad, la justicia y la paz en el mundo tienen por base el reconocimiento de la dignidad intrínseca y de los derechos iguales e inalienables de todos los miembros de la familia humana».
Pero ¿qué es esa cualidad de digno? Según el ensayo Dignidad (Galaxia Gutenberg, 2019) del filósofo Javier Gomá Lanzón«podría definírsela precisamente como aquello inexpropiable que hace al individuo resistente a todo, incluso al interés general y al bien común: el principio con el que nos oponemos a la razón de Estado, protegemos a las minorías frente a la tiranía de la mayoría y negamos al utilitarismo su ley de la felicidad del mayor número». Él mismo nos aporta otra de esas máximas que pueden guiar nuestras insignificantes vidas «Compórtate de tal manera que tu muerte sea escandalosamente injusta».
Recuerdo perfectamente cuando hace una década leí ¡Indignaos!: Un alegato contra la indiferencia y a favor de la insurrección pacífica de Stéphane Hessel (Destino, 2011), con un certero prólogo de José Luis Sampedro a sus 94 años, y pienso que de ello ambos sabían un poco. Parece paradójico pero es cierto «Cuanto mejor vivimos, más nos indignamos».
Texto: Miguel Tébar
