Hoy con Leleman venía pensando en… la alegría que nos llevamos cada vez que España consigue una medalla en los Juegos Olímipicos.
Por ejemplo la del sábado de Adriana Cerezo. La deportista española nos tuvo casi todo el sábado por la mañana delante del televisor aprendiendo cuantos puntos vale una patada en el tronco, en la cabeza o cual es la penalización si te sales del tatami. Posiblemente mucho no hubieran visto un combate de taekwondo hasta ese momento. Pero apoyar a nuestra Adriana Cerezo en la lucha por una medalla, valía la pena.
Era la primera de estos juegos de Tokyo. Por apenas un segundo no pudo ser de oro. Los españoles sufrimos ese último golpe que le privaba del oro como si nos lo hubieran dado a nosotros mismos. Aplaudimos a la niña de 17 años que acababa de conseguir la primera para España. Y nos sentimos orgullosos de ella. Como ella misma debía de estarlo pese a no haber podido conseguir ese oro.
Porque para llegar ahí hay mucho trabajo y sacrificio detrás. Horas y horas de entrenamiento sin los focos del sábado en Tokyo. El resultado a esos meses y meses de superación personal fue una más que merecida medalla para satisfacción de todos los españoles.
El sábado todos fuimos de Adriana como hoy lo hemos sido de David Valero que en Mountain Bike ha ganado la segunda para España, esta de bronce. Ojalá no tengan que pasar otros cuatro años para volver a acordarnos de ellos. Aunque me temo que en muchos de los casos… será así.