Discúlpeme, oyente, si comienzo afirmando que somos los menos aquellos que trabajamos en lo que nos place y enriquece. En consuelo puntualizaré que mi trabajo, contrariamente, es de los menos remunerados.
La contratación de nuevos proyectos, o la posibilidad de continuarlos me ha reactivado anímicamente. Y he aquí la cuestión: ¿Es el trabajo una bendición o un castigo?
El número total de parados en España es de 3.653.900 personas tras el 1er trimestre de 2021, lo que supone una tasa de paro del 16%, según la Encuesta de Población Activa que elabora el Instituto Nacional de Estadística (INE). No es tanto si recordamos el pico de 6 millones a final de 2012 aunque ni tan poco si nos fijamos en un lustro antes. Pero retratados en el marco europeo somos dignos de estudio, pues aparecemos de la mano de Grecia y justo por delante de Italia, a quienes casi doblamos.
Para todos los desempleados la bendición sería poder trabajar dignamente. Para todos los invisibilazados, que se lo curran y no poco, seguramente también.
En el Génesis, tras el maldito pecado de Adán y Eva, Dios nos condena (entre otras penitencias y vía Abraham) a vivir del sudor de nuestra frente. En la mitología griega, el castigo a Sísifo se describe como un trabajo duro que debe de hacerse una y otra vez.
Ambos sin aparente sentido, como la propia existencia.
Miguel Tébar.
