Hacia el año 860, después de ser decapitado por orden del rey Agripa I, los restos del Apóstol Santiago, según la tradición cristiana, serían trasladados de Jerusalén a Santiago de Compostela. El religioso y escritor Floro de Lyón sería el primero en referirse a la devoción a las reliquias de Santiago en el occidente peninsular. Cita en la que asegura que en este rincón de España los restos "son venerados con una veneración celebérrima".
La tradición cristiana mantiene que los discípulos del Apóstol decidieron embalsamar el cuerpo e introducirlo e una de las embarcaciones que en primavera y verano hacían la travesía por mar a través del Mediterráneo.