psicología de andar por casa

El poder del optimismo ¿ciencia o magia?

Con Edgar Bresó, profesor y psicólogo

Luis Méndez

La Ribera |

Edgar Bresó

Hoy hablamos con Edgar Bresó, nuestro psicólogo de guardia de una de las actitudes más poderosas y necesarias en nuestro día a día: el optimismo. ¿Qué es exactamente? ¿Por qué algunas personas parecen verlo todo con esperanza, incluso en los peores momentos?

Y sobre todo… ¿Podemos aprender a ser más optimistas?

¿Qué es el optimismo?

Desde la psicología, el optimismo no es solo “ver el vaso medio lleno”.

Entendemos el optimismo como una actitud cognitiva que implica esperar resultados positivos y confiar en la propia capacidad para influir en ellos.

Según el Martin Seligman, fundador de la Psicología Positiva, el optimismo está ligado a nuestro estilo explicativo:

Las personas optimistas interpretan los problemas como temporales, específicos y modificables.

Las personas pesimistas los ven como permanentes, globales y fuera de su control. En este concepto está la clave. En la percepción de CONTROL que el ser humano tiene sobre lo que le pasa.

En palabras sencillas: para Seligman, la persona optimista no niega la realidad, sino que interpreta las dificultades como retos y oportunidades de crecimiento. Si tengo que trabajar en agosto será porque eso me servirá para poder ascender. Si me quitan el sitio para aparcar es porque encontraré alguno más cerca o bien uno que no le dé el sol, etc.

¿Para qué sirve el optimismo? y ¿Qué dice la ciencia sobre su efectos o consecuencias?

El optimismo cumple una función adaptativa. Numerosas investigaciones muestran que quienes mantienen una visión positiva del futuro:

Sufren menos estrés, Se recuperan antes de las enfermedades. Toman decisiones más eficaces, Y persisten más ante los retos. El optimismo consigue un estado más homeostático que nos ayuda a ser cognitivamente más competentes, gestionar mejor las emociones y ser más competentes también a nivel cognitivo.

Por ejemplo, un estudio de la Harvard School of Public Health (Boehm & Kubzansky, 2012) demostró que las personas con altos niveles de optimismo tienen un 55 % menos de riesgo cardiovascular.

El optimismo actúa como un amortiguador emocional, ayudándonos a mantenernos activos, creativos y con esperanza incluso ante la incertidumbre.

¿Qué te parece Luís?

Bueno… como yo sabía que no te iba a convencer con esos datos.. te he preparado un pequeño ejemplo práctico. A ver, dime, ¿Imagina que gestionas un equipo de vendedores de seguros. Quién crees que vende más seguros un vendedor pesimista o un optimista?

Pues esto mismo se lo preguntó Martin Seligman y realizó varios experimentos para demostrar el efecto del optimismo en la venta de seguros (que, como sabes es un sector muy importante en Estados Unidos)

Objetivo: Analizar si el optimismo predice un mejor rendimiento en ventas entre vendedores de seguros.

Resultados clave: Los vendedores más optimistas vendieron notablemente más; en concreto, los vendedores más optimistas vendieron alrededor de un 37% más.

Y la pregunta es… ¿POR QUÉ?

Explicación: Los optimistas interpretan los reveses como temporales, específicos y externos, lo que favorece la persistencia, mejor regulación emocional y mayor motivación frente al rechazo.

¿Cómo nos afecta en el día a día?

Aplicaciones prácticas: Uso del optimismo en procesos de selección, y formación para mejorar la persistencia y resultados comerciales.

En la vida cotidiana, el optimismo se refleja en los pequeños gestos:

En cómo interpretamos un mal día en el trabajo.

En cómo reaccionamos ante un error o una decepción.

En la forma en que nos hablamos a nosotros mismos.

Un optimista tiende a decirse:

“Hoy ha sidoun mal día”

Mientras que el pesimista puede pensar:

“Todo me sale mal, siempre hay algo que me fastidia el día” (si todos nos encabezonamos en buscar algo negativo en nuestro día, lo conseguimos.

Esa diferencia en el diálogo interno modifica nuestro estado de ánimo, nuestra motivación y nuestra salud física.

Incluso el sistema inmunológico responde mejor cuando mantenemos una actitud positiva —como evidenció un estudio de Segerstrom y Sephton (2010) sobre inmunidad y optimismo.

Otros estudios que evidencian el efecto del optimismo en el día a día son, por ejemplo:

Carver y Scheier (2001) encontraron que el optimismo se asocia con mejor afrontamiento del estrés y mayor bienestar psicológico.

En el ámbito de la salud, los optimistas se recuperan antes de cirugías y tienen mejor adhesión al tratamiento médico (Scheier et al., 1989).

Y en la educación, los estudiantes optimistas muestran mayor rendimiento académico y menor abandono escolar. Y mismo en mi tesis doctoral demostré que los alumnos que se presentan a más examene durante su carrera, obtienen mejores resultados académicos.

Todo esto demuestra que el optimismo no es ingenuidad, sino un recurso psicológico poderoso que influye en nuestro cuerpo, en nuestra mente y en nuestras relaciones.

Reflexión final

Ser optimista no significa negar los problemas ni fingir felicidad constante.

Significa creer que, a pesar de las dificultades, las cosas pueden mejorar y, sobretodo que nuestras acciones importan.

Algunas recomendaciones prácticas. para entrenar el optimismo:

-La gratitud diaria,

-La reformulación positiva de los contratiempos,

-Y el reconocimiento de los pequeños logros.

Como dijo Viktor Frankl, psiquiatra superviviente del Holocausto:

“Al hombre se le puede arrebatar todo salvo una cosa: la libertad de elegir su actitud ante las circunstancias.”

“Cuando ya no podemos cambiar una situación, nos encontramos ante el desafío de cambiarnos a nosotros mismos”

Así que el optimismo, más que una emoción, (que también) es una decisión diaria. Es una forma de mirar el mundo y depende única y exclusivamente de nosotros.

¿Te atreves a dar ese cambio Luís?