Julián Vigara
Murcia | 22.11.2018 06:00
Es curiosa la sensación tan opuesta que genera la última estación completa de nuestro año natural. Recordemos que astronómicamente, comienza con el equinoccio de otoño (alrededor del 21 de septiembre en el hemisferio norte y 21 de marzo en el hemisferio sur) y termina con el solsticio de invierno (alrededor del 21 de diciembre en el hemisferio norte y 21 de junio en el hemisferio sur, pues no hemos de olvidar que todo es relativo. Por un lado, parece que disminuye la vitalidad en ciertas personas (a la par que las temperaturas), aunque etimológicamente se considere como aumento o plenitud (anual).
Por otro, coincide con la emoción de comenzar un nuevo curso. El reencuentro con nuestras rutinas laborales, la oportunidad de iniciar nuevos proyectos, de relanzarse, de Los Amigos De Los Animales, de disfrutar del hermoso follaje… Es la estación de los cambios, de la vendimia, de las lluvias, de los difuntos, de la melancolía, de los ocres y contrastes: rojo, naranja, amarillo, … Como sé que también es la temporada favorita de alguna madrileña, me vais a permitir que envíe un saludo. En los 'Poemas del Suburbio’ (1954), mi admirada Gloria Fuertes escribió «Septiembre es el mar. Octubre es un libro. Noviembre, una vela. Diciembre es un niño»
Texto: Miguel Tébar, periodista musical de: El País • La Opinión • RockDeLux • Efe Eme…