Los futbolistas del Ourense dedicaron medio minuto del partido contra el colista a asuntos propios. Entrando en la última semana de febrero, la directiva les adeuda a jugadores y cuerpo técnico tres mensualidades, cuatro a los empleados, y no les da expectativas de cobrar hacia atrás ni hacia adelante. Hace tres semanas firmaron un escrito de reclamación que tuvo como réplica un contracomunicado y la dimisión de un vicepresidente y del secretario del consejo. Pero no vieron ni un euro. Ayer se pasó a los hechos con el estadio, las cámaras y los micrófonos como testigos. Tras el saque de centro, los jugadores se quedaron inmóviles sobre el campo. El banquillo secundó la protesta en pie y al borde de la línea de banda y el Noja se solidarizó con un peloteo cómplice. Atronaron los aplausos con gran parte de la grada puesta en pie. Muchos aficionados dirigieron la mirada al palco, donde mantuvieron el tipo el presidente, Alejandro Estévez, el vicepresidente José Ramón Fernández Morgade y el director general, Alberto Fernández. Fueron 39 segundos eternos, pero un suspiro para los meses tormentosos que se avecinan porque, al menos a ojos de la plantilla, los que deberían ser la solución ya se han convertido en el problema.
Superado el lance, el Ourense buscó su victoria en casa desde el 3 de noviembre para invertir la dinámica en la clasificación. Luisito le dio un giro al esquema y a la alineación. Recurrió de inicio a la propuesta que se reserva para casos desesperados. Se quedó con tres centrales, con Capi en lugar de Portela en una semana de tres partidos, y apostó a Iker Alegre y Rubén Arce en los flancos. Álex Fernández se ahorró al menos de inicio el trago de pasar por el lateral para formar en la medular con Yebra y Adrián Cruz. Arriba volvieron a coincidir los dos delanteros centros, Óscar Martínez y Gustavo Souto, quien fue el encargado de abrir el marcador a los 13 minutos. El portero Pato recogió un balón procedente de la esquina y sirvió con la zurda una asistencia de larga distancia que Iker Alegre convirtió en un cara a cara con el portero del Noja. Llegó al último paso forzado y con la puntera solo pudo enviar el balón al poste. El punta vigués había acompañado la jugada y tuvo premio. Ahí se acabaron las facilidades del último.
El Ourense volvió a intentarlo con un remate por encima del travesaño de Óscar Martínez y siguió llegando al área. Rafa resistió y el primer tiempo se dejó ir sin más incidencia que las dos amarillas que vieron Moisés y Rubén Arce. La confianza siempre es mala consejera.
Luisito borró la pizarra en el descanso. Recuperó la defensa de cuatro encomendando a Álex Fernández el lateral izquierdo. Jaime Noguerol entró por Rubén Arce e Iker Alegre se trasladó a la derecha. Gustavo Souto tuvo la primera opción para no prolongar innecesariamente la incertidumbre porque el Noja se envalentonó. Su remate en giro se encontró con la pierna del portero. En el 64 Óscar Martínez remató al exterior de la nueva red de las porterías de O Couto tras una combinación con dejada de Noguerol. Fue su última aportación antes de ceder al puesto a Adil,. El marroquí fue la respuesta de Luisito al mayor empuje de los cántabros.
El poste, el decimoquinto en esta liga en las cuentas del entrenador, le negó el gol a Adil y un central sacó en el último momento una falta con bote que superó al portero. Los síndromes atacaban de nuevo. El Ourense camina por la liga torturado por la falta de gol, por el sufrimiento en casa y por el trauma de la defensa de las estrategias. El colista pudo hacer sangre en casa córner pero su falta de pegada evitó otro desenlace para tirarse de los pelos.
En el 83, el portero sacó un testarazo franco de Adrián Cruz a falta lateral. En el 84, una incursión de Noguerol sorteando rivales acabó con un remate con el interior que sobrevoló el larguero. En el 86, el verinense caminó sobre la línea de fondo y estrelló el remate sin ángulo en Rafa. Gustavo no pudo aprovechar el rechace. La última puja fue del Noja, en una secuencia de remates en el área tras un córner, cuando parecía que al Ourense se le iba otra de sus mil vidas.