Hoy con Léleman venia pensando en… las palabras de Gabriel Paulista. Esas de que no vino aquí para estar fuera de Europa.
Gabriel, al igual que otros futbolistas de la actual plantilla ya han experimentado en sus propias carnes lo que se siente cuando el Valencia alcanza el éxito. Sucedió en Sevilla, en el Villamarín, en ese estadio que volverán a pisar mañana. Allí fue feliz junto a miles de valencianistas hace apenas dos años y por eso el hispano-brasileño quiere volver a serlo.
Paulista, con sus defectos y virtudes, ha demostrado siempre ser un profesional. Y sus palabras del sábado demuestran también que es un profesional ambicioso. Estoy seguro que al igual que él, otros compañeros como Gayá o Soler piensan lo mismo. Ninguno quiere estar en un Valencia mediocre. Ninguno que sienta el valencianismo quiere un Valencia mediocre. Ninguno que conozca la historia y los títulos del Valencia quiere un Valencia mediocre.
El problema viene cuando los dirigentes, los que mandan, ni sienten ni conocen, ni quieren sentir ni conocer la historia del Valencia. Porque a ellos puede que les dé igual hacer o estar en un Valencia mediocre mientras nadie toque sus altísimos sueldos. Sus preferencias son otras bien distintas.
De todo lo que dijo Gabriel me preocupa que pueda haber detectado conformismo y falta de ambición dentro del vestuario. Solo eso. Porque el conformismo y la falta de ambición en Micer Mascó o en Singapur o Hong Kong… esa… esa ya la conocemos.
