ELCHE DESDE EL PIRULÍ

Confinamiento e irrealidad

Antonio Parreño, periodista ilicitano de TVE, nos ofrece su visión sobre la crisis del coronavirus y la que se avecina debido a la paralización de la actividad productiva

Antonio Parreño

Madrid | 22.04.2020 13:03

El ilicitano Antonio Parreño, periodista de TVE.
El ilicitano Antonio Parreño, periodista de TVE. | Onda Cero Elche

Estos días de confinamiento forzoso al que está obligándonos la pandemia del coronavirus me ha dado por revisitar la famosa e inquietante escena del comienzo de Abre los Ojos, la película de Amenábar, con Eduardo Noriega alucinando al encontrarse con la Gran Vía madrileña completamente vacía y sin un alma… La escena era audaz y producía desasosiego porque era algo imposible e irreal, pero hoy parece una broma cuando todo Madrid, toda España y el mundo entero ofrecen escenas similares a diario y podría filmarse sin gran dificultad en cualquier parte. Ha sido impresionante ver las imágenes de los Campos Elíseos, Times Square o Picadilly Circus absolutamente desiertos, o al Papa en el Vaticano lanzar su bendiciónurbi et orbi en la gigantesca Plaza de San Pedro sin la presencia de un solo fiel.

Sobre todo en los primeros días del confinamiento, muchos tomaron la distopía en la que estamos inmersos con resignación e incluso diría que hasta con algo de simpatía. Pero cada vez ha sido más difícil sobrellevarlo, conforme hemos ido tomando conciencia de lo que se nos venía encima: los miles de dramas, estos muy reales, que hay detrás de la ya larguísima lista de fallecidos, muchos de ellos en unas condiciones espantosas y en absoluta soledad, sin poder despedirse de sus familiares ni que estos puedan velarlos y enterrarlos como debe ser, juntos.

También ante la evidencia de que llega una megacrisis económica que puede ser mucho peor que la de 2008, y que las cifras del paro y la destrucción de empresas provocada por la parálisis total de la economía pueden ser aterradoras. Cada día hemos visto cómo se han ido cancelando grandes eventos que no se habían suspendido salvo en grandes catástrofes o durante la guerra civil o las guerras mundiales. Y en un país tan dependiente del turismo como el nuestro, el coronavirus nos ha dejado sin visitantes extranjeros, ha pulverizado la Semana Santa y está por ver si arrasa con la temporada veraniega.

Además de estar al tanto lógicamente de cómo van llevando estos días de encierro mis familiares que viven en Elche, como ilicitano me preocupa cómo saldrá la ciudad de la pandemia y de la crisis económica que ya está aquí, con su estela de ERTEs, despidos y cierres de empresas. Por suerte, parece que la provincia de Alicante se está viendo relativamente menos afectada que otras por el COVID-19, lo que quizá permita que el desconfinamiento pueda llegar antes y se recupere con mayor rapidez una cierta normalidad de cara al verano. Y ya de paso me pregunto si en esas fechas podremos seguir haciendo cosas tan cotidianas como ir a la playa de El Pinet a bañarnos y comer un arroz en el Hostal Galicia, o si las fiestas de agosto podrán llegar a celebrarse con algo de normalidad, porque las fiestas son en sí mismas aglomeración.

Imaginando escenas delirantes no sé si llegaremos a ver un Pregón desde el balcón del Ayuntamiento frente a una plaza de Baix sin un alma (como un Papa en San Pedro sin fieles), desfiles de Moros y Cristianos sin boatos y cachondeo, o el Misteri d’Elx a puerta cerrada en Santa María. No sé si llegaría para rodar una escena como la de la Gran Vía en Abre los Ojos, pero sin duda la sensación de irrealidad será la misma.