juan perán, fundador del grupo pikolinos

Gracias a la vida

Es momento de quedarse en casa y de recordar historias bonitas; repasamos la del empresario Juan Perán, una de las personas más especiales y entrañables que ha dado la industrial zapatera

Monserrate Hernández

Elche | 29.03.2020 11:45 (Publicado 26.01.2018 19:05)

Esta es la historia que Juan Perán contaba, el 26 de enero de 2018, tras sufrir un infarto en casa y recuperarse de forma milagrosa gracias a los profesionales de la Sanidad pública:

Ahora que hemos iniciado el trayecto que nos abre este nuevo año quiero empezar dando las gracias. Gracias por haberme permitido seguir en este mundo junto a mi familia, en el calor de mi hogar y con el de muchos amigos. Lo hago después de haber estado cerca de irme sin despedirme. Sobre todo hoy me acuerdo de esos grandes profesionales que, sin hacer ruido, siempre nos cuidan y hacen posible que sigamos compartiendo nuestro camino.

Hace cuatro de meses se me rompieron dos de las tres membranas que rodean a la arteria aorta. Muchos dicen que un milagro fue el que me salvó la vida, aunque yo sé que la suerte de seguir aquí se la debo a Rosario, mi mujer, la primera en estar siempre a mi lado; y a los doctores y doctoras; a los enfermeros y a las enfermeras; y a todos aquellos y aquellas sanitarias con los que el destino me quiso cruzar en el Hospital General de Elche y en el Hospital Universitario del Vinalopó. Un batallón de magníficas personas y de excelentes profesionales que en cada situación límite ponen todo su talento, su esfuerzo y su trabajo al servicio de la lucha por la vida. En este caso, de mi vida.

Los médicos son esos héroes de bata blanca que se enfrentan a la muerte, la miran a la cara y luchan codo con codo contra ella desde el primer instante en el que decidieron que su esfuerzo diario es la mejor vitamina para que los momentos positivos superen a los negativos. Que pelean para que la balanza del trayecto recorrido se decante hacia el lado que honra a su profesión, la que nos hace sentirnos orgullosos de ella. La misma que ha permitido que yo disfrutara de la Navidad con mis dos nietas, con mis tres hijos, con mi mujer, con mis amigos y con mis empleados, que también forman parte de mi corazón y de mi familia. Ellos también os quieren dar las gracias.

España cuenta con un potencial científico, investigador y humano del que pocos países pueden presumir. Necesitan más apoyo y más reconocimiento para continuar creciendo, para poder seguir viviendo. Yo estoy orgulloso de mis médicos. De mi amigo Justo Medrano y del doctor Tébar, por citar dos ejemplos. Y de aquel héroe sin capa que me visitaba en la habitación del Hospital del Vinalopó con una mochila a la espalda, libreta en mano, sin hacer ruido, cargado de interés por mi salud. Con su inquebrantable respeto por la vida. Así es un médico. Aquel doctor se marchó como llegó, sin hacer ruido. Y se lo quiero agradecer como un paciente más, como un amigo al que ha ganado para siempre.

La vida nos pone cada segundo a prueba sin avisar, en cualquier momento y en cualquier lugar. El destino muchas veces pasa sin llamar a la puerta, sin saber lo que nos espera al otro lado. Hace tiempo ya sufrí un infarto; este es el segundo golpe que me da la vida. Ahora lo siento como una tercera oportunidad, como un asalto más para continuar mirando hacia adelante, ayudando y luchando de la misma forma que lo hacen esos médicos a los que siempre debemos respetar y agradecer que estén ahí. A los que pido, para esta nueva situación, que no cambien, que no desfallezcan y que se ilusionen; y que lo hagan con más reconocimiento y mucho más respaldo. Que sepan que cuentan con todo mi apoyo. Las inversiones en Sanidad las necesitamos para todos. Insisto, el destino siempre toca a nuestra puerta y lo hace sin avisar. Por eso hay que estar preparados. Mejor dicho, nuestros médicos deben estar preparados, armados para luchar mano a mano con la vida.

Por eso, como decía la canción de Mercedes Sosa, estoy muy agradecido a la vida y a las personas que me he cruzado por el camino, por todo lo que me ha dado, pero también a todos aquellos que nos cuidan como si fuéramos uno más de su familia, para darnos otra oportunidad de mirar a la vida de nuevo a la cara. Siempre hay que dar las gracias con mayúsculas: Gracias a la vida.