Libros: Las cicatrices no duelen

Anabel González, psiquiatra: "Dedicar mucha atención a lo que los demás deberían cambiar es una pérdida de tiempo que solo lleva a la insatisfacción"

Anabel González, la psiquiatra, especialista en trauma y regulación emocional nos habla sobre su libro Las cicatrices no duelen, cómo sanar nuestras heridas y deshacer los nudos emocionales.

Julián Vigara

Murcia | 31.03.2021 14:05

Las cicatrices no duelen

La psiquiatra Anabel González, especialista en trauma y regulación emocional, destaca la importancia y necesidad de superar los bloqueos y nudos del pasado para volver a disfrutar del presente y del futuro. «Es duro obsesionarse con algo y no saber salir, sentir que te hundes sin poder remontar, vivir con angustia sin encontrar cómo calmarte. Quiero mostrar que se pueden romper los nudos emocionales que nos atan al pasado, curar las heridas que nos impiden decidir con libertad y sentirnos orgullosos de las viejas cicatrices que forman parte de quiénes somos».

Si Lo bueno de tener un mal día (libro con 6 ediciones y traducido a varios idiomas) era un libro que ahondaba en la importancia de escuchar nuestras emociones, aprender a gestionarlas y no guardarlas en un cajón, en este nuevo libro nos explica que superar los traumas/bloqueos del pasado es posible, y necesario: hay que soltar lastre y vaciar nuestra mochila para poder avanzar. Y NUNCA es tarde para conseguirlo.

La autora hace un símil entre las heridas emocionales y las heridas físicas

Cuando nos hacemos una herida hay que limpiarla bien y dejarla secar al aire, así se irá cerrando, se volverá una cicatriz y dejará de doler. Al mirarla, recordaremos lo que pasó, pero ya no sentiremos dolor. Si, por el contrario, tapamos la herida y decimos que no está es posible que acabe infectándose y generando un problema de más envergadura. Con las heridas emocionales pasa lo mismo, hay que dejarlas la vista, curarlas y hacer que se conviertan cicatrices. Esas cicatrices nos convertirán en las personas que llegamos a ser.

cuando nos hacemos una herida hay que limpiarla bien y dejarla secar al aire, así se irá cerrando, se volverá una cicatriz y dejará de doler. Al mirarla, recordaremos lo que pasó, pero ya no sentiremos dolor. Si, por el contrario, tapamos la herida y decimos que no está es posible que acabe infectándose y generando un problema de más envergadura. Con las heridas emocionales pasa lo mismo, hay que dejarlas la vista, curarlas y hacer que se conviertan cicatrices. Esas cicatrices nos convertirán en las personas que llegamos a ser.